Marco Antonio Velo
En la prematura muerte del jerezano Lucas Lorente (I)
La ciudad y los días
Mientras escribo se cuentan 95 muertos y decenas de desaparecidos en Valencia a causa de la más devastadora DANA del XXI y tercer desastre natural por número de fallecidos tras las riadas de Biescas (Huesca) en 1996 y el Turia en 1957, con 87 y entre 80 y 100 víctimas. Los tópicos medievales sobre la fragilidad de la vida y la veleidad de Fortuna Imperatrix Mundi nunca han dejado de ser ciertos. ¿Lejana la Edad Media y sus terrores? En muchos sentidos sí, en otros no. Pensemos en los siglos XX y XXI. ¿Epidemias? Pese a los extraordinarios avances científicos la gripe de 1918 mató a entre 50 y 100 millones de personas. Un siglo más tarde, en 2020 y 2021 murieron 15 millones de personas por la pandemia de Covid, el mundo se paró y las calles de todas las ciudades quedaron fantasmalmente desiertas. ¿Guerras? El siglo XX conoció las dos más mortíferas y con más víctimas civiles de la historia. ¿Bestiales tiranos? Ninguno mató tanto como Hitler, Stalin y Mao. ¿Barbarie y crueldad? El Holocausto marcó el punto más bajo de inhumanidad y barbarie –racionalizada y tecnificada– de la historia. ¿Apocalipsis? Las armas nucleares pueden destruir el planeta como recordó Putin, ahora ayudado por Kim Jong-un con tropas de Corea del Norte: “Los oponentes de Rusia deben recordar que tenemos armas capaces de alcanzar objetivos en su territorio. Todo esto amenaza con [desatar] un conflicto con armas nucleares y, por tanto, la destrucción de la civilización”.
Se está produciendo la tragedia de Valencia dos días antes de Todos los Santos. Hace seis siglos escribía Pedro Carrillo de Huete, halconero mayor y cronista de Juan II de Castilla: “Dos dias antes de Todos Santos, en el año de 1434, començo una fortuna de aguas e niebes en Castilla... E duró esta fortuna fasta syete dias andados de henero del año de 1435... E de tal manera que en todo el reyno pensaron ser fundidos de las grandes abenidas, que tales fueron que nunca los honbres tal vieron; que los arroyos que no solia correr agua se tornaron rios caudales, e los rios parescian braços de mar. E fundieronse muchas casas... E murió mucha gente... E murieron muchos ganados... E quedó la gente tan espantada e tan temerosa que nunca honbres estuvieron”. Cuando todo pase y los muertos se entierren, vendrá la batalla política: “Un mensaje de alerta de la Generalitat que llegó muy tarde”, titulaba ayer Las Provincias.
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