Elecciones generales

Sumar pierde fuelle pero sigue siendo estratégico para un Gobierno de izquierdas

Yolanda Díaz llega a la sede de Sumar en la noche electoral del 23-J.

Yolanda Díaz llega a la sede de Sumar en la noche electoral del 23-J. / Kiko Huesca / EFE

La suma se ha quedado a medias. Muy a medias. El partido de Yolanda Díaz se ha colocado como cuarta fuerza en el tablero político nacional. Por detrás de Vox y por debajo de los resultados de Unidas Podemos en 2019. Pese a estos datos negativos, la coalición liderada por la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo (en funciones) seguirá cumpliendo una función estratégica en el bloque de izquierdas: ayudar al PSOE de Pedro Sánchez a mantenerse en el poder y con ello, validar de nuevo un Gobierno progresista.

La gallega que pasó de castaña a rubia y que se ha convertido en uno de los iconos de la moda en la política española –hay quien se refirió a ella como la Carmen Alborch del siglo XXI– será de nuevo pieza clave del gobierno Frankestein que Sánchez intentará repetir los próximos cuatro años. Los 31 escaños logrados servirán al bloque de izquierdas para alcanzar la mayoría absoluta en ese auténtico rompecabezas de acuerdos y alianzas. Tener garantizada su parcela de poder en el próximo Ejecutivo la pondrá a salvo de una más que probable purga en sus filas, especialmente desde Unidas Podemos, donde ha sido muy cuestionada por el que fuera otrora compañero de filas, Pablo Iglesias, antiguo líder de la formación morada y quien la nombró como sucesora.

El abrigo de Sánchez le hará tapar, por ahora, los malos resultados que Sumar ha registrado en estos comicios. Menos votos que los logrados por Podemos en 2019 y menos escaños. Valga en su defensa una de las conclusiones generales de estas elecciones estivales. El triunfo del voto útil que representa el bipartidismo, que ha hecho naufragar en sus aspiraciones a los dos extremos: Vox y Sumar.

Una ministra con 15 acuerdos

Todo hace prever que Yolanda seguirá echando de menos el mar. Ese mar gallego que ha formado parte de su paisaje habitual desde niña. Díaz lo refirió en una entrevista hace escasos años, mucho antes de la famosa plancha con la que se la ha vinculado los últimos días. Aseguraba que salir a la calle y no sentir cerca la presencia del mar, el rugir de sus olas y el olor a sal se le hacía muy difícil. Mucho más que las negociaciones entre la patronal empresarial y los sindicatos, de las que ha logrado sacar 15 acuerdos.

Yolanda Díaz en las declaraciones de este domingo electoral. Yolanda Díaz en las declaraciones de este domingo electoral.

Yolanda Díaz en las declaraciones de este domingo electoral. / Eduardo Parra / Europa Press

Negociación. Diálogo. Acuerdo. Tres palabras que esta gallega ha convertido en habituales en sus discursos. Y de las que ha hecho bandera desde que asumió en 2019 las competencias del Ministerio de Trabajo. Su círculo más allegado asegura que la apuesta por la negociación se la inculcó su madre, Carmela (nombre también vinculado al mar), afiliada a CCOO, sindicato del que su padre Suso ocupó el cargo de secretario general en Galicia.

Las siglas del PCE siempre estuvieron presentes en su casa (sus compañeras de partido la bautizaron como la fashionaria, por su fijación por la moda). Unas ideas políticas que defiende a día de hoy, pero dentro de esa “flexibilidad” que ha marcado su gestión y que le ha permitido, precisamente, hacer eso que le da nombre a la coalición que lidera: sumar. La fórmula la había experimentado antes. La puso en práctica hace una década, cuando desde Ezquerra Unida (EU) pactó una coalición con Anova, el partido de Xosé Manuel Beiras. Se llamó Alternativa Galega de Esquerdas (AGE). En 2012 se alzó como la tercera fuerza en el hemiciclo gallego. Bajo estas siglas, tres años después, integró a Podemos y Las Mareas, el movimiento ciudadano que logró importantes alcaldías en los comicios municipales de 2015.

Las piedras de Iglesias

Aquella integración no resultó pacífica. Demasiados comensales en una sola mesa. Un deja vú, pues este último año ha revivido idéntica situación con su nueva marca, por la que tantas críticas ha recibido de su anterior colega de filas, Pablo Iglesias, convertido en azote y al que tantas piedras en el camino le debe.

Desde que se puso al frente de Sumar, su lenguaje ha sido mucho menos agresivo que los de otras compañeras del ala izquierda. Llegó a reconocer que hubo fallos en la primera ley del Sólo sí es sí que provocó un cisma en el Gobierno. Patinó con aquel anuncio, a principios de la campaña, por el que quería expulsar de la profesión a los periodistas que publicaran noticias “falsas”. Una advertencia propia de régimen dictatorial. Ganó enteros en el debate a tres de Televisión Española, especialmente en el cara a cara con Santiago Abascal. Los resultados de este domingo le dejan un sabor agridulce. Podrá sumar con Sánchez, pero su liderato a la izquierda del PSOE sigue cuestionado.

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