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Antonio Gómez Moreno / Presidente De / Madre Coraje

Hacia una nueva sociedad

OS invito a soñar sobre la sociedad del futuro, aquella sociedad que sea la alternativa de la sociedad que actualmente tenemos, la sociedad que corrija todas las imperfecciones de la actual y que elimine desde una ética consecuencialista los dos mayores males que tiene nuestra sociedad. Por una parte, los países empobrecidos son cada vez más empobrecidos por el afán de ganancias de los más enriquecidos. El otro gran mal es el incremento del deterioro del ecosistema de nuestro planeta hasta el punto de amenazar el futuro de nuestras próximas generaciones.

Las desigualdades sociales siguen creciendo. Jamás se ha producido tanta riqueza en el mundo y nunca hemos tenido un número tan elevado de pobres: Más de 900 millones de personas viven bajo la línea de pobreza (2 dólares al día). En América Latina, el número de ellas aumentó en 10 millones entre 1990 y 2000.

Y así ¿hasta cuando?... La única alternativa que tenemos es proponernos, de una vez por todas, ir hacia una nueva sociedad más justa, que esté basada en la utopía del amor responsable. Utopía entendida como una meta con posibilidad de ser alcanzada en el futuro, paso a paso, pero sin tregua. El amor responsable es el amor entendido desde los principios de la igualdad, la solidaridad, y la gratuidad, entre los hombres y en el respeto a nuestro medio ambiente.

Para llegar a esta nueva sociedad, en donde reine la civilización del amor, es necesario conseguir una democracia generalizada, privilegiar las necesidades humanas respecto a las ganancias y lograr la interculturalidad.

Tomando como referencia nuestro principio de igualdad, la nueva sociedad debería cumplir con la democracia generalizada.

La democracia debe estar generalizada en todas las relaciones humanas. En las relaciones entre países, a través de una ONU sin privilegios, sin derecho a veto de ningún país, donde todos los países tengan una participación igualitaria. Democracia en el campo de la economía, para que unos pocos no tomen las decisiones que afectan a muchos, como ha ocurrido recientemente con el último escándalo por bancos y entidades financieras, por el ansia de ganancia y el defecto de control de los organismos competentes. Democracia política más participativa, en la que los recursos económicos no debe ser una moneda de cambio para ganar unas elecciones. Y que prevalezca entre los políticos el espíritu de servicio, la verdad y la honestidad.

Democracia participativa en todas las instituciones sociales, culturales, religiosas y sobre todo en las relaciones de género entre el hombre y la mujer, basadas en el Principio de Igualdad.

Tomando como referencia nuestro principio de solidaridad, la nueva sociedad debería cumplir con privilegiar las necesidades humanas respecto a las ganancias

Privilegiar las ganancias, frente a las necesidades humanas, como ocurre actualmente en nuestra sociedad, trae como consecuencia la acumulación del capital, cada vez en menos manos y con más poder, hasta el punto de reducir el poder de los gobiernos a límites insostenibles para ejercer su función social, basada en la justicia social, democracia y sostenibilidad ecológica.

Privilegiar las necesidades humanas sobre las ganancias tiene consecuencias prácticas tanto sobre la producción, como para la distribución de bienes y servicios. Para hacerlas más justa se puede conseguir a través de un control colectivo de las mismas, de acuerdo con fórmulas que, sin llegar a la estatalización, consigan una organización económica regida por el reconocimiento de que la economía debe ser la actividad destinada fundamentalmente a producir las bases de una vida física, cultural y espiritual de todos los seres humanos, basada en el principio de solidaridad.

Tomando como referencia nuestro principio de gratuidad, la nueva sociedad debería cumplir con la interculturalidad.

La interculturalidad significa dar posibilidad a todas las culturas (incluidas la de los pueblos indígenas), a todos los saberes, a todas las filosofías, a todas las religiones etc., para que participen en libertad de forma igualitaria, sobre la base del respeto mutuo, con comprensión, pero también con intercambio y generosidad, sin esperar nada a cambio unas de otras.

La cultura occidental no puede seguir siendo la única valiosa y hegemónica, imponiendo modelos de pensar y de consumir. El intercambio con otras culturas nos va a permitir cuestionarnos los valores de la cultura dominante, y enriquecernos con los valores procedentes de otros.

Es el enriquecimiento de la convivencia y el intercambio entre las diferentes culturas y distintas formas de pensar, desde la apertura, la tolerancia y el mestizaje, por el que se beneficiaran todos los hombres y favorecerá una convivencia en paz en el mundo, basada en el principio de gratuidad.

Eduardo Galeano cuenta que un labrador comentó:

La utopía me aparece siempre en el horizonte.

Pero si camino dos pasos, ella se aparta otros dos.

Si avanzo diez, también se aparta diez.

¿Para qué sirve entonces la utopía?

El compañero responde: Para hacerte caminar.

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