Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

Se disparan las acciones del NaHCO3 en la Bolsa española (III)

Con respecto al “Gabinete de Crisis”, que sustituirá al gobierno en todas sus funciones, en tanto los componentes de este no se hayan repuesto -continuó explicando el notario-, el curandero -añadió en tono despectivo- me ha indicado como debe formarse.

¿Y a qué demonios espera?, ¡vamos, dígame que más es lo que quiere este condenado brujo! -inquirió, fuera de sí, el funcionario, supuestamente “alto”, con “categoría” de jefe y ambición de emperador-. Se aclaró la garganta, el fedatario público, con la poca saliva que aún no había tragado, y se dispuso a detallar lo que el chamán había indicado: El “Gabinete de Crisis” ha de estar formado por diecisiete personas adultas, más un niño y una niña. Los adultos, con independencia de cuál fuese su raza, sexo, religión o convicción política, han de tener, en su oficio o dedicación, una experiencia superior a los veinte años y no han podido pertenecer a ningún partido político ni desempeñar cargo público de ningún tipo. Cada Comunidad Autónoma escogerá a uno de los representantes, Ceuta al niño y Melilla a la niña. Los representantes deberán haber estado trabajando en las siguientes actividades: agricultor, albañil, bailarín, basurero, cazador, cocinero, enfermero, escritor, escultor, ganadero, juez, maestro, médico, pastor, pintor, poeta y policía; serán designados, también por orden alfabético, por cada una de las Autonomías: Andalucía, Aragón, Baleares, Cataluña…etc.

Se hizo un silencio sepulcral. Pareciese que al “jefastro” - acabo de parir un palabro nuevo- en jefe se le saliesen los ojillos, aviesos y oscuros, de sus órbitas, las mejillas coloradas, una desagradable espumilla del color de la envidia asomaba por las comisuras de sus labios, en extremo delgados y siempre suspicaces ¡El colmo, esto es el colmo! -vociferó, presa de un ataque nervioso- ¡este tío -por el chamán- va a acabar conmigo, quiere hundirme! Voy a entrar ahí y le voy a dar una mano de hostias qué se va a enterar, el muy hijo de … -continuó, gritando fuera de sí- ¡El muy canalla! ¿pero quién coño se ha creído que es? ¡Un “Gabinete de Crisis”, decir la verdad…! Bueno… esto no es nada nuevo, ya lo hacemos -quiso enmendar la indiscreción de su subconsciente-.

Señor, cálmese -le sugirió uno de los palmeros a media jornada, para la otra media había otro-, recuerde que se ha intentado, por todos los medios, encontrar una solución a la epidemia y ningún científico, laboratorio o investigador ha sido capaz de dar con ella. Este viejo seguro que está loco, pero puede que, por vaya usted a saber qué razón, tenga el remedio que necesitamos; ¡hay que serenarse, armarse de paciencia y conseguir el dichoso jarabe, nada perdemos. Por cierto, hablando de eso, ¿cuánto quiere el majadero este por el brebaje? -preguntó el responsable al mando- Pues, ahora que lo dice -respondió el notario- no le he preguntado; yo tampoco -remachó el primero que había entrado en la choza-. Ande, entre, entre y pregunte, a ver el sablazo que nos va a meter ese desgraciado -ordenó el mandamás al mando-. Al poco, salió el “mandao”. ¿Y bien, de cuánto es el estacazo? -preguntó le “mierdamás” - ¡otro “palabro” neófito! -, no quiere dinero, el viejo dice que no quiere dinero -contestó el subalterno- ¡Bueno!, al menos es idiota, será “mago” pero es gilipollas -se volvió para sus adentros, el “mierdamás”, y caviló: de aquí saco yo tajada, pero claro, tengo que meter al notario que sabe que el viejo loco no cobra, bueno… ya se me ocurrirá algo-, ¡saquen los barriles y las botellas y vámonos de este maldito secarral! -añadió-.Mientras recogían los bártulos, el “mierdamás” en jefe, comentó, con desprecio y socarronería, al exhausto fedatario público: a ver cómo se va a enterar este cuidacabras de si hacemos o no lo que él ha dicho que hagamos, a ver cómo va a saber lo del “Gabinete de Crisis”, ja, ja, ja -rio- ¡será zopenco!: ¡decir la verdad!, sí, sí, eso está muy bien… ¡decir la verdad!, ja, ja, ja, ja -volvió a reír-, le enviaremos un “juramento formal” -rio de nuevo el más mierda de los presentes-.

Señor -se atrevió a interrumpir su interlocutor-, yo no estaría tan seguro… ¿Qué quiere decir? -respondió el aludido-, señor, el viejo dice que los enfermos deben tomar una tacita de las de “café”, al día, del jarabe de los barriles, a esta habrá que añadirle unas gotas para que surta el efecto deseado ¿Y bien… cual es el problema? El problema, señor, es que cada día las tazas llevarán un número diferente de gotas: un día puede ser una, otro día cuatro, al siguiente seis, luego otra vez una… y el brujo sólo nos dirá cada tres días, el número exacto de gotas que hemos de agregar durante los tres días siguientes, asegura que esto sólo lo hará si nos atenemos a sus instrucciones: “Gabinete de Crisis”, tal como lo ha detallado, y decir la verdad, tal y como lo ha exigido. Se irá al pueblo durante el mes que dure el tratamiento, desde allí estará, muy a su pesar -me ha insistido- atento a las noticias que a diario lleguen de España: si cumplimos, recibiremos, cada tres días, las cantidades para los tres siguientes; si no lo hacemos, la pócima no funcionará, ya que sólo lo hará con el número exacto de gotas añadidas cada uno de los días en particular, los enfermos morirán y, me aseguró, nunca volveremos a saber de él, ni en esta vida ni en la otra, así me encargó que le dijera, señor. Furioso, incrédulo, rebelado, rabioso… eran las sensaciones que revelaban la cara, entre rojiza y amoratada, del preboste que dirigía la expedición, cuándo escuchó todo lo que tuvo antes que oír.

(Continúa)

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