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Tribuna Cofrade

Ignacio García Pomar

La ciudad

CON ese título, Manuel Chaves Nogales escribió su primer libro.En él desgranaba en párrafos concisos y brillantes un análisis certero de la ciudad,su ciudad, de donde se iba en aquellos convulsos momentos.

Lo traigo a colación porque es muy difícil ser objetivo a la hora de valorar, criticar y juzgar aquello donde crecimos, vivimos y es lo que más queremos. Por eso en muchas ocasiones nuestros juicios y consideraciones sobre Jerez, en nuestro caso, no son extraordinariamente certeros. La pátina de lo subjetivo lleva a enconados comentarios que rara vez alumbran algo interesante.

Hay que ser un genio como Chaves Nogales para escribir sobre lo que más quieres con la sutileza y el cristal limpio de quien se sitúa en ese espacio intermedio que conoce desde lo más profundo, valorando esa realidad sin la pasión de la sangre ni el resentimiento de quien se ve sojuzgado por los suyos.

Chaves Nogales  describió, como he dicho, con clarividencia lo que era su ciudad en los años treinta del siglo XX, pero podría haber traído a estas líneas a Antonio Núñez de Herrera ,el poeta maldito que nos contó como nadie lo hizo nunca, la realidad religiosa y sociológica de la Semana Santa sevillana de la época.

Se trata de dos escritores bastante incomprendidos durante décadas en su ciudad pero a los que finalmente se ha hecho justicia y hoy por hoy aportan sus obras al corpus fundamental de las mismas y que ya son valorados por el conjunto de la sociedad hispalense cofrade.

En nuestra ciudad hoy quiero recordar a un pregonero que se fue a la gloria este año y que es responsable de que Jerez tenga una obra maestra que fue el pregón de la Semana Santa del año 1985.

El pregón de Manuel Rios Ruiz fue una obra tan magistral como incomprendida donde este premio nacional de poesía desgranó a través de una metáfora tan bíblica como poética de Dios como el aire que da vida a este mundo, la realidad a sus ojos de las treinta hermandades que componían por aquel entonces nuestra Semana Mayor.

Delicias tales como entender a la hermandad del Prendimiento como “Copla y cintura del aire”, “Cristal y escalofrío del aire” dedicado al Nazareno o “Rumbo y melena del aire”, obviamente inspirado por el Cristo de la Expiración son solo tres ejemplos de la treintena de versos que estructuran una realidad poética de la ciudad transformada por su esencia en las cofradías que la conforman.

Es una visión limpia y exquisita preñada de la esencia flamenca del aire de su tierra.

Desde estas humildes líneas recomiendo fervientemente su lectura y lo reivindico como obra importante y en gran parte olvidada por las fuerzas vivas de las hermandades en la actualidad. No se entendió en su día porque quizás era algo tan grande que trascendía incluso la dimensión de un pregón de Semana Santa.

Manuel Ríos Ruiz vio y observó la ciudad, su ciudad, vio y observó el acontecimiento más relevante que se celebra una vez al año pero que la estructura y conforma. Asimiló recuerdos de su infancia con realidades actuales vistas desde la diáspora y actuó pariendo una obra memorable para gloria de Jerez.

No me resisto a comentar la magistral definición del palio de la Soledad:

La Virgen, La Soledad,

¡Qué bulería de palio!

Y por supuesto el epílogo dedicado a la Hermandad de la Piedad, que con el título de “Gloria y presagio del Aire” nos lleva a una amalgama de sentimientos ,gozos y nostalgias en una catarata genial de versos tan sencillos como rotundos . Poesía pura en tanto en cuanto conmociona nuestros sentidos por la palabra.

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