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Educación

Cómo readaptarse contra el Covid

  • El IES Lola Flores ha estructurado un protocolo especial para bajar la ratio de las aulas y poder contener posibles brotes

  • Clases exteriores y el aprovechamiento de todos los espacios, claves en este proyecto

Una imagen de la biblioteca del IES Lola Flores, convertida en aula.

Una imagen de la biblioteca del IES Lola Flores, convertida en aula. / Vanesa Lobo

Desde que comenzó el curso escolar 20/21 el pasado 10 de septiembre (15 en el caso de FP y Secundaria y Bachillerato), muchos centros educativos de la ciudad trabajan a diario para tratar de evitar por todos los medios al temido Covid. A día de hoy, casi dos meses después de arrancar las clases, son pocos los colegios o institutos que no han tenido ningún caso, de ahí que la aparición de positivos ha sido una constante desde entonces.

El objetivo de la mayoría de colegios e institutos ha sido conseguir ganar espacios para evitar aglomeraciones, además de una estricta política de organización que ha afectado no sólo a las clases presenciales y semipresenciales, sino también a las entradas y salidas a los centros y por supuesto a la convivencia dentro de las instalaciones, llámese salidas al recreo, por poner un ejemplo.

Una de las clases ubicadas al aire libre. Una de las clases ubicadas al aire libre.

Una de las clases ubicadas al aire libre. / Vanesa Lobo

Además, algunos centros de la ciudad solicitaron al Ayuntamiento, tras la mano tendida de éste, la cesión de determinados espacios municipales para poder distribuir mejor a su alumnado. Uno de ellos es el IES Lola Flores. Su equipo directivo ha conseguido estructurar el instituto de tal manera que la asistencia a clase de los 850 alumnos con los que cuenta el centro no sea un problema de aglomeraciones.

“Esto es un antiguo colegio de Primaria y claro, meter a treinta niños en una clase era un peligro, porque los médicos te dicen que mucha gente en poco espacio, carga viral gorda”, explica Germán Rodríguez, su director.

Otra de las aulas exteriores del instituto. Otra de las aulas exteriores del instituto.

Otra de las aulas exteriores del instituto. / Vanesa Lobo

“Quitando Primero y Segundo de ESO teníamos la posibilidad de dividir 3º y 4º en presencial y semipresencial, con lo cual podíamos dejar los grupos a 15. Se nos ocurrió un desdoble, pero no total porque sólo teníamos 4 profesores de apoyo. Teníamos cinco primeros y lo que hemos hecho es convertirlos en ocho; mientras que en Segundo, que teníamos cinco, y los hemos convertido en siete”, prosigue. Con esta opción el instituto ha conseguido que los 1º de ESO tengan “16 alumnos y los segundos, 19”, un hecho que posibilita “una mejor atención por parte del profesorado”.

En 3º y 4º las clases se han organizado “de manera semipresencial, de tal forma que un día viene una parte de la clase y otro, otra parte. Al final logramos que haya 15 niños por aula”.

Por su parte, en Bachillerato, los alumnos de Primero siguen sus clases de manera presencial en el centro, mientras que los de Segundo se han trasladado hasta el centro social de La Granja “donde tenemos tres aulas que se pueden convertir en cuatro y se pueden repartir”.

Una de las clases habilitadas en el Centro Social de La Granja. Una de las clases habilitadas en el Centro Social de La Granja.

Una de las clases habilitadas en el Centro Social de La Granja. / Vanesa Lobo

Dicha instalación se comparte con el IES La Granja, por lo que “nuestros coordinadores Covid, Javier Alonso y Miguel Ángel Ramírez, han tenido que hacer un protocolo específico para adaptarlo a las necesidades”, asegura José Antonio Casas, vicedirector.

Pero para que todo esto funcione, se ha tenido que recibir el visto bueno de la Consejería, y sobre todo que el claustro docente aceptase “hacer un esfuerzo, porque tenían que asumir una hora más de clase sin cobrarla, y así lo han hecho. También, por supuesto, los padres”, insiste el director.

¿Y cómo se ha ganado espacio? En primer lugar, habilitando como clases la sala de usos múltiples, un taller, la biblioteca, el gimnasio y el comedor de ciclos formativos (que se han trasladado a horario de tarde), y también la creación de “un total de cinco aulas externas”.

El gimnasio exterior también se ha convertido en clase. El gimnasio exterior también se ha convertido en clase.

El gimnasio exterior también se ha convertido en clase. / Vanesa Lobo

“Este año hemos hecho dos aulas exteriores, una con un proyecto que presentamos a la Junta y que nos lo aceptaron, y otra con nuestro presupuesto. A ellas hay que unir las que ya teníamos el año pasado, con lo cual en total tenemos cinco”, resalta Germán.

Dichas clases están ubicadas en pleno patio y evidentemente “las usamos cuando el tiempo acompaña, si llueve tenemos perfilado otros sitios. Pero afortunadamente, en esta zona hay muchos días de sol”, continúa.

Además, se ha establecido “un protocolo específico de entradas y salidas, hemos dividido las escaleras en dos y tenemos los recreos escalonados, de tal forma que en el patio nunca hay más de 150 alumnos”.

Las escaleras, señalizadas para evitar aglomeraciones. Las escaleras, señalizadas para evitar aglomeraciones.

Las escaleras, señalizadas para evitar aglomeraciones. / Vanesa Lobo

Por último, el Ampa “ha puesto un dispensador de geles en cada clase y mobiliario para una de las clases exteriores. Hemos ido siguiendo los pasos de lo que nos dijo nuestro médico de referencia”.

Para Germán y José Antonio, director y vicedirector, “es un orgullo dejar las clases como están a costa del sacrificio de los profesores y de los padres de alumnos. Está claro que ha sido un proceso difícil, porque el principio, con tantos cambios de normativas, fue complicado, pero de momento, el objetivo se está consiguiendo. Esto nos permite asumir menos riesgos y hasta ahora sólo hemos tenido ocho positivos, y los ocho han venido de fuera. Y en ningún caso se ha producido un contagio dentro del centro con esos niños”.

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