Jerez

Gone with the sherry...

  • El presidente del Cine-Club Popular, José Luis Jiménez, prepara la publicación de un libro con el análisis de 250 películas en las que se menciona o aparece el jerez

 Los caballeros las prefieren rubias y las rubias prefieren el sherry. Al menos eso es lo que trata de dejar claro Marilyn Monroe en la película de Howard Hawks, en la que para escabullirse de un tipo plasta finge estar resfriada. Él, inteligente, le recomienda un sherry. Ahí no tiene escapatoria. Fue por 1953. Pero mucho antes, en la segunda mitad del siglo XIX, en el oeste no sólo se bebía whisky. Algunos tipos duros pedían en la taberna de Jane Calamity un jerez y un huevo (Buffalo Bill, 1936, ). A principios del XIX el carismático Rhett Butler (Lo que viento se llevó, 1939) festeja el nacimiento de su hija Bonnie con un sherry junto a su criada Mammy. Ella acepta y hasta repite. Y el mismísimo tío Waldo de Los Aristogatos (1970, de Wolfgang Reitherman), dice que “siendo británico” preferiría ser cocinado con sherry, ¡antes que con vino blanco del Rhin! 

Y así, hasta una selección de 250 películas, sobre todo, del mundo anglosajón, en las que el jerez forma parte del ‘reparto’ de actores y que el presidente del Cine-Club Popular, José Luis Jiménez, refleja en un estudio que, casi con toda seguridad, se convertirá en libro en septiembre. Llevará el nombre de Un jerez de cine. Sherry goes to the cinema. “Es la primera vez que se publica un libro de estas características, es decir, en el que se trata de forma monográfica la presencia de un vino, el vino de Jerez, en el cine”, asegura el autor. 

Un proyecto que le ha llevado 30 años de elaboración. “Todo empezó -cuenta- de una forma muy anecdótica, cuando yo veía esas menciones al jerez en las películas me las apuntaba, hasta que la cosa alcanzó un volumen importante con un seguimiento mucho más metódico. Incluso ya había extendido mi ‘red de corresponsales’,  familiares y amigos a los que yo les daba el tostón porque hacer esto solo era impensable. Cuando veían una referencia me avisaban, hasta de cintas que no llegaban a España”. Pero la prodigiosa venida del DVD e Internet le ofreció a Jiménez la posibilidad de contrastar la información, es decir, comparar versiones originales y doblajes. “En mis viajes a Londres, Nueva York, París..., también compraba películas difíciles de conseguir como Champagne Charlie (1944) en la que hay una canción del mundo del cabaret en el Londres de finales del XX, que se titula A glass of sherry wine. O Vivir un gran amor (1955) o su versión El fin del romance (1999), basadas en la obra de Graham Greene, en las que se menciona el vino de Jerez. 

Además de mostrar todo este potencial del vino del Marco en el cine, otro de los objetivos de esta investigación es desmontar la leyenda que circula por la ciudad, y en ciertos entornos del jerez, “sobre que las menciones al sherry en las películas es por manipulación previa del doblaje, estuviera o no referenciado”. Una intencionalidad publicitaria que no tiene nada que ver con los diálogos originales. “Esto se desmonta ya que en las versiones originales se demuestra que la referencia al sherry está, y el doblaje está perfectamente relacionado. Si una mente tan clara hubiera ideado esta manipulación, otro gallo le cantaría hoy al vino de Jerez en muchos aspectos. Creo que alguien se quiso apuntar un tanto creando este rumor”, desliza Jiménez. “Además, -añade- hay películas con una base literaria en la que se menciona el sherry y que yo muestro en este libro para que mi investigación tenga sentido. ¿Y qué pasa cuando se menciona el champán en las películas? ¿Acaso venían desde Francia a manipular el doblaje?”. 

Así, para hacer boca, comenta cuatro películas de Ingmar Bergman en las que se menciona el jerez y cuya acción se desarrolla en Suecia como El rito o La Gran Comilona (1973) de Marco Ferreri, en la que se le “echa jerez poco a poco al pollo”, con el llamado cooking sherry.

Ya sea porque se ofrece, porque se menciona de alguna forma o porque aparecen ciertas marcas como Dry Sack, Harvey, Tio Pepe, Sandeman..., el jerez está. Como en el musical Oliver (1968), cuando en la escena de la taberna aparece un barril de sherry junto a uno de porter y otro de brandy. Pero en otras versiones de Dickens como Oliver Twist (1948) sí se nombra, porque hay alguien que va a tomarse “la libertad, si me lo permite, de invitarle a una copita de jerez”..., a alguien.    

Entre los títulos más peculiares, José Luis Jiménez habla de Lo que el viento se llevó o Gone with the wind de Victor Fleming, basada en una novela de Margaret Mitchell, de la que hay que destacar que en el doblaje español se elimina la palabra ‘sherry’.  Y es que por ejemplo en Rebecca (1940) de Hitchcock pasa exactamente lo mismo. En la consulta, el médico ofrece una copa de jerez al abogado y al juez que investigan un caso, pero en el doblaje al español se eliminó y se ofrecía oporto. La urgencia del asunto les impide tomarla. En Sueños de un seductor (1972) de Herbert Ross y protagonizada por Woody Allen, una de las chicas pide como aperitivo un Harvey Bristol Cream. En el guión de Allen también aparece la marca. 

También hay confusiones en los doblajes, como cuando en El profesor chiflado (1963), el profesor Kelp pide al barman que le prepare un ‘Alaskan Polar’, que entre otros ingredientes contiene cherry (cereza), no sherry, como se dice en la traducción. 

También es el sherry el último trago dulce en una tragedia. En La hora final (1959) de Stanley Kramer, cuando el almirante Bride ve que se acerca la hora final de sus vidas debido a los efectos de la radioactividad, invita a su secretaria, la teniente Hossgod, a una copa de jerez. Y beben juntos esa última copa con este “old man”, en una acción que se desarrolla en Australia. 

Aunque en la mayoría de los casos se usa como aperitivo. En Historias de Filadelfia (1940) de George Cukor, los periodistas que van a cubrir la boda son invitados por la madre de la novia a un aperitivo de mediodía. Se menciona en tres ocasiones.  En Appaloosa (2008) de Ed Harris, un western en el que Jeremy Irons le ofrece un jerez a la pianista, Renèe  Zellweger, y le asegura que “esto le calentará”. O Brannigan (1975) de Douglas Hickox, en la que el policía americano Jim Brannigan interpretado por John Wayne llega a Londres para recoger a un peligroso delincuente internacional y para ello se pondrá en contacto con el comandante de Scotland Yard, Charles Swan (Richard Attenborough). Se encuentran en el club social y le inglés le ofrece una copa de jerez, pero Wayne prefiere un ‘boilermaker’, un cocktail de whisky y cerveza. Un tipo duro. 

En otras cintas el sherry es la excusa. En El retrato de Dorian Gray (1945), de Albert Lewin, Lord Henry le asegura al pintor Basil Hallward que el jerez que tiene en su casa es el motivo que le lleva a visitarlo. Asimismo, Lord Henry, cuando acude a visitar al protagonista, Hurd Hutfield, le pide “una copa de jerez”.  

Un vino que llega en gran parte al cine por la influencia literaria, por sus apariciones en libros destacados. Dickens, Poe, Henry James... O incluso en las profesiones, cuando los médicos recomiendan beber sherry a sus pacientes. O como cierre de tratos o negocios. En Un americano en París (1951), dirigida por Vincente Minnelli, sherry se menciona un par de veces. Una en el cierre de un negocio y otra para anunciar un compromiso matrimonial. 

Y en los mencionados Aristogatos, un grupo de animales, incluido el ganso Waldo, que está algo achispado, observa el cartel de un menú en el que se ofrece pato condimentado con vino blanco. Al verlo, Waldo balbucea: “Siendo inglés, hubiese preferido con sherry”, para gritar a continuación: “Sherry, sherry!!!”. En el doblaje al español la palabra sherry se cambia por ron para hacer una rima musical con el vino del Rhin.  

También es un ‘vino de miedo’. En Historias de terror (1962) de Roger Corman, sobre los cuentos de Edgar Allan Poe, en el segundo sketch basado en los relatos de El gato negro y El barril de amontillado, Montresor (Peter Lorre) invita a Fortunato (Vincent Price) a un jerez. Al probarlo, exclama: “Es amontillado, es el vino que me hace olvidar a los demás. Un trago del paraíso. ¿De dónde ha obtenido este excelente vino?”.  A lo que replica Montresor: “Lo dejo para ocasiones muy especiales”. Su intención es asesinarlo. 

Y así, desde películas mudas de los años 20 del siglo XX hasta el año 2012 en un libro con material muy gráfico, “nada engorroso”, de consulta, en el que irá la imagen del fotograma, el texto del diálogo en cuestión en inglés y en español y una ficha técnica de la película con una referencia además del contexto de la cinta, es decir, dónde se desarrolla la historia, el periodo temporal y el uso que tiene el vino, si es aperitivo, gastronómico, maridaje, romántico, social..., todas ellas acompañadas de su cartel de cine. 

Hay que destacar que en algunas películas incluso se habla de vino sudafricano, en aquella posguerra en la que el comercio del jerez no es tan fluido y llegan las imitaciones del sherry. Como en la cinta El fin del romance que refleja también el contexto histórico y económico del país. 

“Ahora -recuerda el autor- lo que va a distinguir a los vinos del mundo, dentro de esta globalización, son sus características especiales como su historia cultural”. La pintura, la literatura, la música, el cine...., llevan el sherry inmerso. Jiménez espera además que el sector bodeguero se involucre en este proyecto, “ya que es una forma de difundir el jerez en el mundo”. Un jerez de cine saboreado durante décadas por grandes del celuloide. Un sherry que bien podría tener su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. 

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