Diario de Pasión

Tras el amanecer llegó de nuevo la desesperanza

LA Noche de Jesús representa para la Semana Santa jerezana una de las jornadas cofrades más especiales. La oscuridad como protagonista, el silencio de las calles, la aparente calma de la ciudad y la noche más completa del año por delante. Como dicen, en la variedad está el gusto, por lo que los contrastes que deja la Madrugada en el pensamiento cofrade es la representación del saber estar de hermandades con personalidades tan diversas como las que procesionan en la extensión del Jueves Santo -o en el temprano Viernes, según se quiera ver-.

El comienzo de la noche es el principal ejemplo de ese contraste de formas de vivir la pasión en Semana Santa. Y no hace falta salir del mismo barrio para comprobarlo. En torno a la medianoche, tras un Jueves Santo protagonizado de nuevo por la lluvia, los partes meteorológicos señalaban una tregua a la Madrugada, por lo que la gente empezaba a darse cita para ver a dos hermandades con personalidades diferentes. Por un lado, en torno a la majestuosa iglesia de San Miguel, la cofradía reina del silencio, austeridad y sobriedad, la del Santísimo Crucifijo de la Salud. Con tan solo tres calles de diferencia, la capilla de La Yedra estaba a punto de ser el origen de todos los aplausos y vítores de la alegría que causa la Reina de La Plazuela a su caminar por cualquier rincón de Jerez.

Con quince minutos de diferencia, debido a un pequeño chaparrón en la zona, y ante un silencio y oscuridad que pesaba, conmovía y ponía los vellos de punta, las puertas de la inmensa iglesia de San Miguel se abrían y una estremecedora imagen sacudía a todos los cofrades presentes.

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