Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Desconozco las costumbres de los habitantes de otras ciudades, y además, como lo que toca en esta columna es hablar de las cosas de Jerez, pues en Jerez y los jerezanos me centro, porque somos de lo que no hay.

Jerez y sus ciudadanos tenemos la costumbre de aparecer en masa en los eventos festivos señalados en el calendario (Feria, Semana Santa o Navidad) para después desaparecer como por ensalmo, dejando la ciudad cualquier domingo o fiesta de guardar como si hubiese caído una bomba.

Es realmente triste el centro un fin de semana. Y yo, que trabajo en el corazón de Jerez, veo con desánimo el estado desolador de las calles, de los bares y terrazas, donde a partir de cierta hora, pongamos las 8 de la tarde o así, no hay un alma: tiendas cerradas, bares que pliegan demasiado pronto (no todos, claro), y pocos coches circulando.

Ante este panorama me hago la pregunta que se hacía mi madre: ¿de dónde sale tanta gente en Feria o Semana Santa?

Es cierto, los jerezanos somos muy, pero que muy poco dados a salir de casa cuando la noche se echa encima, y si esa tarde-noche es la del domingo, apaga y vámonos. Uno está deseando que llegue el lunes para encontrarse al menos con el bullicio diario, con las tiendas abiertas (las que sobreviven como pueden), las terrazas con gente que desayuna o va de un sitio para otro calle arriba o abajo, dando algo de esa vidilla que le falta los fines de semana o cualquier tarde-noche.

Nada de esto pasa un fin de semana si la Cuaresma llena de actos religiosos iglesias y capillas, o si el Real de la Feria anuncia juerga. Pero el resto del año, Jerez, en cuanto oscurece, se vuelve desierta y triste. Tampoco es de extrañar: no hay un cine, ni un centro comercial al que ir a tomar algo. Solo nos queda el teatro Villamarta. Entonces sí, el corazón de la ciudad late despacio antes de volver a su tedio y su letargo.

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