Tierra de nadie

Inquina

Pablo Iglesias.

Pablo Iglesias.

Ese sentimiento de aversión contra algo, o alguien, que, por su proceder, nos resulta sumamente desagradable. Si hubiese que ponerle nombre y apellidos: Pablo Iglesias Turrión.

Este ejemplar del Género ‘Homo’, especie ‘sapiens’, es un ejemplo sintomático y representativo de individuo repulsivo, que genera animadversión, ojeriza, aborrecimiento... Se pueden tener las ideas que uno elija, se puede practicar el credo que cada cual escoja, se puede pensar del modo que cada quién decida; lo que no se debe –se puede, pero no se debe- es caer en la bajeza cotidiana de una actitud ruin y miserable. Y este ‘elemento’ lo ha logrado, lo perfecciona cada día que pasa, se supera en su roñosa mezquindad por momentos, es… inaudito.

Me sorprende la desfachatez con la que miente, la prepotencia con la que se burla, la impasividad con la que se desdice. Me asquea esa sonrisa estúpida con la que gusta adornar la durísima cara tras la que esconde el amasijo de neuronas que pueblan su cerebro, capaces de todo para conseguir lo que pretende.Es insólito que un personajillo como él, poco más que un trepa con suerte, esté donde hoy se encuentra. Los avatares del destino son caprichosos, por supuesto; pero el ingenio para aprovechar el momento es algo que no se regala, tampoco la habilidad para colocarse en el sitio adecuado suele ser cuestión de suerte; lo primero –lo del destino-, se lo encontró, el resto, lo tiene, es algo que no se puede negar. Lo realmente asombroso es, como he escrito en otras ocasiones, que después de haber comprobado cual es la pata de la que el maromo cojea y de qué color es el plumero que, con meridiana claridad, se le ha visto; aún queden por ahí pazguatos que crean en él como político. Salvo en el caso de los interesados que sacan personal y sustanciosa tajada arrimándose al ‘personaje’, no se me ocurra una sola razón, ni una sola, por la que algún ciudadano, en sus cabales, pueda seguir apostando por las ‘opciones’ que este desalmado filibustero ‘ofrece’.

La penúltima, después de la vomitiva y cochambrosa crítica a la ejemplar generosidad de un inconmensurable ciudadano que donó 320 millones de euros en detectores tumorales de última generación para la Seguridad Social, del marqués de Galapagar ha sido la de no felicitar a Rafael Nadal por su apoteósico, increíble y heroico triunfo en ‘Roland Garros’, considerado el campeonato del mundo de tenis sobre tierra batida.

Seguramente sea porque el señor Nadal es un ciudadano modelo, que paga sus impuestos y se compra lo que tiene con el sudor honrado de su frente; o puede que sea porque, no siendo comunista, se le ‘ocurrió’ dar un millón de euros a sus vecinos necesitados a causa de las inundaciones, algo más del sueldo que el mequetrefe de Iglesias prometió ceder a su partido y ahora entrega, con capitalista sumisión, al Banco que medio le regaló su millonaria hipoteca para comprar la mansión en la que retoza; o porque, sin decirlo ni venderlo, se remangó la camisa y bajó, como uno más, a quitar el barro de las calles, mientras Iglesias, probablemente, se regalaba alguna de sus famosas mariscadas “de a 150 pelotes” por barba; o porque, a D. Rafael, se le ocurrió contestar –con absoluta educación y en los términos más correctos-, responder y callar –con argumentos- a una estúpida ‘feminazi’ que quiso ponerle contra las cuerdas a cuenta de lo que ganan los tenistas masculinos y femeninos; o, tal vez pudiese ser porque Nadal, El Grande, es, se siente y presume de ser español, antes, hoy y siempre, dondequiera que esté, vaya o juegue, porque se emociona cuando suena el himno de España para subrayar cualquiera de sus magníficos triunfos, porque se le saltan las lágrimas ante la bandera de su patria… si, debió ser por todo eso.

¿Sabes qué, Iglesias?, me tienes más que frito. Eres una desgracia con patas, una ruina posible, un desastre seguro, una patología crónica y letal, eres un impresentable en grado superlativo, el peor de los cínicos con los que me he topado -y te aseguro que los cuento por cientos-, eres infecto, tóxico, contaminas todo lo que se te acerca, eres peor que una maldición, superas cualquier pesadilla -de las de bucle interminable-, no hay por dónde cogerte macho, es que no hay por dónde cogerte. De ti, no se salva ni tu sombra, ni ella te quiere, ponte, ponte al solecito, verás cómo te huye, al igual que si de la peste negra, el cólera morbo o la disentería amebiana se tratase, ¡figura!, que eres un figura, absoluto y completo, ¡no te falta de ná!.

Algunos de los que ayer te apoyaban, hoy estigmatizados, purgados y desterrados, saben bien de lo que hablo, ya han probado parte de lo que aquí estoy escribiendo, y la cuenta seguirá… Genera lo que supuran sus glándulas, proyecta lo que cuece en sus adentros, trasmite lo que modela su inquina.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios