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La crítica

Otra forma de vivir...

  • La bailaora jerezana se atreve con todo en ‘Perspectivas’, que estrenó anoche en el Teatro

Después de pulir durante años su técnica, su catálogo de múltiples y variados recursos estilísticos, Mercedes Ruiz ha decidido que quiere nuevos retos. Nuevos horizontes escénicos y coreográficos. Otra forma de vivir y sentir sobre las tablas. El primer punto de inflexión se llama Perspectivas, que anoche estrenó con gran éxito en el Villamarta dentro del Festival de Jerez. Convencidos como estábamos de que había muchos más secretos de esta joven bailaora jerezana por descubrir, sólo era cuestión de tiempo que comenzase a desarrollar en toda su dimensión el potencial artístico (en el más amplio sentido del concepto) que atesora en sus adentros. Con el guiño a una de sus grandes fuentes de inspiración, Carmen Amaya, como punto de partida, esta niña de San Miguel que empezó a despuntar con apenas seis años, cuando las mellas de dientes aún hacían huecos en su boca —como se aprecia en una foto que expone al final del montaje—, no sólo sigue bailando de escándalo —algo que ya conocíamos y disfrutábamos— sino que es capaz, por si fuera poco, de explotar su vis dramática, colocarse mil pieles, recurrir a otros lenguajes dancísticos, e incluso recitar a viva voz un tanguillo para presentar a su elenco al final del espectáculo.

Con mantón, con chinchines en sus dedos, con bata de cola, con palillos, con pantalón, bastón y sombrero... Mercedes Ruiz, con la inestimable ayuda de Paco López —un puntal en la dirección escénica y en el riquísimo libreto—, le hinca el diente a todo lo que se le pone por delante en Perspectivas. Una suerte de continuum musical donde la bailaora se lanza con todo por atrevido o arriesgado que sea. Eso sí, siempre sin salir de su esencia estrictamente flamenca. Dividida en cuatro secuencias musicales dirigidas por una espléndida partitura de Santiago Lara, El embrujo del fandango nos pone en situación. Danza clásica de palillos para entrar en la almendrilla flamenca. La ronda de fandangos lleva el baile sin florituras de Ruiz a los ecos del Carbonerillo, Alosno, Huelva... Los abandolaos imprimen aceleración a sus movimientos: concretos, serenos. Las guitarras solapan las voces, que se mantienen demasiado bajas durante el grueso del espectáculo. 

Uno de los grandes momentos llega con la caña. Se recrea en las muñecas, en las poses, en el trato exquisito de su bata de cola roja. En el fondo del escenario se imprime la palabra ‘Vivir’. Es justo uno de los elementos fallidos del montaje: las proyecciones, en su mayoría intrascendentes, por no hablar del pixelado excesivo de esa especie de Mondrian que vemos fragmentado. El gran elenco y el baile rabioso y sincrético de Mercedes nos hacen olvidarnos de todo lo demás.  La soleá apolá de Melchora Ortega da algo de reposo a la bailaora. Un marcaje bien matizado que rápidamente da paso, con su bata recogida a la altura de la cintura, a una escobilla brutal. Esa prodigiosa carretilla de Mercedes Ruiz cuenta con la dosis exacta de técnica, improvisación y temperamento. Sobresaliente.

El baile en la distancia corta, esa danza flamenca viejísima de las grandes maestras jerezanas. Navegando por las profusas y generosas notas de Santiago Lara, el montaje, pleno de musicalidad, deja una colombiana y mariana de Lagos, en la que Mercedes juega a la seducción con abanico. Los tangos trianeros que interpreta el eco solvente y gitanísimo de Lavi encuentran la réplica en una bailaora que se mueve con no menos gracia que con la rumba de la Repompa, donde la voz de Ortega y el juego cara a cara con la jerezana es una delicia que levanta la ovación del público. La secuencia acaba con un diálogo caribeño entre la percusión de Navarro y el compás de los pies de Mercedes Ruiz. Una gozada para los sentidos.

Lagos entona los versos de Milonga para una niña de Zitarrosa. Afinación, modulación perfecta y el sentimiento necesario para que ese timbre tan melódico y laíno haga llorar a la guitarra melancólica de un sobresaliente Paco Lara. Aparece Mercedes Ruiz con sombrero, bastón y con pantalón, a lo Carmen Amaya, para bailar el Twist del Faraón de Farina. Con poca retranca lo canta Lavi bajo una esencia entre discotequera, rumbera y de guateque. Sin complejos, el espectáculo se torna pura algarabía. El baile ahora es frenético y el alboroto es mayúsculo. Carpe diem. Mucho gusto y un buen rollo en escena que llega hasta el patio de butacas.

Más difícil todavía. Zapateado de Sarasate a dos guitarras que Mercedes baila con una contención y una agilidad magistral. Precisión, concreción. Hace música en su solo de pies. Emociona con su carisma, con su nervio y la forma de trasladar su respiración. Una bailaora de clímax y anticlímax con una danza que es pura vida. “¡Hay que ver el escándalo que se ha formado!”, exclama Mercedes mirando al tendido para recitar el tanguillo de presentación.  El público espera al último bis y este llega en forma de Gracias a la vida por bulerías que se reparten, traducción simultánea incluida, los tres cantaores.  El espectáculo, que ha viajado por los cauces tradicionales del género no desdeña ese ímpetu rupturista que baña toda la propuesta. Vanguardia e innovación como forma de evolucionar, pero siempre desde el conocimiento de la tradición. Si ya vimos el excelente trabajo de López para Leonor Leal, una pequeña cajita de música de una belleza y dimensión poética, pese a sus pocos recursos, nada habitual en la escena dancística contemporánea, para Mercedes Ruiz ha configurado una creación más ambiciosa en la que espolea a la bailaora para que derroche entrega física, mental y emocional. Un salto de altura el que ha dado la jerezana con Perspectivas. Y quedan tantas Mercedes por vivir y sentir...

Baile ‘Perspectivas’

Compañía Mercedes Ruiz.  Baile: Mercedes Ruiz. Cante: David Lagos, Melchora Ortega, Miguel Lavi. Guitarra: Santiago Lara, Paco Lara. Percusión: Perico Navarro. Palmas: Javier Peña. Idea original: Mercedes Ruiz. Libreto: Francisco López. Coreografía: Mercedes Ruiz. Creación, dirección musical: Santiago Lara. Audiovisuales: Marcos Serna. Diseño de sonido: Mario G. Alberni. Diseño de vestuario: Jesús Ruiz. Realización de vestuario: Fernando Ligero y Teatro Villamarta. Regiduría: Jesús Fuente. Espacio escénico, iluminación, dirección de escena: Francisco López. Lugar: Teatro Villamarta. Día: 10 de marzo. Hora: 21,00 horas. Aforo: Lleno.               

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