Tierra de nadie
La amistad, bien o mal entendida
En tránsito
Hace más o menos un siglo, el poeta W.B. Yeats escribió un poema que se ha convertido en un clásico del pensamiento político. De hecho, es uno de los poemas más citados en libros de teoría política, ensayos, tesis e incluso informes internos de la CIA. El poema se llama El segundo advenimiento y contiene estos versos famosos (los cito por la traducción impecable de Antonio Rivero Taravillo): "Todo se desmorona; el centro cede;/ la anarquía se abate sobre el mundo,/ se suelta la marea de la sangre, y por doquier/ se anega el ritual de la inocencia;/ los mejores no tienen convicción, y los peores/ rebosan de febril intensidad". El poema fue escrito después de la Primera Guerra Mundial, cuando habían caído los tres imperios europeos -el ruso, el alemán y el austro-húngaro-, o sea que se trataba de un momento de convulsión mucho más grave que el que vivimos ahora. Pero esos versos que hablan de un mundo en el que "los mejores no tienen convicción", mientras que "los peores rebosan de febril intensidad", es un mundo que se parece mucho al nuestro. Esos versos hablan de nosotros.
Basta pensar en el panorama político. Trump y Bolsonaro eran dos personajes que hace diez años nadie se habría imaginado con opciones de llegar a nada, pero ahí están, gobernando con una política basada en los insultos, la agresividad descarnada y el uso indiscriminado de las mentiras. En Europa, Angela Merkel ha anunciado que se retira. Hace dos años dejó entrar en su país a un millón -¡un millón!- de refugiados sirios y de otros países, pero los bocazas de cierta izquierda la seguían llamando "nazi", "austericida" y "monstruo neoliberal" (vayan a Google, todo está ahí). Y por todas partes, los mejores se callan o se avergüenzan de dedicarse a la política, mientras que los peores -esos que "rebosan de febril intensidad"- controlan partidos, propagandas, televisiones, tertulias. El mensaje es muy claro: odio, agresividad, histeria victimista y la transformación del oponente ideológico en un monigote que no merece nada más que desprecio. Y por supuesto, "el centro cede", de modo que los liberales, los moderados, los que predican alguna clase de acuerdo o de visión racional de la política, pierden fuerza y se van quedando desbancados. Y como decía Yeats al final del poema, algo muy feo y siniestro se abate sobre el mundo.
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