Radamel Falcao engrandeció su condición de artillero mundial con una actuación impecable en la final, en la que fue decisivo con dos golazos que dieron el título al Atlético y que ya tienen un lugar en la centenaria historia del club.
La final de Hamburgo, hace dos años, tuvo su héroe: Forlán, que marcó los dos tantos de la victoria al Fulham (2-1). En Bucarest también hubo un protagonista: Falcao, incansable en el esfuerzo, con ambición en cada carrera y con una pegada impresionante.
"Los pequeños detalles, la concentración y la efectividad serán determinantes", anunció en la previa el atacante, siempre prudente y tranquilo antes del duelo más importante del curso para el Atlético, sin dudas sobre él y su rendimiento antes de una cita en la que demostró todo su repertorio con un destino marcado: el gol.
En el minuto 7, cuando el partido se desarrollaba con más respeto que fútbol, caracoleó ante Amorebieta, amagó y se inventó un disparo a la escuadra de Iraizoz. La estirada del meta no valió para nada. Y en el 34, en su siguiente oportunidad, hizo el segundo. No necesitó más el 9 atlético. Controló el balón apurado, al borde del área pequeña, de espaldas a la portería, se fue para un lado, giró de tacón para el otro, dejó fuera de combate a Aurtenetxe y logró el 2-0.
Era su segunda final. Y no falló. "Radamel, Radamel, Radamel Falcao...". Estallaron los atléticos, eufóricos con un delantero que repite título y que se llevó el galardón de mejor jugador de la final.
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