Buffete Cosano & Asociados

Del 29 de septiembre al 2 de octubre, Jerez acogió el Encuentro Nacional de cofradías, un evento promovido por un colectivo disperso de hermandades penitenciales que nunca había arribado al sur de España. Y llegó a la ciudad para marcar un hito tanto en lo local como en la historia de estos encuentros.

El de Jerez fue masivo en asistencia de participantes y en la acogida que el público en general dio a cada uno de los actos programados de carácter público. La organización fue muy buena por parte de la Unión de Hermandades que presidía Fernando Fernández-Gao, junto a un consejo que se volcó en el evento, apoyado al ciento por ciento por el entonces obispo Juan del Río.

Hubo conferencias, ponencias y debates de máximo interés en el palacio de Ifeca; una conferencia magistral del cardenal fray Carlos Amigo; una recreación de la Semana Santa de Jerez en el Villamarta que dejó con la boca abierta a propios y extraños, y la gran apoteosis que supuso la procesión final con la que culminan estos encuentros pero con la diferencia de que era en Jerez.

El Jerez cofrade echó a la calle una pequeña muestra de lo mejor que atesora en arte y devoción: Prendimiento, Descendimiento, Expiración, Esperanza, Desconsuelo y Piedad, todos en sus pasos. Evidentemente, el reclamo era mayúsculo; no había más remedio que venir a Jerez a disfrutar de una mañana tan especial.

El horario matutino de la procesión, porque esa es la costumbre en los encuentros, tuvo una prolongación con el regreso de los pasos a sus templos una vez que, desde la Catedral, llegaron a Cristina, que marcaba el final del recorrido oficial que se desbordó de gente en un día caluroso.

Precisamente, tras pasar La Piedad en su palio con el duelo incluido, se inauguró el monumento a las cofradías que se ve en la cabecera de la alameda, un recuerdos permanente de los que fueron aquellos inolvidables e irrepetibles días.

Miguel Benítez posando días antes de su jubilación