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España-Francia | La crónica

España añade su primera Liga de Naciones a la estrella de campeonas del mundo (2-0)

Las jugadoras de España celebran el primer gol de Aitana Bonmatí.

Las jugadoras de España celebran el primer gol de Aitana Bonmatí. / David Aliaga | RFEF

Dónde mejor que en Sevilla, la cuna del legendario jugador número 12, ciudad en la que la selección masculina jamás ha echado de menos el aliento de su gente y tantas veces ha salido victoriosa. Dónde mejor que en el Estadio de La Cartuja, donde hace tres años y tres meses los españoles derrotaron por 6-0 a Alemania. Dónde mejor para que las campeonas del mundo sigan emulando el camino de gloria de sus compañeros y, después de traer la segunda estrella dorada de nuestro fútbol, también inscriban la palabra España en el palmarés de la Liga de Naciones femenina.

Lo hicieron con un bello e inapelable triunfo a una selección a la que jamás habían batido, Francia. En trece precedentes, sólo tres empates y diez derrotas.

Esta selección cambió el curso de la historia hace unos meses en las Antípodas, donde encontró la llave que abrió la caja de la gloria y de paso el corazón de todos los españoles, y no está dispuesta a parar. La siguiente estación fue en Sevilla, capital de España en cuestiones de selecciones balompédicas, que vibró con una fabulosa fiesta a la altura que hoy vuela un equipo que ya recitan de memoria las miles de chicas que le dan patadas a un balón en las escuelas desperdigadas por toda la piel de toro: Cata Coll, Ona Batlle, Irene Paredes, Laia Codina, Olga Carmona –el rostro de su abuela era el rostro del orgullo cuando saltó a la hierba con el balón de la final–, Aitana Bonmatí, Athenea del Castillo, Jenni Hermoso, Mariona Caldentey, Salma Paralluelo.

Y para completar el once, cuajando un partidazo, Laia Aleixandri para encaramarse a esa purasangre victoriosa que va a galope tendido. Otra más para un carrusel imparable. Como esa Vicky López que a sus tiernos 17 años ya se abre paso con su revoltosa melena de rizos.

La seleccionadora, Montse Tomé, repitió el once que derrotó a las neerlandesas la pasada semana en el mismo escenario. Y de nuevo plasmó España sobre la cuidada hierba cartujana ese fútbol académico, de buen gusto, seguro de sí mismo, que poco a poco, en cada lance, va convenciendo al de enfrente de que la estrella dorada no cayó del cielo porque sí. En el Mundial de Australia y Nueva Zelanda resultó clave el inesperado papel de Tere Abelleira como pivote y tanto en la semifinal como la final ante las francesas, Laia Aleixandri, mediocampista del Manchester City, le tomó el relevo a la centrocampista pontevedresa del Real Madrid. Sobre ella orbitó el juego, procuró el equilibrio táctico en una zona ancha donde las francesas trataron, sin éxito, de imponer su físico.

Hervé Renard, que fuera seleccionador de los combinados masculinos de Marruecos, Zambia o Arabia, dispuso a cuatro jugadoras muy agresivas arriba, Diani por la derecha, Bacha por la izquierda y Le Sommer acompañando a la potente Katoto por dentro. Pero las españolas ni se inmutaron. Las dos centrales, Paredes y Codina, dieron otro curso de cómo sacar la pelota con limpieza y serenidad y cuando hubo que ser duras con las espuelas, lo fueron.

Tardaron en soltarse las laterales, Ona Batlle y Olga Carmona, precisamente por esa agresividad inicial de las galas arriba, pero en cuanto Aleixandre empezó a conectar con Jenni Hermoso y sobre todo Aitana Bonmatí, el juego se volcó hacia el área de la tricolor de forma irremisible.

Avisó Irene Paredes al cabecear en el primer palo un saque de esquina que botó Salma Paralluelo desde la izquierda. Su testarazo impactó en la parte exterior del poste derecho francés.

Ya pasada la media hora, tras minutos de acoso y verticalidad, Mariona conectó con Jenni, ésta abrió a la izquierda a la incorporación de Olga Carmona y la sevillana sirvió un centro tenso y bajo que cazó la más lista de la clase, Aitana. Golpeo de clase innata, balón a la jaula y La Cartuja que estalla. Salma Paralluelo tuvo el segundo al minuto, pero el control se le fue largo y la portera Peyraud-Magnin tapó.

Francia se quiso rebelar a su destino tras el descanso, sacó ese orgullo patrio y quiso morder muy arriba. Amagó con dos dentelladas, pero la que volvió a golpear fue España con otra jugada coral con Aitana, Athenea y Caldentey, la goleadora, de protagonistas.

Ahí se quedaron secas las galas . Y ahí terminó de enseñorearse el aire festivo de las pobladas gradas de La Cartuja. 32.657 espectadores lo vieron en directo. Y toda España lo disfrutó. Qué orgullo de campeonas.

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