Lo mismo dicta sentencias en el Juzgado para el que trabaja en Galicia que te recomienda el divorcio porque las cartas del Tarot han dicho que tu matrimonio así no va a llegar a ningún sitio. De esta manera tan curiosa la magistrada titular del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de Lugo conciliaba su vida laboral con una vida familiar, digamos, con el mundo del esoterismo, y era capaz de compaginar las rutinas propias de los jueces convencionales con esas otras faenas más características de la gente que suele volar montada en una escoba.

A muchos, sin embargo, no les parecía razonable que alguien se dedique, por un lado, a un ejercicio tan riguroso como es el de la judicatura, cuando por otro se está practicando una actividad tan estrambótica como la de extraer de una baraja conclusiones sobre si alguien padece de la vesícula o si le acaban de poner los cuernos. Pero igual que no existe en España ninguna ley que impida ser cardiólogo y fumar tres paquetes de tabaco al día, tampoco se le prohíbe a nadie impartir Justicia en una Audiencia por las mañanas mientras por las tardes se sienta delante de una bola de cristal a ver qué tal andan las cosas por las regiones del más allá. Por eso en principio ni la van a inhabilitar en sus funciones jurídicas ni creo que le vayan a retirar el permiso para adivinar el futuro (en la medida que lo adivine.)

Entretanto, ignoramos si los métodos que emplea esta señora para resolver las sentencias se basan en los supuestos jurídicos tradicionales o si también consulta los arcanos del Tarot para aclararse sobre si hay que absolver o condenar al acusado.

Lo único que pasa es que si se combina la legislación vigente con las suertes de la brujería, en las universidades habría que empezar a plantearse la creación de un departamento de Derecho Zodiacal y, naturalmente, poner manos a la obra para aprobar una nueva Ley de Enjuiciamiento que contemple admitir como atenuante la carta astral del procesado, o la prueba pericial de un experto en quiromancia contencioso-administrativa.

Y es verdad que, con las debidas cautelas, entre la Justicia y las ciencias ocultas se podría establecer una simbiosis que aligerara el enorme atasco que existe actualmente con todas esas causas amontonadas que, sometidas al veredicto del Tarot, quedarían resueltas en un santiamén. Pero en lo que el vudú y la telequinesia entran a formar parte de la jerga de los letrados, nos seguirá llamando la atención que haya jueces nigromantes, como nos la llamaría que el Fiscal General del Estado, después de colgar la toga en el perchero, se dedicara a amaestrar pulgas en un circo.

Con todo, se vuelve a abrir el debate sobre la embarazosa frontera entre la vida pública y lo que se haga en los ratos libres. Así que habrá que darle la razón a Jardiel Poncela cuando sentenciaba que "sólo practican bien el ocultismo aquellos que ocultan que son ocultistas."

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