HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Del sexo al seso

30 de junio 2008 - 01:00

NO quisiera parecer antes mis lectores adictos y adeptos como un cuerpo glorioso en la venturanza del Más Allá, pero les aseguro que el sexo no me ha obnubilado el seso en ningún momento de mi vida, y no lo digo como una ganancia sino como una pérdida. (Confío en que una errata no convierta esta pérdida en una perdida.) En la vida interesan muchos asuntos principales, algunos con bastante fuerza, y el sexo está entre ellos, sin que deba ser un obstáculo para disfrutar de otros placeres que ennoblecen y engrandecen al alma. El problema, para quien lo considere tal, es no tener otra afición aparte del sexo y que termine como una adicción peligrosa. Y aburrida. El sexo es causa de aburrimiento e insatisfacción constantes, cuando se tiene como entretenimiento principal de la vida. De ello viven las multinacionales de la pornografía y de los artilugios mal llamados eróticos. El erotismo es al sexo lo que las élites cultas a las capas ínfimas de la sociedad.

El erotismo es un arte de la inteligencia y aun del talento; el sexo no precisa ningún saber que no aprendan de manera natural los seres vivos, en particular los animales superiores. Ahí han encontrado una mina inagotable las multinacionales del sexo. Nunca me ha parecido mal que se mueva mucho dinero en pornografía, en agua de Lourdes o en rosarios de Fátima. Siempre redunda en bien de los ricos, que son, nos guste o no, quienes le solucionan la vida a los pobres dándoles trabajo. El progresismo despistado apoya la pornografía como una libertad, pero sobre todo porque con Franco estaba prohibida, y apoya las manifestaciones del falso "orgullo gay", que, hasta en la traducción del nombre, estúpido y cursi, es un calco norteamericano y que representa el brazo incorrupto en Europa de las empresas millonarias del sexo de Estados Unidos. Sea usted libre y demócrata para esto.

Si se tratara de las multinacionales del petróleo, del creacionismo o de los científicos que investigan armas nuevas, los sindicatos saldrían a la calle escandalizados porque Franco no le puso pegas a estas cuestiones. Si se tratara del tráfico de drogas, ¿qué hacer, si es el medio de vida de los guerrilleros que luchan contra el Imperio Americano? Los imbéciles siempre están dispuestos a hacer una guerra para defender la pornografía y no para controlar el petróleo que permite las empresas de pornografía. España nunca ha necesitado pensar porque cree en el paternalismo, sea de Fátima, de las productoras de sexo o de las drogas de los guerrilleros. Las contradicciones son inevitables, pero no hagamos de ellas una política, un engaño para los indefensos, para los ingenuos e inferiores que no se enteran de que sexo, petróleo y droga vienen a ser lo mismo: negocios.

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