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XXV Festival de Jerez

Como la vida misma

Eva Yerbabuena y Luis Moneo, en un momento del espectáculo.

Eva Yerbabuena y Luis Moneo, en un momento del espectáculo. / Manuel Aranda

De unos años a esta parte, Eva Yerbabuena deambula por un concepto artístico definido. Es cierto que en ocasiones, como ocurrió con ‘Cuentos de azúcar’, la última propuesta exhibida en Jerez, aporta cosas nuevas, se acerca a experiencias y sensaciones diferentes que, como a todos, le han hecho evolucionar como persona y como artista. Al igual que tú, como sugiere el título del espectáculo’, la bailaora granadina hace de una vivencia personal, un reflejo en la escena, y aquí lo vuelve a corroborar.

Si ya de por sí la Yerbabuena aporta especial atención al concepto escénico, en esta última creación y de la mano de Alfonso Zurro se nota más. Por eso, el trabajo escénico recreado en esta composición, al igual que la iluminación, resultan especialmente llamativos, como también lo son los papeles de la actriz Maika Barroso y el bailarín Fernando Suels, dos elementos fundamentales para entender la misma.

Entre ambos y una banda sonora de primera calidad (excelente como siempre el papel de Paco Jarana), donde una amalgama de voces variopintas (Miguel Ortega, Alfredo Tejada, Sandra Carrasco y la jovencísima Ella Garry, cuya interpretación de la Llorona fue brillante) entrecruzan estilos constantemente, se conforma este ‘Al igual que tú’, que ayer inauguró el XXV Festival de Jerez.

Sin embargo, como ya ha ocurrido otras veces con la bailaora, la excesiva información y el discurso personal y subjetivo acaban por descolocar al público, que al igual que en algunos momentos se sienten partícipes y mantienen la tensión del espectáculo, en otros se quedan desubicados llegando incluso a rozar el aburrimiento.

Eva es el baile, es la experiencia y desprende un halo de madurez notable en cada una de sus apariciones. Ahora bien, su mensaje no es directo y sólo cuando recurre a caminos ya explorados, el público responde. Al menos eso es lo que se pudo comprobar ayer, y se hizo justo cuando salió a escena Luis Moneo. El jerezano, artista invitado, sólo tuvo que abrir la boca y quejarse para que todo el teatro saltara como un resorte, como si de una llamada a la vida se tratrase, fue como un despertar. Fue a través de su quejío cuando Eva desprendió nuevamente esa fuerza, ese ímpetu y esa viveza de su baile, y lo hizo, recurriendo a sus clásicos tonos ocres, mediante una bulería por soleá donde Luis nos acercó al mejor Mairena, dejando destellos de grandeza, de los que tanto se han echado en falta con esta pandemia.

Resultó, sin duda, el momento de la noche, un momento incluido en un poema escénico que viene a demostrar que el flamenco y el baile está más vivo que nunca.

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