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Cádiz

Vivaldi por Beltrán/Tubío

  • Piezas clásicas registradas por la familia Carrasco

Portada de la web de Eurodelta, con la imagen de fernando Bermúdez, el socio de Carrasco.

Portada de la web de Eurodelta, con la imagen de fernando Bermúdez, el socio de Carrasco.

La música de un autor pasa a formar parte del dominio público 70 años después de su muerte. Es decir, las composiciones de los más grandes clásicos son de todos y de nadie, pero, sobre todo, al no ser de nadie se puede hacer grandes cosas con ellas. Ahí, según la investigación policial, aparece Eurodelta, que parece ser una idea magistral de Fernando Bermúdez, que en la web de la empresa figura como "empresario desde 1989, que fue director de banca con presencia en el registro de altos cargos en el Banco de España. Su experiencia como empresario ha contribuido de forma determinante en el éxito que Eurodelta está teniendo en el mercado. También es compositor y miembro de la SGAE. Antes de EurodeltaMusic, fue promotor de giras de grandes orquestas en España, caben destacar la Royal Philarmonic Orchestra de Londres, o la Sinfónica de Berlín".

La música de un autor pasa a ser de dominio público 70 años después de su muerte

Desde Eurodelta, según la investigación, llevan años creando versiones a partir de esos originales que generan nuevos derechos durante 25 años. De hecho la Ley no obliga a que esta versión sea demasiado diferente, basta con cambiar unas notas aquí y allá, agregar orquestación en la partitura y la SGAE acepta que se vuelva a registrar. De esta forma, por ejemplo, en la SGAE la sonata en sol menor número 7 de Vivaldi aparece a nombre de Ana María Beltrán y Gloria Tubío, esposa de Fernando Bermúdez y madre de Manuel Carrasco respectivamente. También aparecen en el Rondo Caprichoso de Beethoven, del que cobran derechos por su interpretación. Este hecho, denunciado hace cuatro años por eldiario.es, cobra más relevancia tras la detención del pianista gaditano.

La SGAE cuenta con sus propios expertos para comprobar que las piezas clásicas hayan sufrido alguna variación sobre el original antes de admitir su inscripción, pero, en la práctica, la cantidad de solicitudes es de tal magnitud que en ocasiones no tienen tiempo material de llevar a cabo ese estudio. Parece que Carrasco y su socio, junto a sus familiares, llevan años registrando a su nombre decenas de obras clásicas a las que realizan variaciones mínimas. Que no pare la música ni el tintineo del vil metal.

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