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Ludwig Van Beethoven

LA integral de los conciertos para piano de Beethoven tocada y dirigida por Barenboim aparecida recientemente en formato DVD en el sello EuroArts, coincide con la reedición de dos versiones de este mismo repertorio que en su día fueron, también, muy bien acogidas. Me refiero a la que grabara el pianista Krystian Zimerman con Leonard Bernstein en DG y al registro de Vladimir Ashkenazy con Bernard Haitink en Decca.

No voy a entrar en comparaciones; no es ese el objetivo de este artículo, pero si quisiera destacar la doble faceta de Barenboim como pianista y director al enfrentarse a estas obras y recordar que esa dualidad ya la llevó a cabo en sus anteriores registros discográficos para EMI con la Filarmónica de Berlín, igualmente, con magníficos resultados.

Si observamos la carrera musical de Barenboim nos daremos cuenta que el repertorio beethoveniano, tanto como pianista que como director de orquesta, siempre ha estado muy presente en sus programas: ha grabado tres veces la integral de las sonatas para piano, las mismas que de los conciertos (la primera dirigida por Klemperer). En cambio con las sinfonías se "atrevió" relativamente tarde y con una orquesta que anteriormente había moldeado a su forma y que había situado como uno de los mejores conjuntos sinfónicos del momento, la Staatskapelle Berlin, con la que ahora ha grabado estos conciertos.

Es obvio que el bonaerense madura suficientemente el repertorio pues no es su estilo regresar para no decir nada nuevo, aunque sus planteamientos si están muy bien definidos: una constante búsqueda del mensaje y un inquebrantable sentido de la evolución.

Este el Barenboim de los "nuevos" conciertos de Beethoven, con sonoridades de piano que parecen levitar y que uno llega a preguntarse de donde proceden. Tal es el caso del segundo movimiento del segundo concierto, que aquí adquiere un particular relieve. Bien es cierto que en todo este ciclo los movimientos lentos y las cadencias han cobrado un interés particular para este intérprete, quien parece haber planteado una profunda revisión de los planos sonoros; todo un descubrimiento para aquellos que creemos conocer bien estas páginas. Solo por esto ya merece la pena hacerse con esta integral.

En la orquestas, como antes comentaba, también apreciamos la profunda y rotunda influencia de Barenboim, calada por su tenacidad ha logrado un hermoso sonido robusto, terso, muy germánico.

Muy expresivo, profundo y reflexivo este Beethoven deja, en cierta medida, en la cuneta planteamientos estéticos superficiales rendidos exclusivamente a la belleza sonora. A mi, personalmente, me gusta mucho este Beethoven.

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