Mercedes Cebrián: "Anuncios de Navidad, eslóganes... todo eso tiene tanto valor como las canciones que nos han acompañado"
RITOS COMO LOS DEMÁS. ‘Estimada clientela’ (Siruela) celebra la relevancia que la experiencia de ir de compras ha tenido y tiene en nuestras vidas. A caballo entre el ensayo y la crónica, en un tono que mezcla humor y nostalgia, Mercedes Cebrián (Madrid, 1971) nos pasea por los rituales de compra que forman parte de nuestro día a día. Comprar, asegura, es pertenecer al mundo de los vivos.
–Tanto como un recorrido por las tiendas de nuestra vida, ‘Estimada clientela’ es un viaje sentimental.
–A veces temía que sólo lo podría leer o entender gente mayor de 40, ya que es un libro que nace desde el temor a que el mundo que conocí desaparezca. Aunque hubo un momento revelador (que en mi caso fue en la tienda de Benetton en Roma), más bien se trata de un proceso gradual: las tiendas o las marcas de toda la vida van cerrando como una dentadura va perdiendo dientes. Yo recuerdo mucho la Unión Bolsera de Madrid (que vendía bolsas de papel y demás); o la papelería a la que iba de niña en Chamberí, con todos esos recordatorios de comunión –que es algo que también se ha perdido como tradición–, o las tarjetitas de luto... No es que quiera que haya tarjetas fúnebres, pero saber que algo se ha ido para siempre da un pellizco terrible. Mientras, el mundo que viene, en el que siento que por edad que estaré un poco de prestado, es algo que ya no tengo ganas de recibir o de hacer mío.
–Una de las cosas que apunta es que, por supuesto, es posible “ir de tiendas” sin comprar.
–Ir a mirar escaparates, ¿verdad? Es otra forma de decirlo. Que para mí también pueden llegar a ser un arte en sí mismos, tanto las pequeñas droguerías que tienen una manera de colocar los productos; u otros escaparates que lo que hacen son prácticamente esculturas gigantes... Pueden llegar a parecer una feria de arte contemporáneo.
Este libro nace desde el temor a que el mundo que conocí desaparezca"
–Habla también de las tiendas como refugio.
–Claro, el consumismo tiene esa terminación de adicción, como el tabaquismo; mientras que consumir es una acción neutra que se ha dado toda la vida. Yo quería aquí suspender los juicios de valor sobre nuestro consumismo compulsivo y centrarme en el aspecto sentimental. Y, por ejemplo, las tiendas tienen una importante cualidad de refugio; ya sea porque necesitas hacer tiempo, o te quieres resguardar del calor, o no puedes estar en casa... Vienen a cumplir también esa función que tienen las bibliotecas, los parques, las iglesias... Por eso mismo las tiendas grandes están también en el libro, no sólo quería recordar a la pequeña corsetería, sino ese lujo que es sentirte anónimo.
–Los grandes gigantes, algunos de los cuales, como el Sepu o Galerías, tampoco existen ya.
--Mientras que se mantiene el gigante de gigantes, El Corte Inglés. A El Corte Inglés yo le tengo mucho aprecio porque me ha acompañado toda mi vida:parece que una ciudad obtiene título de ciudad cuando le plantan uno. A la gente de mi generación les traía el mundo: era como una mini exposición universal, y luego el hecho de que tuviera una cafetería... Y, sobre todo, la Navidad con los juguetes; o eslóganes como el ‘Ya es primavera....’ Todo eso nos ha acompañado, y tiene tanto valor como las canciones de nuestra vida.
Las tiendas tienen también una importante cualidad de refugio"
–Hizo una encuesta para saber si el apego por el ir de compras era algo individual y resultó que no: que mucha gente tenía recuerdos agradables asociados.
–Este libro sirve para que la gente te hable y pueda recordar sus propias vivencias y eso le ocurre a todo tipo de personas. Podemos recordar cuando íbamos con nuestros padres a una heladería, o alguna anécdota, o siempre había alguna rutina, o la fascinación con algún escaparate. Recuerdo a un señor de Lugo, por ejemplo, que me contaba cómo fueron a ver los primeros vaqueros que habían traído a una tienda de confección... Todo eso está en la memoria colectiva.
–Este es un libro que atrasa –dice–, ya que muchas de las tiendas de las que habla habrán echado ya la baraja. Qué voracidad.
–Sí, y yo creo que es inevitable. No es sólo el tema de los alquileres, que también; sino que además hay un tema de negocios familiares, cuando los hijos ya no quieren seguir trabajando tras un mostrador con unos productos limitados, y que el resto de su vida sea eso. Por otro lado, empiezo a encontrar un tipo de tiendas que pone la gente simplemente porque se lo puede permitir y le apetece: un capricho, en vez de un medio de vida esclavo. Lo mismo llegamos a tener una especie de parque temático de lo que fueron las tiendas.
–Como se puede concluir con ‘Ninotchka’, no hay que subestimar el valor de un sombrerito absurdo.
–Joan-Carles Mèlich dice que en filosofía no se ha estudiado mucho nuestra relación con los objetos, a los que también dotamos de carga sentimental. Freud y otros hablaban del fetiche, sí, pero realmente se ha indagado poco en nuestra relación con ellos, y ofrecen muchas cosas sobre las que pensar.
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