En 1976 La profecía fue una valiosa explotación del interés por lo demoníaco desatada por La semilla del diablo en 1968 y sobre todo por El exorcista en 1973. Evidentemente se trataba de estrujar el negro limón satánico, pero con clase: el guión de David Seltzer era muy bueno, Richard Donner la dirigió con solvencia, Gregory Peck y Lee Remick la interpretaron tan bien como sabían hacerlo y la música de Jerry Goldsmith -que le valió su único Oscar entre 17 nominaciones- era extraordinaria. Su éxito animó a seguir estrujando el limón satánico con tres secuelas progresivamente inferiores en 1978, 1981 y 1991 a las que siguió un fallido remake en 2006 y una serie televisiva en 2016.

Ahora, basándose en los personajes de David Seltzer, porque se trata de una precuela de aquel clásico moderno del cine de terror, los guionistas Tim Smith, debutante en el largometraje cinematográfico, Arkasha Stevenson, también debutante en cine como guionista y directora tras trabajar para la televisión, y Keith Thomas, este sí con amplia experiencia en el género como guionista y director de obras interesantes (The Vigil, 2019) o fallidas (Ojos de fuego, 2017), se han trasladado al origen de La profecía, es decir de Damien, apuntándose a la corriente iniciada por La semilla del diablo de embarazos satánicos que en estos últimos años ha derivado en historias de mujeres (a ser posible monjas) poseídas en el doble sentido de la palabra por el diablo; y añadiéndole un pellizco de intrigas esotéricas, clericales y seudo religiosas al modo del Código Da Vinci. Sumando, para que no falte de nada, una cierta manipulación gore de la iconografía cristiana (que imagino es como se ve desde una cierta modernidad analfabeta en historia de las religiones).

Recordarán ustedes que en la película del 76 Damien no era en realidad hijo de Gregory Peck y Lee Remick. Y supongo que no habrán olvidado lo que sucedía en un cementerio etrusco. Pues de esto, el origen de Damien, trata esta precuela. La acción, claro, se desarrolla en Roma, la ciudad en la que Damien nació. Y se ambienta en los convulsos años 70, los llamados años de plomo de rupturas, huelgas, corrupción política y terrorismo, intentando quizás (no queda claro) vincular el origen del mal demoníaco con la descomposición política y social.

La opción de los guionistas y de la directora Arkasha es opuesta a la de La profecía. Aquella renunciaba a los efectos especiales de El exorcista para tomar el rumbo del suspense casi policial -la investigación del origen de Damien- adornándolo con golpes de efecto de contundente violencia. Esta precuela, en cambio, toma el ya mencionado camino del actual terror  monjil y conventual, de orfanato y atmósfera gótica de casa del terror de un parque de atracciones.

El resultado es entretenido para quien exija poco y no haya visto La profecía, lo que le obligaría a comparaciones odiosas. Buena interpretación de Nell Tiger Free y gratas presencias de los excelentes veteranos Bill Nighy y Sonia Braga.    

El compositor Mark Korven, especializado en películas de terror –Cube, The Witch, Our House, The Lighthouse, Resident Evil: Welcome to Racoon City, The Black Phone, Night Swim-, intenta seguir los pasos de Goldsmith, especialmente en el uso de la voz, creando una banda sonora eficaz (aunque a años luz de la del maestro) a la que se agradece que apueste más por la creación de atmósferas que por el sobresalto.