Pasaje de Amores

Lunes Santo de íntimos matices

LOS ESPLENDORES pasados en la jornada dominical dan lugar a un día sereno donde el sentido lectivo impone su poderosa potestad. No se ven cofrades de azul, y sólo las chaquetas responden a la obligada uniformidad de los ejecutivos de los bancos y a los representantes de comercio. El contacto semanasantero hay que dejarlo para las horas vespertinas cuando el reclamo costalero haga acudir masivamente a San Marcos. Como los templos del día - salvo el del apóstol evangelista - quedan apartados, es mañana de visitas rápidas, de escasos agobios y mínimos esplendores.

Lunes Santo de Madre y Señora del Socorro, copatrona de un Jerez antiguo, con sabor a pueblo, que asienta la realidad de un pretérito sabiamente asimilado para significar otro punto de la ciudad, allí donde el Jerez comenzó a conquistar parcelas de nueva identidad urbana. Lunes Santo sencillo, con muchos matices, muchos más que las simples y bellas exhuberancias costaleras que tanto gustan, que tanto dan que hablar y que tanta atención distraen. Porque el Lunes trae efluvios de barrio, de hermandad de todos los días, de bella Candelaria, que ha ido conquistando parcelas de interés y trascendencia, desde una Plata jerezana, donde ha ido creciendo para lustre de un día que marca un claro punto de inflexión. Candelaria del maestro Manolo Prieto, el gran escultor desconocido de Jerez y, sin embargo, uno de los más acertados. En esta Semana Santa de gustos interesados y de postulados equívocos se elevan a las máximas categorías vulgares hechos y a sus pobres ejecutores se les ha encerrado en el más absoluto de los olvidos; son grandes autores, que con sus sabios y acertados planteamientos estéticos podrían haber llenado de magnificencia un hecho artístico grande y trascendente. María Santísima de la Candelaria así lo atestigua. Ese transcurrir, después de las bullas de Tornería, por Porvera hacia Lealas, es una página imprescindible en la historia de una Semana Santa de Jerez, con excesivos capítulos repetidos e insustanciales.

Lunes Santo lectivo, de lento deambular y que llega a sus máximos cuando una Hermandad testimonia, en todo su recorrido, una realidad cofradiera distinta, alejada de las alharacas al uso y ofreciendo una estampa única e irrepetible. Amor y Sacrificio, rigor enlutado desde Madre de Dios, ascética realidad dulcemente transmitida en la conciencia distinta de otro sentir nazareno, compromiso de amor en una sociedad con demasiados desajustes. Véanla bajar por calle Sol, deambular por el dédalo de San Miguel y desembocar en Las Angustias.Lunes Santo de atardeceres por el Arroyo, de catedral nueva, recuerdo antiguo de colegial jerezana. Lunes Santo de Cristo de la Viga, estampa vieja de un pueblo ensolerado en el tiempo, joya que hay conservar para ser legada en su verdadero esplendor. Cristo único, lleno de rigor creativo y de poder expresivo. Tesoro único de una Semana Santa de imposibles encuentros.

Lunes Santo de Sacramental Cena, de esencia semanasantera, de lección mágica desde las cuatro esquinas de un paso, monumento vivo de un arte imperecedero que, aquí sí, encumbró a su escultor, que deja de ser patrimonio de una hermandad para pertenecer a la historia inmediata de todo el pueblo. Paso para ser contemplado en toda su magnitud y que yo aconsejo lo hagan en la mañana de este Lunes de Santas esencias.

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