Tribuna libre

Mauricio Gil Cano

Escritor

La voz universal de Fernando de Villena

Poesía de la buena, es decir, muy bien escrita, con alma, profunda y elegante, encontrará el lector en el volumen ‘Acerca de los días’ (Ediciones Carena, 2020), de Fernando de Villena (Granada, 1956). Aquí el autor reúne seis poemarios, cuatro de ellos inéditos, escritos entre 2014 y 2020.

El primero, ‘Morir por mi demanda’ aglutina composiciones de tema religioso. Versos que son oraciones, nacidas del corazón y florecidas de belleza. Ansias de seguir una vida verdadera, de encontrar una zarza ardiente y dejarse envolver por su divino fuego. El poeta siente en todo la mano de Dios, lastimado por el paso del tiempo, mas también agradecido “por el don de la vida y su dulzura”. No faltan referencias a la armonía y a la plenitud ni en los búcaros las flores. Me detengo en esta última imagen porque el poemario que cierra el libro se titula precisamente ‘Búcaros de ceniza’ e integra versos de insondable tristeza. La cara y la cruz de una misma moneda, aunque, a decir verdad, el autor mantiene en casi todo momento la esperanza. 

 El segundo poemario, ‘Estampas de vejecia’, acoge versos que reflejan el paso de la existencia, a caballo entre la lucidez de la edad y el temor a la vejez, tras haber descubierto la grandeza del silencio y la dicha de lo esencial. Al autor le duele España y le puede la amistad. Poemas de muerte y vida, de brindis y recuerdos, de vulnerabilidades y certidumbres, descriptivos y dialogantes, nocturnos y luminosos, conforman una miscelánea lírica de palpitante intimidad. 

Bajo el epígrafe ‘Noticias que me duelen’ se agrupan versos urgentes, de vocación periodística, que vienen a glosar aspectos de la actualidad informativa que han causado especial indignación al autor. Quien nos dice que se trata del más imperfecto de sus poemarios, porque “en los textos que lo conforman no hay belleza, faltan brillantes metáforas y un léxico escogido”. Puede ser. En todo caso, expresan un punto de vista que obedece a una intensa sensibilidad y dan rienda suelta a emotivas sensaciones de rabia e impotencia ante ciertas atrocidades. 

A Fernando de Villena lo leemos como a un clásico. Es un maestro en el decir, un mago de la palabra, que sabe acompasar el ritmo de las sílabas con la métrica del corazón. Ha bebido de los clásicos españoles, sobre todo, de los siglos de oro, y eso se nota en la factura de sus versos, en el dominio de las formas tradicionales. Entre otras estrofas, es autor de magistrales sonetos, como los que abundan en ‘La luna en la enramada’, donde el creador inserta su poética: “la escritura no es recreo,/ sino lucha titánica, dureza/ y rectificación de cuanto es feo”. 

El quinto poemario, ‘Libro de las peregrinaciones’, recoge a modo de postales líricas, descripciones de lugares por donde Villena ha transitado y que le han causado honda impresión. La fascinación por el oriente impregna poemas como los dedicados a Fez o a Rabat. Pero también hay una fascinación americana, por la América con historia —que diría Juan Ramón—: La Florida, Cuba, Costa Rica… Asimismo, viaja al alma de Galicia y a otros lugares: Ronda, Venecia, la sevillana torre de don Fadrique, etc. Por fin, en ‘Búcaro de cenizas’, el autor vuelve a los desengaños, a la meditación ante la senectud y la muerte: “Y al final en un búcaro/ de míseras cenizas se resume/ la ardua lucha de toda una existencia”.

Entre el autorretrato y la confesión, hemos llegado al final del libro, lleno de poemas memorables. Fernando de Villena es autor además de una vasta obra narrativa, compuesta de veintitrés títulos. Ha cultivado también el ensayo y la crítica. Su numerosa obra poética la ha ido agrupando en volúmenes diversos. Como él mismo dice: “Siempre ha sido mi vida la escritura”. 

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