Diario de Pasión

Cuatro años después

  • Al sol no se le vio, si bien la brillantez la pusieron las cofradías de una jornada que no se disfrutaba entera desde 2010

SE acabó lo que se daba. Este año sí. La corazonada que tenía el que suscribe se hizo realidad. La mejor Semana Santa de los últimos años en lo que a lo climatológico se refiere, tuvo su apoteosis final con un Viernes Santo espectacular en todos los sentidos, en el que ni lo gris del cielo, que no nos permitió avistar el sol en toda la jornada, ni los augurios de algún cenizo, pudieron recortar un ápice de su espectacularidad. Pero vayamos por partes para desglosar lo que supuso esta última jornada de nuestra Semana Mayor.

A las cuatro de la tarde abría sus puerta la Parroquia de las Viñas, en el populoso barrio del mismo nombre, para que comenzara su estación de penitencia la hermandad de la Exaltación. Con un genuino sabor a barrio y una alegría desbordada, nadie diría que en los aledaños de la antigua fábrica de botellas es Viernes Santo. La fila de nazarenos de túnicas blancas y capa y antifaces azules avanzan camino de El Pelirón buscando el centro de la ciudad mientras el paso de misterio, a las órdenes un año más de Manuel Jesús Tristán, y a los siempre magistrales sones de la Agrupación Musical de la Sentencia, salía el Señor de la Exaltación. Tras ellos, la Señora del Barrio, la Virgen de la Concepción Coronada, hacía lo propio con Isaac Núñez al martillo y con la novedad de la Sociedad Filarmónica de Jaén en el apartado musical (atentos a esta banda que se estrena en Jerez, con un repertorio de lo más exquisito). Una vez pasada la Parroquia de Fátima, donde los hermanos de la Paz fueron el año pasado, nunca mejor dicho, su Refugio, hicieron una entrada en Carrera Oficial sencillamente espectacular. La recogida en su templo, a eso de las dos de la madrugada, dejó bien claro lo que siente el barrio, y con él todo Jerez, por esta cofradía.

¿Y qué decir de la Hermandad de Loreto? Contrapunto ascético a la algarabía que llega de las Viñas y del Campillo, con un morado y romántico cortejo, de hechuras que podríamos denominar casi decimonónicas, y que viene desde la parroquia de San Pedro, en pleno corazón de la Albarizuela. Este año, por fin, hemos podido contemplar la soledad de María ante la Cruz, la verdadera protagonista de la liturgia del Viernes Santo, la María del “stabat mater dolorosa iuxta crucem lacrimosa”, la María que está junto a tantas y tantas cruces y crucificados de nuestra historia y nuestro ahora. Con una exquisita puesta en escena, que incluía una capilla musical, y recuperando la presencia de miembros del Ejército del Aire acompañando a su Patrona, que recordaban tiempos cada vez más lejanos, la hermosísima Dolorosa, que este año ha estrenado una corona de plata, bendijo a nuestra ciudad con majestad sencilla, sin estridencias,

Con la humildad de unos hermanos y una cofradía que saben bien lo que tienen que hacer y, lo que es más importante aún, lo hacen.

En San Telmo, la vieja y típica ermita de barqueros y pescadores donde las gentes de la mar se encomendaban a su patrón, San Pedro González Telmo, hay una considerable multitud a las cuatro y cuarto esperando a que aparezca El Cristo (¿hay que añadir lo de la Expiración? Con decir simplemente ‘El Cristo’ ya se entiende) y su Madre, la Virgen del Valle Coronada, para que acaricien el rostro de un Jerez muy necesitado de buenas noticias. Estrenando una bandera pontificia en el cortejo, un año más a los sones de Agrupación Musical San Juan y sobre su ya clásico monte de clavel rojo y sus candelabros tintineantes, el Cristo se hizo presente en el centro de la ciudad. Tras Él, la figura de San Juan Evangelista, el popular Juanillo, con rostro de estar absorto en sus pensamientos, quizás pensando en las palabras del Maestro: “Al tercer día, resucitaré”; portado por los jóvenes de la Hermandad, cantera de los que un día llevarán al Cristo sobre sus hombros. Y, por fin, Ella, la Morena del manto rojo, a los sones de la banda de Palomares, hermana honoraria de la corporación de San Telmo desde el pasado 29 de marzo tras 35 años consecutivos acompañando a la Señora del Valle. La vuelta por Cruz Vieja y Cerrofuerte hasta su sede canónica fue simplemente antológica, llena del mejor sabor cofrade de Jerez. 

Otro de los grandes focos de atención del día estaba al final de la Porvera, en la Victoria, donde la Hermandad de la Soledad, de honda raigambre histórica y devocional en nuestra ciudad, y que este año cumple cuatrocientos cincuenta desde su fundación, se disponía a realizar su estación de penitencia a partir de las siete y media de la tarde. A destacar el numeroso y ordenado cortejo de nazarenos y la presencia en ambas presidencias de una nutrida representación de mandos de la Guardia Civil. El espectacular del paso de misterio que realizara Luis Ortega Brú, un auténtico retablo ambulante, salía por la puerta de la calle Ponce poco después de las ocho de la tarde, con 48 hombres a las órdenes de Jesús Sánchez Lineros, y acompañados por la Banda de Cornetas y Tambores Caridad y Amor de nuestra ciudad. Poco tiempo después, y mientras el elegante cortejo morado y negro avanzaba buscando la calle Guadalete y el Mamelón, hacía su aparición la Señora de la Soledad, bellísima como siempre, con treinta almas bajo las trabajaderas que la mecían como una sola a la voz de Martín Gómez y los sones de la Banda del Nazareno de Rota. La Carrera Oficial y, sobre todo, el regreso a su templo por los angostos rincones de Cruces y Tornería supusieron una especie de éxtasis cofrade para quienes comprobaron in situ el paso de la cofradía por dichos puntos.

Y, por fin, después de tres largos años de ausencia debidos a las inclemencias del tiempo, hemos podido disfrutar al cien por cien de la hermandad de la Piedad en las calles de nuestra ciudad. Una fila de negros nazarenos, imagen del luto de un Viernes Santo, y las representaciones de las Hermandades y Cofradías de nuestra ciudad, el Cabildo Catedral con monseñor Mazuelos al frente y el Ayuntamiento de la Ciudad, anteceden la inigualable urna que realizara Juan Laureano de Pina y que contiene el cuerpo del Cristo yacente, muerto, camino del mismo sepulcro donde al tercer día sonará el grito estentóreo de Dios a la humanidad que es la Resurrección de Jesús, la confirmación de que el absurdo y la muerte no tienen la última palabra. Como novedad, el acompañamiento por vez primera de la Banda de Cornetas y Tambores Santa María Magdalena. Tras la urna, y como acertadamente mencionó José María Castaño es el atril del Villamarta, “la Virgen de la Piedad obra el extraño prodigio de hacernos ver que en Jerez y un Viernes Santo los pasos de palio también saben llorar por las calles...”. Era el momento del clasicismo y del culmen estético que supone el duelo que acompaña a la Señora de la Piedad dentro del palio único e inigualable que bordaran las hermanas Antúnez, acompañada por la música de la Banda de Música Acordes de Jerez.

Tiempo habrá en estos días que vienen para los sesudos análisis, contraanálisis, estadísticas, conclusiones, exámenes de conciencia y demás divagaciones sobre la Semana Mayor que acaba de finalizar. 

Ahora sólo nos queda seguir saboreando estos extraordinarios días que acabamos de vivir, gracias a Dios sin tener que echar mano al paraguas ni tener que estar con el corazón en un puño, y pensar que, sólo en 344 días, es decir, el 29 de marzo del próximo año 2015, las puertas de la Escuela de San José volverán a abrirse a las espaldas de San Marcos para dar paso a una nueva Semana Santa que, esperamos, sea tan espectacular como ésta que acabamos de disfrutar. Ojalá haya suerte.

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