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Andalucía

El nacimiento del Plan Romero

20 de octubre de 1982. El Levante español amaneció arrasado por una enorme ola de agua y fango provocada por la rotura, por negligencia humana, de la presa de Tous, en la cuenca del Júcar. Por los televisores de aquella España que se sacudía la caspa y aireaba la pana empezaron a colarse imágenes dantescas de un trágico suceso que provocó 40 muertos y miles de damnificados que perdieron su vivienda en las inundaciones. La tragedia sobrecogió a los ciudadanos y las autoridades aprendieron una gran lección: quedaba mucho por hacer.

"Si aquí pasa lo de Valencia, aparte de que el presidente vaya al entierro, ¿qué hacemos?". La frase se le atribuye a Antonio Falcón, político comunista que entonces ocupaba la dirección general de Política Interior de la Junta de Andalucía. El receptor de la incertidumbre, más bien del convencimiento absoluto de que no existía plan alguno que coordinara eficaz y rápidamente toda la amalgama que conformaban la Policía, la Guardia Civil, ambulancias, bomberos y otros servicios de emergencia ante una catástrofe de tal magnitud, era José Rodríguez de la Borbolla, consejero de Gobernación.

Rafael Escuredo presidía el primer Gobierno autonómico. "Era el tiempo que se hacía política pública a golpe de necesidad", recuerda De la Borbolla, el responsable de promover hace 30 años la Comisión para el Estudio del Desarrollo de la Protección Civil, en definitiva, los cimientos sobre los que la Junta de Andalucía comenzó a explorar y a desarrollar la coordinación de los recursos procedentes de distintas dependencias y administraciones.

Rodríguez de la Borbolla, Antonio Falcón, "una persona con una capacidad de coordinación de equipos tremenda", y dos jóvenes médicos que traían "ideas revolucionarias", el sevillano Gabriel del Castillo y el militar onubense Carlos Álvarez Leiva, son los cuatros pilares de trabajo sobre los que se cimentaron las bases de trabajo de la Protección Civil en Andalucía, que tenía una fecha marcada en rojo en el calendario: la romería del Rocío del 83.

Para desarrollar la acción hacía falta un nombre: Plan Romero, un guiño al segundo apellido del político que llegó a ser secretario de organización del PCE, y una forma idónea de denominar a todo ese apoyo de fuerzas coordinadas creadas en torno a una de los eventos religiosos más multitudinarios de todo el mundo.

"Todo surge en una reunión con alcaldes de los municipios por los que discurre el camino, en la que el alcalde de Almonte comentó que él, con dos médicos y tres policías municipales, no daba abasto para lo que se movía en el Rocío", rememora Falcón.

Era la época dorada de la romería, un tiempo de incorporación de muchas nuevas hermandades y peregrinos llamados por el deseo de participar del fervor compartido en una de las manifestaciones religiosas más multitudinarias de todo el mundo, que pese a la afluencia masiva apenas contaba con una atención sanitaria más allá de la que hacía la Cruz Roja.

"Se están desplazando cerca de un millón de personas, pero van en condiciones muy precarias", le explicó De la Borbolla al joven Leiva, entonces capitán -hoy coronel en la reserva- cuando le invitó a formar parte de un proyecto que 30 años después sigue en pie con el mismo nombre pero con otras cifras. El dispositivo costó 4.091.000 pesetas, una cantidad que hoy resulta casi testimonial.

El Plan Romero que se activa desde mañana en las provincias de Cádiz, Sevilla y Huelva cuenta con unos 6.000 efectivos entre sanitarios, de Protección Civil, personal del servicio de Emergencias 112, Guardia Civil y de otros órganos de seguridad y apoyo logístico para cubrir todo el desarrollo de la romería.

Aquel Rocío del 83 no era uno más, no otro cualquiera. Después del Mundial de Naranjito y de la primera visita del papa Juan Pablo II a España, la afluencia se calculó cercana al millón de personas. "Habíamos estudiado y trabajado sobre la atención en catástrofes naturales y artificiales. Leiva y yo procedíamos del Servicio Andaluz de Emergencias. Estuvimos en el Mundial de fútbol, conocimos en Suiza el sistema de emergencias internacional... Y en cierta manera el gran reto era implantar lo que habíamos visto hacer en París, que traía consigo un concepto clave: la atención in situ. Es decir, no trasladar al accidentado al hospital más cercano, sino estar donde el accidentado", explica desde su consulta Gabriel del Castillo, a la postre el primer jefe de Servicio de Protección Civil en la Administración andaluza.

Lo primero, rememora el coronel médico en la reserva, "fue valorar los riesgos medioambientales y sanitarios de la romería. La gente acampaba en tiendas que iban una al lado de la otra y casi todo el mundo cocinaba con bombonas de butano con lo que si una ardía, las demás prendían por simpatía. Cualquier incendio podía arrasar casi toda una hermandad. Por aquella época, también, los pozos del camino no estaban controlados con lo que las diarreas, las disenterias y las gastroenteritis agudas eran riesgos muy importantes. Y a partir de ahí todas las patologías crónicas agudizadas por el terreno, asma, ataques epilépticos, como consecuencia del insomnio, del tabaco, del consumo... Además de partos, que todos los años había más de uno. No había ni dolor ni límites para ir al Rocío y en condiciones extraordinariamente precarias".

¿Qué había entonces para atender todas estas incidencias? "Los hospitales estaban más lejos y no estaban bien servidos, los caminos eran muy malos, los helicópteros sanitarios no existían, las ambulancias no estaban bien desarrolladas y, sobre todo, no había la capacitación médica ni de enfermería que hay ahora en la atención prehospitalaria". No era ésta una cuestión baladí. Un ejemplo da la medida: "Un traumatismo craneoencefálico a consecuencia de la caída de un caballo o el vuelco de una carreta sólo podría ser atendido a las tres horas y en Sevilla. Y en tres horas un paciente así muere".

"No se trataba de desplazar al accidentado al hospital, sino desplazar el hospital al Rocío, proporcionar una atención en el propio terreno. Era -incide Del Castillo- un concepto revolucionario pero tremendamente efectivo".

El eje de trabajo se montó en torno a una antena de clasificación -un hospital de campaña móvil levantado en medio de un campo de fútbol de la zona- que el Gobierno de UCD compró para el Mundial de Fútbol y que, recuerda Falcón, "el consejero de Gobernación logró que fuera cedida a la Junta".

Una unidad móvil, que parece tan habitual en grandes eventos de este tipo, obligó según Del Castillo "a modificar los conceptos y a hablar por primera vez en la Romería de un hospital de campaña, del heliotransporte, de ambulancias todoterreno, necesarias por ejemplo para los caminos de Cádiz, dispositivos desplazados con cada una de las hermandades...". Imágenes inéditas en aquella Andalucía de hace tres décadas.

Los beneficios llegaron solos. Fue un éxito, al que contribuyó decisivamente la Guardia Civil, porque "quien estaba muy grave recibía una atención prehospitalaria mejor, individualizada, de alta teconología y de recursos. Y al que tenía un problema leve se le atendía y podía seguir disfrutando de la romería", explica Leiva con el entusiasmo de quien revive vívidamente situaciones de extraordinaria rareza. "Es que la gente venía con la bolsa de diálisis: ¡buenos días, buenos días! ¡Que hoy me toca diálisis".

Como todos los principios, "la falta de recursos se suplió con enormes dosis de voluntarismo. Hubo apoyo y todo fue surgiendo de forma lógica. No teníamos competencias en Protección Civil pero había que dar una respuesta. Quedaba todo por hacer", recuerda Falcón de un tiempo bullicioso y comprometido.

Parte de la historia de ese "principio irrepetible", en palabras de Falcón, reposa en los archivos que De la Borbolla atesora en su despacho, donde acumula los discursos de toda su historia política hasta ser presidente de la Junta de Andalucía desde 1984 a 1990. El socialista sevillano revisa estos días un cuaderno de tapas verde -¡cómo no!- que recoge con esa tipografía nostálgica de las máquinas de escribir las bases de un Plan Romero que viajó fuera.

El propio coronel Leiva, toda una autoridad en la asistencia de emergencia en misiones durante conflictos bélicos o catástrofes, presentó el dispositivo en cursos y ponencias en Ginebra, París y Londres. Y, define el médico militar, "el patrón oro sobre el que después vino pivotando la labor asistencial en eventos como la Feria de Sevilla, la Expo 92, que también la diseñamos con los mismo parámetros o la romería de La Cabeza, en Andújar". "Contribuyó de una manera decisiva a generar una cultura de atención prehospitalaria y el embrión de los servicios integrados de emergencia cualificada, como el 061 y el 112", valora Del Castillo.

En el plano político, aquel Plan Romero 83 trajo consigo además el logro de sentar en una misma mesa a los responsables de las organizaciones de entes públicos, de fuerzas y cuerpos de seguridad, a gobernadores civiles y a políticos andaluces en una autonomía muy verde. Falcón, resume esa sensación de vértigo, convencimiento y entusiasmo de aquellos años: "Digamos que en algunos casos, sobre todo con los gobernadores civiles, la Junta tuvo que abrirse paso a codazos".

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