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Los árboles y el bosque

Ignacio García

Mayores (II)

Decíamos aquí hace 15 días: Hay que decidir qué queremos para nuestros mayores. O almacenarlos y mirar para otro lado o darles calidad y dignidad en su etapa final. Vayan unos apuntes breves sobre la cuestión.

En nuestra cultura numerosas encuestas demuestran que los mayores prefieren en general envejecer en familia. Es lo menos que se les debe: potenciar su estancia con los suyos, o sea, dar facilidades para el cuidado en el domicilio. Hay que recuperar y superar los objetivos iniciales de la recortada Ley de Dependencia y, sobre todo, no feminizar el cuidado asignando sistemáticamente a las mujeres el rol de cuidadoras.

Pero no nos engañemos. Por diversas circunstancias, y cada vez más, es necesario recurrir a una residencia para el bien del mayor. Y en muchas de estas residencias/negocio es donde más mayores han muerto por la Covid. ¿Por qué la mayoría de las residencias son privadas? Pues, lamentablemente, porque administraciones de todos los colores decidieron por comodidad y complicidad ceder la gestión a la interesada iniciativa privada. Con ello, parte del dinero dedicado a los mayores no se gasta en ellos sino que va a beneficios sin que importe, si se tercia, apoyarse además en una cierta explotación de los trabajadores. En cualquier caso, debería haber mucha más inspección – técnica, laboral y contable– sobre las condiciones de funcionamiento de las residencias de mayores. Habrá que analizar también la relación de éstas con el sistema sanitario.

Lo que no puede ser es llegar a la aberración de, con más o menos “finezza”, justificar lo ocurrido con los abuelos en que tienen que morir y no merece la pena gastar en ellos. O, como se ha llegado a escribir, pedirles “como un último servicio a la patria” que se expongan a morir para que la economía funcione.

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