Descanso dominical
Javier Benítez
Volver (y I)
Me viene a la memoria aquella escena: el capitán Nathan Brittles pasa revista por última vez a sus hombres, que formados ante él en un perdido acuartelamiento del Oeste americano le obsequian con un bonito reloj de plata. El viejo Nathan se jubila y aunque ha pedido por escrito seguir en el ejercito la respuesta parece que no llegará nunca; luego, en distintas escenas de la película, se verá al viejo oficial consultar aquel reloj, cuyas manillas avanzan inexorablemente hacía el día y la hora de su jubilación oficial. En las anteriores líneas me refería a “La legión invencible” (She wore a Yellow Ribbon), una obra maestra de John Ford y que seguramente Carmen Amaya, como gran cinéfila recordará.
No he podido evitar rememorar la mencionada escena, no sé si acertadamente o no, pues como el capitán Brittless también ella, Carmen, ha llegado a esa etapa final de su carrera profesional. Un momento emocionante en el que ha estado arropada por sus amigos y compañeros que la han homenajeado y entregado algún que otro presente a la manera de aquel reloj que se mencionaba más arriba. Pero hasta ahí las similitudes con la película, pues si Brittles en una de las escenas finales, cuando se pierde en el horizonte ya jubilado y es alcanzado por un jinete que le trae aquella ansiada carta donde se le autoriza seguir en el ejercito ( vamos lo que nosotros llamaríamos “el reenganche”) Carmen, consciente de que es virtud saber cuando se debe poner punto y final a una etapa y no prolongarla innecesariamente, ha sido ella la que ha marcado los tiempos para saber cuando decir, siempre con elegancia y escogiendo el momento oportuno, hasta pronto.
Carmen parecía predestinada a dedicar su vida laboral a una institución cultural tan singular como la Biblioteca Municipal de Jerez. Hacía 1983 del pasado siglo, entre las imágenes que aparecen en uno de los capítulos de la serie de TVE “Esta es mi Tierra”, el titulado “Jerez y el Bajo Guadalquivir”, ya podemos identificarla entre aquellos adolescentes que abarrotaban la sala principal de dicha biblioteca estudiando o leyendo ( la rica colección bibliográfica de dicho centro público fue en cierta manera la gran responsable de su pasión por la lectura). Por cierto unas imágenes que son las últimas que se rodarían en la antigua sede de esta Institución en la jerezana plaza de la Asunción. Estaba claro que el Destino señalaba a nuestra querida amiga por donde iban a ir sus futuros pasos. Conocí a Carmen unos años después, y compartí con ella el ilusionante proyecto bibliotecario que se abrió en Jerez a partir de 1986, cuando se inauguraba su nueva sede en la plaza del Banco y se procedía en 1992 a la apertura de las instalaciones de la red de bibliotecas públicas, entonces pionera en la provincia de Cádiz y una de las primeras redes de Andalucía ( proyecto que encallaría lamentablemente años después). Han pasado, he pasado junto a María del Carmen Amaya muchos años donde los momentos buenos, la mayoría, han alternado con otros difíciles y que ella, a las duras y a las maduras, vivió con discreción, eficacia y un alto sentido del servicio público. Muchos años, como decía, aunque cuando se echa la vista atrás todo parece haber pasado muy deprisa, demasiado deprisa, como si se redujera a un fugaz instante.
En todo caso y de dicho periodo, que no es sino una parte significativa de la historia de la Biblioteca Municipal más antigua de Andalucía, debe sentirse orgullosa esta ejemplar funcionaria, como nos sentimos de ella los que la hemos acompañado en algún tramo de ese trayecto, de su trayecto vital. Y aquí lo dejo. 'Un admirador, un esclavo, un siervo, un amigo….”, sobre todo un amigo (como diría López Vázquez, y perdón por el nuevo guiño cinematográfico) querida María del Carmen.
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