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Christian felber. Economista

"El sistema va hacia el abismo, pero nosotros somos el freno"

"El sistema va hacia el abismo, pero nosotros somos el freno"

"El sistema va hacia el abismo, pero nosotros somos el freno" / javier albiñana

-¿Qué es la economía del bien común?

-Una economía que orienta sus esfuerzos hacia el bien común. El éxito se mide con el Producto del Bien Común en los países y con un balance del bien común en las empresas. El resultado está vinculado a incentivos legales o la prioridad en la contratación pública. Así las empresas más responsables, éticas y sostenibles podrán ofrecer sus productos y servicios a precios menores, obtienen una ventaja y sobreviven. Sería una economía ética de mercado, por fin, de verdad.

-Como modelo teórico lo inició en 2010. ¿Qué se ha conseguido en este tiempo?

-Tenemos actividad en casi 50 países, en los que hay 2.300 empresas que nos apoyan de forma oficial y 400 ya han realizado sus balances de bien común. Hay también muchos municipios que han adoptado la decisión de seguir esta metodología y más de un centenar de universidades están realizando investigaciones y aplicaciones. La Universidad de Barcelona, por ejemplo, está realizando el balance del bien común actualmente, aparte de clases. Ya hay gobiernos regionales tomando las primeras decisiones, siendo la más reciente la de la Consejería de Economía de la Comunidad Valenciana.

-¿Dónde está más implantada esta corriente?

-El foco está en Europa, pero también en América Latina y del Norte. Tenemos 24 asociaciones que promueven la economía del bien común desde Suecia hasta Chile. En Chile tenemos mucha esperanza porque contamos con el apoyo de dos ministerios.

-Su modelo defiende la dignidad humana, la solidaridad, la justicia social, la defensa del medio ambiente... Son valores que, en teoría, debería defender cualquier persona de bien. ¿Por qué no es el modelo imperante?

-Porque los economistas nos han hecho creer que todas estas cosas se generan automáticamente cuando desencadenamos la libertad empresarial y protegemos la propiedad privada. Pero con eso no es suficiente. Si quieres que haya dignidad humana, solidaridad, democracia, etcétera, hay que fomentarla y para ello hay que pedir a las empresas que informen sobre qué hacen para respetar y mejorar todos esos parámetros que comentábamos. A los que más cumplan hay que facilitarles la vida. Y también tiene que haber límites a la concentración de la riqueza y a la desigualdad.

-Sigue habiendo explotación laboral en los cinco continentes. ¿Estamos peor que antes?

-Hay indicadores que mejoran y otros que empeoran. La calidad de vida, la felicidad y la ética van en detrimento, lo cual conduce a la paradoja de que en los países más afluyentes, como Alemania o Austria, el 90% de la población desea un cambio del modelo económico. En estos países no hay hambruna de comida, pero sí de sentido y afecta a los ricos más incluso que a los pobres. Por eso tenemos aliados hasta en las elites de la sociedad.

-Se ha puesto de moda en las empresas la responsabilidad social corporativa. ¿Es real o pura fachada?

-Los primeros enfoques han sido de limpieza de imagen. Las mismas empresas que están tan empeñadas en que haya una protección legal de sus inversiones en el extranjero y que reivindican tribunales y tratados internacionales con miles de páginas no quieren nada vinculante relacionado con su buen comportamiento, la justicia, la cohesión social, o la igualdad de género. Estos aspectos quieren que sean solo voluntarios. Es una contradicción muy llamativa. Eso es un juego de intereses. Ahora lo que hace falta no es una protección todavía más estricta de la propiedad privada sino que es la hora de proteger más eficazmente los derechos humanos, laborales, el medio ambiente, la justicia social y la diversidad cultural.

-¿Hay mucha gente insolidaria en el mundo?

-Eso es una consecuencia lógica del capitalismo, porque socava las relaciones y las comunidades. La neurobiología ha demostrado que las buenas relaciones son la fuente más potente de la felicidad del individuo. Si se socavan con competencia y afán de lucro vamos a crear progresivamente el aislamiento y la infelicidad.

-Trump, el Brexit, nacionalismos en Europa... No ayudan nada a esas buenas relaciones.

-La llegada de Trump tendrá un efectobumerán. Cuanto peor sea, más movimientos sociales surgirán para refundar la democracia y establecer una sociedad libre y del bien común. En el mejor de los casos, Trump va a ser el culpable del éxito de la economía del bien común en EEUU.

-¿Está la sociedad más proclive a la búsqueda real de la igualdad?

-Sí. Hace 15 años la tendencia de la población era de excesos dentro del capitalismo y hoy en día la gente dice que el sistema va hacia el abismo y no tiene freno instalado. La economía del bien común no sólo es el freno, sino, más allá, la transformación del capitalismo.

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