Programación Guía de la Feria de Jerez 2024

Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

¿Desesperado o inaceptable?

Llevamos un tiempo, los lectores y un servidor, reflexionando sobre la situación política en la que se encuentra España, meditando conclusiones y planteándonos posibles decisiones; y lo cierto es que, no sé ustedes pero yo sí, me siento muy desconcertado. Confuso, sí, ante la irrefutable gravedad de lo que nos está pasando, de lo que nos cae y se nos viene encima. Porque, aun no siendo protagonistas directos de los atropellos, desmanes o socaliñas que acaecen cada día, lo que ocurre, nos está sucediendo absolutamente a todos los que aquí vivimos, lo comprobaremos más bien pronto que tarde.

Somos, los españoles, dados en exceso a dejar que sean otros, el destino, el Hado o el vecino, los que enmienden o arreglen determinados asuntos problemáticos que, bien nos resistimos a asumir como tales, bien nos da pereza acometer, o bien aquellos para los que consideramos como solución la procrastinación. Pero, como es evidente, las cosas no son ni funcionan, ni mucho menos se solucionan, por medios semejantes.

Me siento, sí, bastante desesperado. No sabría decirles, con exactitud, el grado en el que esta sentir me ocupa, pero estoy convencido de que empieza a ser preocupante. En cualquier caso, me inquieta, también, saber hasta dónde nos podemos permitir la desesperación, es decir, en qué momento nuestra conciencia, en este caso moral y ética, va a sugerirnos, más bien exigirnos, tomar una decisión que, sin tapujos ni dilación, nos desmarque de los colosales despropósitos con los que, cada uno de los días que pasan, enterramos más hondo el mañana al que todos deberíamos, no sólo tener derecho, también opción cierta.

Uno de los más grandes pensadores de todos los tiempos -así sigue siendo universalmente reconocido, aun después de más de dos mil cuatrocientos años desde que nos dejase su filosofía-, escribió: “Sólo a quien tenga carácter, cualidades y comprobada honestidad se le debe confiar el gobierno, y los gobernantes han de estar sometidos a la ley. El Estado en el que la ley se halla por encima de los gobernantes y estos son súbditos de ella, florece próspero y dichoso, con todas las bendiciones de los dioses”, el autor se llamó Platón, lo que he citado lo escribió en uno de sus magistrales 'Diálogos': 'Político', y lo reafirmó en otro: 'Leyes'. En este, una de sus obras postreras, escribió también: “Los Estados que aprueban sus leyes en bien de las clases particulares respectivas y no para el provecho de la Ciudad entera -en tiempos de Platón las ciudades griegas eran Ciudades-Estado independientes- no son, en realidad, auténticos sistemas de sana administración, sino facciones o partidos, y su noción de la Justicia carece de significado”.

Por lo que sé, Platón no fue novio de Isabel G. Ayuso, ni perteneció al 'Partido Popular' ni a 'Vox' ni a ningún otro de los que forman la actual Oposición a Sánchez, por lo que sus opiniones no debieran ser consideradas como parte de una conspiración de la 'derecha reaccionaria', la 'ultraderecha desbocada' o una 'conjura de los fachas todos'. Las mentes funcionales y aún no prostituidas entenderán que se trata del sano y edificante criterio de una mente privilegiada, que veía las cosas como eran, y así lo decía; llamando al pan, pan y vino al vino.

Para no extenderme en demasía sobre los muy sabios consejos del fundador de la Academia de Atenas -la primera Universidad de la Historia-, terminaré con esta cita, clara, nítida y notoria -valgan las redundancias , si las hubiere-: “Más, como el ideal mencionado -se refiere a las características descritas en las citas anteriores- requeriría un saber y una competencia más divinos que humanos, hemos de contentarnos con un sustitutivo, es decir, con la dictadura de la Ley: el gobernante administrará el Estado ateniéndose a la Ley, y esta debe ser soberana, absoluta e independiente, y el hombre público que la viole será condenado a muerte”.

No creo que sea necesaria ninguna aclaración, tan sólo, después de volverme a preguntar si estamos ante lo desesperado o, ya, frente a lo inasumible; abogar por una sugerencia: que en vez de mandar al patíbulo a quien haya faltado a lo dicho por Platón; o sea: el gobierno al completo, con su mandamás a la cabeza, todos sus falaces socios de investidura, más cuarto y mitad de los cargos públicos de un partido que anda por los rincones esgrimiendo no sé qué de 'socialista …' y 'obrero …' y 'español …'; los condenen a una sesión continua e interrumpida oyendo -porque no se puede 'escuchar' lo que nada dice- las hilvanadas, lógicas, deductivas y muy juiciosas faramallas de la modelo de dialéctica parlamentaria conocida por 'La Yoli'; al séptimo día, si no han enloquecido aún, les obligarán a visionar -tipo “La naranja mecánica de Stanley Kubrick- veintisiete telediarios seguidos de TVE, lo que fue la televisión pública, la de todos los que la pagamos. Con honestidad platónica, creo que sería castigo suficiente.

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