En tránsito
Eduardo Jordá
Opositar
A plena sombra
Nuestra añorada Concha Velasco, cantaba aquello de Mamá, quiero ser artista dentro de la comedia musical del mismo nombre que se estrenó en el teatro Calderón de Madrid en 1986, no todo era Movida. La historia, simple hilo argumental de unas cuantas canciones y bailes, es la de una chica de provincias que llega a Madrid con su madre con el afán de convertirse en una estrella del espectáculo.
Mi abuela María fue también madre de artista, no lo digo por mi mamá, que cantaba poco o nada, sino por una de sus hermanastras que fue de gira en los años cincuenta del siglo pasado con una compañía de espectáculos donde cantaba en plan folclórica, por cierto, en la compañía se encontró al amor de su vida, nada menos que un rapsoda, para el que no ubique el término: recitador de poemas. Ahí es nada, a ver dónde encuentran ustedes hoy a un verdadero rapsoda.
Los tiempos cambian y las profesiones también. Ahora las niñas quieren ser artistas pero de las redes sociales. La cuestión es dar un pelotazo en Tik Tok con un bailecito o hacerse influencer en Instagram, básicamente llevarte todo el día haciéndote fotos, desde que abres los ojos en la cama hasta que te acuestas por la noche, retransmitiendo en directo tu presunta vida, con comentarios más o menos ocurrentes.
Otra profesión, derivada de ese mundo virtual, que ha cobrado auge en los currículos de Linkedin, es la de “creador de contenidos”, básicamente se trata de darle el apelativo de profesión a escribir cosas en las redes, pongamos una definición más aparente: “persona encargada de elaborar contenido original y atractivo con el fin de posicionar una marca y conectar con la audiencia”, vamos lo que hacían los de Mad Men en la Avenida Madison en los años sesenta, o sea, un publicista de toda la vida. Con la diferencia que Don Draper ganaba un pastón y la mayoría de los “creadores de contenido” trabajan gratis.
Por cierto, cosa tan moderna ha revitalizado algo tan medieval y rural como el trueque. Tú hablas de mi bar y yo te invito a comer (a todos los influencers les da tarde o temprano por lo gastronómico); sacas mi marca y te mando un lote de productos a tu casa, y así. Es verdad que la cosa suele empezar gratis, hasta que llegas a un número tan considerable de seguidores que las casas comerciales comienzan a buscarte e, incluso, a pagarte dinero por contenidos. Bueno, ya sabemos que en redes se mercadea con paquetes de seguidores e incluso te garantizan “me gustas” por dinero, pero eso es otra historia.
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