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Su propio afán

enrique / garcía / mÁiquez /

Vuelta al cole

ACABO de perder, de repente, uno de mis prejuicios. Me da cierta pena, porque era un prejuicio muy arraigado, lo que explica cierto vacío que me ha dejado. Yo pensaba muy mal -lo confieso- de los padres que estaban deseando que empezase el colegio y se quejaban de lo largas que eran las vacaciones.

Para cimentar mi prejuicio tenía dos razones. Tardé mucho en tener hijos y con lo que yo soñaba era con tenerlos, y en casa, y muy pegados a mí, disfrutándolos, cuanto más, mejor. Otra cosa me parecía un lamento de afortunado que no sabe la suerte que tiene. La segunda razón es que soy profesor y me amoscaba tanta pulsión del respetable por ponernos a trabajar. Nuestras vacaciones estaban en boca de todos. Y qué ganas, eh, de soltarnos a sus criaturas.

He caído del caballo de mi prejuicio, sin embargo. Sigo pensando que es un privilegio tener hijos y que lo bonito es estar muy juntos, y sigo sosteniendo que los profesores no son los sustitutos de los padres ni los aparcadores de sus hijos; pero veo que es todo muy complejo. Mucho. ¡Y ya va siendo hora de que empiece el colegio, por piedad! No es un egoísmo sobrevenido ni ganas de descansar de mis niños ni agotamiento de la intimidad, porque, entre educar a los hijos de los demás y a los míos, prefiero, por puro instinto, a los míos, naturalmente; aunque en contra de los de los demás no tengo nada, que conste.

Sucede que he visto la verdad completa del refrán africano: "Para educar a un niño hace falta la tribu entera". No significa sólo, como pensé hasta ahora, que el clima social es muy importante. Nos advierte también que, aunque el papel de los padres sea clave, no puede ser exclusivo. Necesita que los profesores enseñen otras cosas, con otra relación, en otro ámbito. También educan los horarios rígidos que impone la necesaria organización del colegio, y la disciplina imprescindible para que un grupo grande de alumnos aproveche el tiempo y no se desmande. Todo eso va sumando. Nada más importante que la familia, por supuesto, sí, ya, pero el colegio, los compañeros, las normas diversas, las responsabilidades y los vigorosos profesores hacen falta, mucha falta, sobre todo tras el verano interminable.

De manera que si usted está deseando que empiece el cole y me ve por la calle y quiere comentármelo, puede hacerlo con total tranquilidad. Ya no le pondré mala cara. Encontrará un interlocutor empático, no le quepa duda.

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