Tribuna libre

Enrique Rubio García / Neurocirujano

La violencia es una enfermedad del cerebro

Decía Cajal, que mientras "nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio".

El cerebro es la estructura más compleja que existe en el universo. Las neuronas que lo componen tienen una organización tan complicada, que era de esperar que su función también lo fuera. "El cerebro es el órgano de la mente".

Según Damasio, el cerebro funciona bien cuando gestiona automatismos. Respirar, andar, ingerir. Pero cuando entran en acción los pensamientos, la imaginación, el razonamiento, las emociones o las intuiciones, el mundo parece derrumbarse

Una parte del cerebro es emocional e inconsciente, preocupada sobre todo por sobrevivir y fuertemente unida a nuestra visceralidad. La otra es el cerebro cognitivo, consciente, racional y volcado en el mundo externo. Estos dos cerebros son independientes entre sí, cada uno de ellos contribuye de manera muy distinta a nuestra experiencia de vida y a nuestro comportamiento.

Desde la humilde ameba hasta el ser humano, nacemos con automatismos suficientes para conservar la vida sin aprendizaje previo. La búsqueda de la energía, defenderse y reparar las lesiones recibidas, son los postulados básicos para mantener nuestra biología.

Darwin mantenía que estamos condenados a vivir dentro de nuestro cerebro con el de los animales que nos han precedido en la evolución. Cada una de estas partes del cerebro esta inhibida por otra de aparición posterior, de forma que cuando se rompe este equilibrio, predomina la parte más primitiva.

El lóbulo frontal, el último en aparecer filo genéticamente, inhibe al lóbulo límbico y al de los reptiles y la ruptura de este equilibrio conduce al descontrol emocional

La integridad estructural y biológica cerebral son imprescindibles para que no sólo los automatismos, sino también las funciones mentales o superiores, funcionen adecuadamente.

La relación entre lesión cerebral y enfermedad fue puesta de manifiesto hace un siglo y medio.

Paul Broca vio que la lesión de la tercera circunvolución cerebral frontal producía trastornos severos y persistentes del habla y en EEUU, en 1848, un capataz del ferrocarril, Phineas Gage, se perforó el cráneo con una larga varilla de hierro que le hizo un enorme agujero de la convexidad del cráneo, lesionándole severamente ambos lóbulos frontales. Vivió como 15 años más con indemnidad corporal pero con severos trastornos mentales. De ser él un hombre de 25 años, considerado el más eficiente y capacitado del equipo en la opinión de sus jefes, se tornó en bebedor, incumplidor, incapaz y sobre todo, agresivo y embustero.

Una lesión del cerebro alteraba severamente la mente pero no el resto de las funciones cerebrales. Teníamos, pues, que determinadas lesiones cerebrales producían lesiones focales, trastornos del habla y en otros, eran capaces de alterar la mente.

Todos los neurólogos y neurocirujanos hemos tenido ocasión de ver este cuadro repetidas veces y no por traumas como el sufrido por Phineas, sino, por hemorragias, trombosis, infecciones e intoxicaciones del cerebro.

Podríamos extrapolar el caso de Phineas a la violencia que a todos los niveles, vivimos en nuestros días. La violencia que estamos viviendo no se explica sólo por un trastorno de la educación, de la pérdida de valores, del enfriamiento de la religiosidad, y por tanto no la vamos a reparar educando al mundo.

Nos encontramos ante una lesión, física, química o biológica del cerebro que altera nuestra mente y por tanto cualquier programa educacional está condenado al fracaso.

Múltiples trabajos de investigación y de observación demuestran que conviven en nuestro cerebro virus de la familia Herpes durante años, a los que nuestro sistema inmunitario es capaz de controlar mucho tiempo, pero periódicamente se rompe este equilibrio y nos lesionan, con herpes cutáneos, encefalitis y en el decir actual son posiblemente responsables de las enfermedades demenciales como el Alzheimer. Esto lo mantiene entre otros el profesor Fernando Valdivieso, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, y posiblemente también sean responsables de algún tipo de tumor cerebral.

Por otra parte, la continúa intoxicación a que nos somete la industrialización puede ser total o parcialmente responsable de los disturbios mentales, entre otras muchas enfermedades. L. Pani, en el Molecular Psychiatry del año 2000, afirma: 'Existe un desajuste entre el sistema dopaminérgico que ha permitido a nuestro cerebro evolucionar y las condiciones ambientales actuales en los países industrializados, que están alterando este sistema', y Lynn Margulis y Sagan culpan a las dioxinas de múltiples lesiones cerebrales y del resto de nuestra biología.

Yo no creo que esto deba asustarnos, sino más bien ilusionarnos. Saber que nuestros problemas de conducta no son un castigo de los dioses, sino una serie de enfermedades cuya causa podemos encontrar y curar o evitar, con el mismo éxito que hemos tenido con múltiples enfermedades como la poliomielitis, la difteria, el ulcus gástrico y muchas mas, y tener un hombre con madurez cerebral que le permita tener equilibrio entre la razón y la emoción.

Quizás un equilibrio emocional ideal fuera ya expresado hace 3.000 años.

Quién en medio del placer no siente deseo, quién ha abandonado todo impulso, temor o cólera; quién ni odia ni se entristece. Éste esta sólidamente en posesión de la sabiduría.

'Mahabharata, en el Bhagavad-Gita o Canto del Bienaventurado'.

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