Bloqueo político

De vuelta a las urnas

  • El Rey ha desistido de proponer un candidato a la investidura tras reunirse con los líderes políticos

  • Las del 10 de noviembre serán las cuartas elecciones generales en cuatro años 

El Rey recibe a Pedro Sánchez.

El Rey recibe a Pedro Sánchez. / EFE

El fiasco de la izquierda se ha consumado. Es la crónica de un fracaso político anunciado. La tortuosa negociación que han mantenido durante los últimos cinco meses, desde las elecciones generales del 28 de abril, el PSOE y Unidas Podemos ha desembocado en un siniestro total del que todos se culpan mutuamente.

La Casa Real ha comunicado este martes a las nueve de la noche que el rey Felipe VI ha desistido de proponer a ningún candidato a la investidura tras reunirse con los representantes de los partidos políticos y constatar que no prosperaría, con lo que las Cortes se disolverán el próximo lunes, 23 de septiembre, y se celebrarán otras elecciones generales el 10 de noviembre.

Sánchez ha asegurado esta noche en una comparecencia en Moncloa que “el país se ve abocado a la repetición de elecciones” y ha expuesto su decidida y truncada voluntad de formar Gobierno, "me lo han puesto imposible", aunque cunde la sospecha de que lo que realmente deseaba el líder socialista era este escenario prelectoral: las encuestas le sonríen (el reciente barómetro del CIS le da al PSOE hasta 140 escaños, un 30% del voto) y en las municipales, autonómicas y europeas del 26 de mayo se vino arriba y empezó a mirar con aire altivo a a su socio preferente, que se ha quedado compuesto y sin coalición.

Iglesias dice que Sánchez comete "un error histórico de enormes dimensiones por una obsesión con acaparar un poder absoluto"

Pablo Iglesias, con su exigencia en el panteón de los sueños rotos, ha afirm cariacontecido que Sánchez comete “un error histórico de enormes dimensiones forzando otras elecciones por una obsesión con acaparar un poder absoluto que los españoles no le han dado”.

Felipe VI culminó la tortuosa ronda de contactos con Sánchez. La intempestiva maniobra de Albert Rivera del lunes con su propuesta de abstención conjunta con el PP bajo tres exigencias agitó la coctelera de las cábalas y levantó ciertas esperanzas de que la enésima vuelta a las urnas no se consumara.

Rivera comentaba a primera hora de la mañana del amrtes en una entrevista en Telecinco que había remitido una carta “urgente” a Sánchez para reunirse antes de sus respectivas citas vespertinas con Felipe VI. El dirigente naranja se entrevistó el lunes con Pablo Casado dos horas y el máximo dirigente popular no le garantizó su respaldo a esa abstención conjunta, “solución de Estado” la llamaba Rivera, en una eventual investidura del presidente en funciones.

Las tres condiciones de Rivera (romper el Gobierno que lidera el PSE en Navarra con la aquiescencia de Bildu, no indultar a los “golpistas” catalanes y no subir los impuestos a la clase trabajadora) pusieron en marcha un vertiginoso y desaseado baile de contactos de última hora, aunque Casado ya le trasladaba el martes por la mañana al presidente en funciones que su partido no saldría del no a Sánchez La tragedia de la vuelta a las urnas empezaba a rumiarse.

Sánchez contactó por teléfono en la convulsa mañana del martes con Iglesias, Casado y Rivera. El secretario general de Unidas Podemos le certificó que sus 42 diputados -con los que, por cierto, tampoco sumaría Sánchez una mayoría suficiente para salir airoso de la ya desterrada investidura, aunque ERC (9 escaños) y PNV (6) se la garantizaban horrorizados ante la posible alternativa a la diestra que resurge- se abstendrían si no había acuerdo de coalición.

Unidas Podemos cree que el PSOE ha estado haciendo el “paripé” estos últimos cinco meses. “Los últimos acontecimientos hacen evidente que el PSOE estaba esperando a Rivera, nunca tuvo ganas de negociar”, ha declarado algo desacertada la portavoz adjunta morada, Ione Belarra.

Volantazo de Rivera

Sánchez afirmó el lunes ante el volantazo de Rivera (al que hasta hace unos días le parecía “de chiste” otra cosa que no fuera un no a la investidura de Sánchez, tal como repicó durante la campaña electoral) que no hay ningún “obstáculo real” para ser investido con la abstención de Cs, ya que sus tres exigencias están virtualmente cumplidas: en Navarra no hay ningún trato con los herederos de ETA, aunque permitan el Gobierno en minoría de la socialista María Chivite con Geroa Bai (PNV), entre otros. Ni el Ejecutivo socialista va a consentir, según Sánchez, otra cosa que el acatamiento del Govern a la inminente sentencia del procés. Ni piensa aumentar la carga fiscal de la clase trabajadora.

Una reacción la del número uno socialista que a Rivera le ha parecido una “tomadura de pelo a los españoles”. La tensa conversación que mantuvieron ambos ayer por la mañana ya dibujaba nítidamente el horizonte electoral del 10 de noviembre.

El golpe de efecto de Rivera, la necesidad de no ir a elecciones pasando por la virtud de sacrificar su veto a todo lo que huela a sanchismo en aras de la estabilidad, llegaba tras varios meses de atonía, de un estrafalario tira y afloja entre Sánchez e Iglesias, que despreció, por magra, una oferta de coalición en julio que nunca volvió.

Ciudadanos está además fracturado por su negativa a buscar una salida al laberinto de la investidura alfombrando al PSOE con la nariz tapada. En el camino se han quedado pesos pesados que apoyaban el apoyo pasivo a la investidura de Sánchez como mal menor. No parecía que Rivera estuviera muy interesado en unas elecciones con la casa sin barrer y unos sondeos con muy malas pintas...

Los españoles han sido convocados a unas elecciones generales tres veces en tan solo cuatro años y la del 10 de noviembre será la cuarta.

Ahora empezará una nueva función. La oposición en pleno coincide en que ésta era la meta de Sánchez, que alega que entre unos y otros le han puesto imposible la investidura. Los sondeos le mecen la cuna de sus sueños, pero la reacción del votante se antoja imprevisible, sobre todo por la izquierda.

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