Javier Latorre. Bailaor y Coreógrafo

"Mientras menos esté la política en la cultura, mejor"

  • El maestro considera que "hoy en día se baila mejor que nunca" y pide a los artistas que "intercambien coreografías con otras compañías, no es bueno montar siempre para uno mismo"

 Si hay una persona que conoce al dedillo el Festival de Jerez ese es Javier Latorre. Durante las diecisiete ediciones que ahora se cumplen ha sido parte fundamental en el desarrollo del área formativa y artística. Esta noche, algo que hace de forma esporádica, volverá a ponerse las botas para presentar a uno de sus últimos discípulos, el cordobés Hugo López.      

–Otra vez en el escenario. Siempre dice que no pero al final le convencen... 

–(Risas) Sí, pero bueno cada vez son menos veces las que me subo al escenario y cuando lo hago son por motivos muy concretos, por compromisos o por cosas que en su día no pude hacer. No obstante, las apariciones son más representativas que otra cosa, ya no me voy a machacar. Este año, por ejemplo, voy a bailar en dos fiestas de fin de curso en Francia, porque son profesoras a las que aprecio mucho, bailaré en Mont de Marsan y en Granada con La Moneta y aquí en el Festival. No voy a hacer nada más de escenario este año. Montaré tres obras, dos de ellas reposiciones, y los cursillos, que son realmente la base de mi trabajo. 

–Desde su perspectiva y con su experiencia, ¿cómo ve el baile actual?

–Siento mucha envidia por no haber pertenecido a esta generación igual que ellos me tendrán envidia a mí por no haber pertenecido a la mía. Hoy en día se baila mejor que nunca, estoy cansado de decirlo, y hay un bagaje impresionante por parte de las nuevas generaciones. Creo que internet ha hecho mucho por esta profesión porque tenemos a la mano todas las obras emblemáticas de la danza contemporánea y el ballet clásico que es de donde coreográficamente estamos mamando. Lo único que me gustaría es que hubiera más intercambios, que no sólo se montara para las propias compañías de uno sino que se intercambiaran trabajos y que las compañías más establecidas llamaran a coreógrafos ajenos. 

–¿La figura del coreógrafo está en extinción?

–No, lo que pasa es que desde siempre hemos sido tres o cuatro los que hemos estado ahí. No sé si es comodidad o falta de presupuesto, aunque también es lógico que cuando uno monta su propia compañía es para sacar adelante sus propios proyectos e historias. Compañías que llevan en el panorama diez o quince años sería bueno que se enriquecieran con otros coreógrafos. 

–O sea que la crisis tiene mucha parte de culpa...

–Puede que sí porque las únicas compañías que se lo pueden permitir son las compañías públicas, y más en los tiempos que estamos viviendo. Si ya es difícil llevar un vestuario y pagar las dietas y la seguridad social de los bailarines mientras montas, imagínate para llamar a otros coreógrafos. Estaría bien que la filosofía cambiara un poquito. 

–Ya que habla de compañías públicas. ¿Hasta qué punto han hecho daño las subvenciones al mundo del baile?

–Mucho, primero porque desde el principio no se está en igualdad de condiciones y así el sistema nace viciado. Soy de los que pienso que mientras menos esté la política en la cultura, mucho mejor. La política solamente debería influir en la cultura a la hora de facilitar escenarios, facilitar eventos y poner teatros a tu disposición. Mi última producción, ‘El duende y el reloj’, fue ruinosa y aunque recibí una subvención, al final no me sirvió para nada por la tardanza. Yo no quiero dinero, sólo quiero que para mí obra me faciliten treinta funciones para poder sostenerla. 

–Antes ha mencionado el tema de los cursos. Después de tantos años, ¿cómo ve su evolución en el Festival?

–La evolución ha sido extraordinaria y en ese sentido este festival ha hecho un gran favor a la docencia. El centro del Festival de Jerez es el área formativa y los espectáculos son consecuencia de ello. Desde que empecé he visto cómo la gente cada vez tiene más nivel y bueno, cada vez se atreve a experiencias como la que estoy desarrollando, el taller coreográfico, y a subirse a un escenario. Hace años era implanteable porque la gente se moría de miedo, pero ahora ya no, y cada vez hay más gente bailando muy bien y no sólo de España. Cuando nombraron al flamenco Patrimonio de la Humanidad dije una cosa, que esto no será así hasta que en cada país del mundo haya una buena compañía de flamenco. El ejemplo más claro ha sido La Celestina de Kojima, una obra que está al máximo nivel. Igual que en el jazz ya no hace falta ser negro, obeso y de Nueva Orleans, en el flamenco igual. 

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