Hablando en plata

Historias flamencas: Los cafés cantantes de Jerez

En el siglo XIX a Jerez se la conoció, además de por sus numerosos artistas flamencos, por ser, junto a Madrid y Sevilla, una de las ciudades con más cafés cantantes que existían. Entre ellos, varios muy famosos como el de la Vera-Cruz, el Café del Conde y la Primera de Jerez. El primero de ellos, ubicado en parte de las que fueron ruinas del desaparecido convento franciscano de la Vera-Cruz, donde también existía el aserradero de maderas de Ramos-Catalina y, posteriormente, el actual Teatro Villamarta, inaugurado en 1928 y remodelado en los últimos años.

El Café de la Vera-Cruz se abrió como café-teatro, tras la exclaustración de los conventos por Mendizábal, pero cuando lo arrendó el empresario y famoso cantaor gitano, Juan Junquera, éste lo convirtió definitivamente en café cantante, el año 1888; añadiéndole su propio nombre, por lo que era tan conocido como Café de la Vera-Cruz, como por el de su dueño, Café de Juan Junquera, quien también abriría otros cafés cantantes en Sevilla y en Cádiz.

Por aquí pasarían cantaores tan famosos como El Canario, Fosforito y don Antonio Chacón, debutando en él, como guitarrista, el jerezano Javier Molina, quien nos deja este testimonio en sus memorias: “Pasé a tomar parte en el café cantante que tenía Juan Junquera en la Vera-Cruz, en unión de mi hermano que era bailaor y un cuadro de muy buenos artistas flamencos. En esos cuadros flamencos han figurado muy buenos artistas; entre ellos los cantaores tan renombrados como Juan Breva, El Canario, Fernando Ortega El Mezcle, Carito, El Chato de Jerez, El Marrurro y Enrique Ortega El Gordo, y varios más, que sería interminable la lista de cantaores”.

En esa zona urbana de Jerez, de la plaza Romero Martínez, donde está el Teatro Villmarta, y las calles de Medina, Bodegas y Doña Blanca existieron otros cafés cantantes, más o menos por la misma época de la segunda mitad del XIX y principios del siglo XX. Curiosamente, justo al lado del Vera-Cruz, y pegado a la escalerilla que allí existe, donde también actuó Javier Molina, hubo otro más pequeño, conocido por Café de Rogelio, propiedad de un montañés llamado Rogelio de la Vega.  Muy cerca, en la calle de las Bodegas, prácticamente a pocos metros de los dos cafés anteriores, estaba el de un montañés llamado Manuel Caviedes, también propietario —los montañeses fueron los que más cafés cantantes regentaron en Jerez— de la tienda de La Rondeña, donde Chacón se diera a conocer, en la plaza del Progreso, y arrendador del café más importante de todos, el llamado Café del Conde, que contaba hasta con biblioteca para sus asiduos y al que acudían los aficionados de la clase más adinerada.

Este Café del Conde, en la plaza del Arenal, esquina a la calle de Sn Miguel,  se llamó así por su fundador, el conde de Villacreces, un aristócrata algo excéntrico, que lo mismo amaestraba perros que vendía relojes de bolsillo a plazos. En el café,  igual se ofrecía flamenco, que opera, teatro y cantes y bailes nacionales, amén de otros números de variedades y atracciones diversas. El edificio donde estuvo el Café del Conde aún se mantiene en pie, después de que el mismo pasara por distintas vicisitudes, pues fue, además, hotel y droguería, conocida ésta por la “del Siglo XX”

En la calle de Mesones, muy cerca del  Café de Rogelio y de la Vera-Cruz, existió el Teatro Principal, donde cantó Silverio y a pocos pasos de dicho teatro, estuvo el Café de Madrid, que era enorme de grande y donde por estas fechas se celebraban bailes de máscaras, amenizados por una banda de música que  interpretaba toda clase de danzas, desde valses a lanceros, y rigodones, etc. y, en sus cuartos reservados, se celebraban continuas fiestas flamencas. Los bailes de máscaras, empezaban a las once de la noche y terminaban a las cuatro  de la madrugada. Este café contaba con una cocina exquisita que, incluso, servía comidas a domicilio.

Los primeros cafés cantantes que hubo en Jerez se abrieron durante la ocupación francesa, de la ciudad, desde 1810 a 1812, por industriales de la misma nacionalidad, llamados Pedro Dangarán y Julián Rondín. Uno estaba en la calle Larga, otro en la calle Medina y el tercero en la misma Puerta Real, ocupando el amplio local de la que era capilla del mismo nombre. Aquí se ofrecía cante y baile flamenco, al mismo tiempo que atracciones de variedades francesas, siendo sabido que dichos cafés se solían ver muy concurridos, tanto de personal de tropa ocupante como publico natural de nuestra misma ciudad.

Otro gran café cantante de la primera mitad y mediados del XIX sería el Café de la Paz, abierto cuando se fueron las tropas francesas; luego llamado Café Jerezano, y también Café del Teatro por estar situado junto al Principal de la calle Mesones, tan solo separado por un amizcate. Aquí se celebrarían grandes fiestas en noviembre de 1833, con motivo de la proclamación de la reina Isabel II. En la calle Medina se abrió el Café Apolo y el Café Imperial, además del Café San Fernando, popularmente conocido por Café del Arenal, al estar enclavado en dicha plaza, la más principal de la ciudad.

    Pero de todos estos cafés el que se llevaba la palma en popularidad era el llamado “La Primera de Jerez”, donde cantaran todas las grandes figuras de finales del siglo XIX y principios del XX. Entre otros, Manuel Torre, Juan Breva, la Niña del Columpio, y la Niña de los Peines. Tuvo varios dueños, pero el que le diera mayor impulso fue el montañés Ricardo Díaz Torres, que lo dotó, además, de restaurante y habitaciones para huéspedes, en plan hotel. El restaurante estaba situado en la planta  baja y el salón de espectáculos en la planta principal.

    Podríamos citar otros muchos cafés cantantes jerezanos, pero finalizaremos evocando otro, llamado Recreo Andaluz, en la calle de las Armas, número 2,  que fuera inaugurado, en el año 1873, por el afamado cantaor local, Antonio Vargas, más conocido por Frijones y otros artistas, quienes según el programa de mano de la apertura, actuaron cantando charangas, seguiriyas y soleares, rondeñas del negro, el polo de Tobalo, la antigua caña, juguetitos y tangos; además de una serie de bailes flamencos.

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