Las orcas y los orcos

Entre lo sagrado y la destrucción hay una misteriosa enemistad eterna, como entre el arte y la nada

La Cueva de las Orcas ha sufrido otro ataque de los orcos. También conocida como la cueva de Atlanterra, es una valiosa pieza del arte prehistórico, con pinturas que se remontan al Paleolítico y otras de la Edad de Bronce y de Hierro. Es de pequeñas dimensiones, pero de inmensa importancia. Datando del magdaleniense superior algunas de sus figuras, estamos ante el origen del arte europeo, coetáneo de las pinturas de Altamira. Y esto es lo que unos vándalos, unos orcos, han dañado caprichosamente con unos graffiti idiottas. Han arañado a la cierva de época Paleolítica, con un mínimo de 18.000 años de antigüedad.

No es la primera vez que la Cueva de los Orcos recibe un ataque. Ya quedó muy dañada en 1993, 2003 y 2008. Es muy probable que ese lugar, que es un magnífico observatorio de la playa de Zahara y de África y que serviría para otear la entrada de los atunes, fuese también una capilla para el culto, un lugar dedicado a la oración y al rito. Eso explicaría algo el trasfondo oscuro de los ataques vandálicos, pues entre lo sagrado y la destrucción hay una misteriosa enemistad eterna, la misma que entre el amor y el odio, entre el arte y la nada, entre el fervor y la rabia.

Ahora recordamos que la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía se comprometió a garantizar su protección, como exige la Ley del Patrimonio Histórico Español, con un cierre efectivo. Que nunca se hizo efectivo. Esperemos que los daños no sean irreparables, para poder agradecer dos cosas a tanta inoperancia.

La primera, las dos veces que he podido visitar con mis hijos la Cueva de los Orcos, tan fácil es el acceso. Y no lo digo por los niños pequeños, sino porque, si yo soy capaz de trepar a algún sitio, cualquiera puede. Qué emocionante entrar, sin barreras ni intermediarios, en un espacio sacro de 20.000 años con unas vistas magníficas con tus hijos de cuatro y cinco años, y explicarles unas pinturas que les llegaban, porque venían de la infancia de la humanidad. Es de esperar que tanta facilidad deje de ser posible por culpa de los orcos; pero nosotros llegamos a tiempo de disfrutarla.

Luego está, precisamente, esta parábola amarga sobre el arcano de la libertad del hombre y su tendencia imbécil al mal. ¿Acaso los macarras de los graffiti son tan incapaces de entender el privilegio que era estar allí que no podían estar sin destrozarlo? Lo de la manzana del Paraíso fue muy parecido.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios