Últimamente estamos leyendo y escuchando numerosos comentarios sobre el valor cultural tan grande que existe en la Cartuja de Jerez y muchos se cuestionan sobre el estado de su patrimonio. No cabe duda que la preocupación de los especialistas es fundada, ya que desde el S. XV que se fundó nuestra Cartuja, se conserva un valioso tesoro que está en el Monasterio hasta nuestros días y que le toca a la Diócesis de Asidonia-Jerez cuidar y proteger ante los fieles, para que así el edificio se mantenga vivo para lo que única y exclusivamente fue construido. Este tesoro y patrimonio que hace de aquel lugar algo inaudito e impactante es la vida monástica que allí reside desde los Cartujos hasta nuestras Hermanas de Belén. Cada esquina, cada piedra, cada talla, cada celda, cada claustro, cada dependencia, tiene sentido, fue creado y tiene vida tanto en cuanto se pone al servicio del Sagrado Silencio que custodia la Clausura Monástica. Ese silencio que allí se respira quiere gritarnos que es necesario pararse de vez en cuando y hacer silencio interior para poner paz en nuestras vidas y poder escuchar la voz amorosa del Dios que nos ama. El inventario patrimonial más preciado que tiene la Cartuja son los corazones de unas monjas que cada día y cada noche lo elevan a Dios cargado de las alegrías y las penas de muchos jerezanos, son sus rostros alegres que pacifican el alma de quien las visita, las manos y los pies de unas mujeres que con su propio trabajo y el sudor de su frente cuidan y miman cada rincón del Monasterio llamando a todas las puertas del mundo pidiendo fondos para que la Cartuja esté siempre en el mejor estado de conservación posible, y unos labios que elevan cantos y oraciones al Señor, inundando el alma de serenidad a quien las escucha. La Cartuja es un Bien de Interés Cultural (BIC), cuya misión es conservar y proteger la Vida Monástica en Clausura, que es un Bien de Interés Espiritual (BIE) que tiene Jerez de la Frontera.