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Natalia Jiménez, el mejor ejemplo de joven agricultora, enamorada de su trabajo en su finca de olivar y almendros

  • Hace sólo cinco años decidió dedicarse a cultivar sus propias tierras, apostando por cultivos alternativos en la provincia como son el olivar superintensivo y el almendro.

Natalia Jjiménez

Natalia Jjiménez

Natalia Jiménez López comienza su andadura en el sector de forma propia a los 37 años, hace ahora cinco años. Hoy sostiene que confía ilusionada en poder dedicarse durante muchos años más al campo “porque he descubierto que me apasiona”.

La finca que explota Natalia se llama El Bizarrón, unos de los viñedos más emblemáticos del Marco de Jerez en su momento. Cuenta con cultivos leñoso; 15 hectáreas de olivar superintensivo en secano, de aceituna arbequina y con 10 hectáreas de almendros y, además, también cuenta con cultivos tradicionales de la campiña como el girasol y el trigo.

Confiesa que en su familia, el único antecedente familiar le viene por su abuelo materno, “quien explotó durante años sus fincas”. Pero, con el tiempo, el padre de su madre acabó dedicándose a otros negocios, y lo que hizo fue arrendar sus tierras para que las explotasen otros. Natalia, por tanto, ha recuperado una tradición familiar que se había saltado una generación.

“Del olivar obtenemos aceituna variedad arbequina, de la que se obtiene un aceite de máxima calidad”, explica. Tras su segundo año de cosecha, esta agricultora se enorgullece de haber podido obtener “unas 60 toneladas de fruto”. Y con ilusión espera la de almendra, que esta temporada recogerá su primera cosecha.

En cuanto a sus labores diarias, esta agricultora explica que no hay lugar ni para el descanso ni para la monotonía. “Las labores en el campo son muy variadas, hay muchas y diferentes tareas que hacer a lo largo del año. Todo depende de la época y de lo que va necesitando cada cultivo”. Desde la aplicación de los tratamientos fitosanitarios con el atomizador, “a preparar las tierras, limpiar la maleza, cosechar, abonar…” enumera. Tampoco olvida Natalia esa otra tarea que tiene que abordar los agricultores, que es llevar al día todos los asuntos administrativos y financieros “que eso, también lleva su tiempo”, enfatiza.

Cuando Natalia llevaba apenas tres años en el sector estalló la pandemia, con todas las dificultades y trabas que ha supuesto para todos los sectores, pero especialmente para el sector agrario. “Respecto a los métodos de trabajo, han variado poco ya que aquí trabajamos en campo abierto con mucha separación entre trabajadores cuando hay más de uno, así que en ese aspecto no se nota demasiado”. Detalla que, en su explotación, “se lleva a rajatabla una higiene de manos apropiada, y con el uso de mascarillas y la adecuada distancia es suficiente para nuestra seguridad”.

ASAJA-Cádiz, organización a la que pertenece Natalia, por la especial situación vivida por la pandemia, sigue tomándole el pulso a los escenarios a los que se han enfrentado y siguen enfrentándose sus asociados a la hora de desempeñar su labor agroganadera. Pese a que todos han podido desempeñarlo en la etapa más dura del confinamiento, al pertenecer al sector primario, lo que en general más les ha afectado es en el tema de unos precios que ya venían arrastrándose a la baja. El caso de Natalia no es una excepción.

Económicamente, como todos los que se dedican al campo, ella sí ha notado especialmente la crisis económica derivada del Covid. Por ello, reivindica más ayudas al sector y que las mismas sean más ágiles. “Los requisitos que hay que cumplir para acceder a las ayudas están pensados para cultivos de producción anual y, en mi caso al menos, he tardado en cumplirlos tres años, en el caso de las aceitunas”.

En cuanto al futuro, tras cinco años de arduo trabajo y una pandemia inédita de por medio, Natalia ultima que ya está teniendo una recompensa impagable, que es la ilusión de haber podido enamorarse del trabajo en el campo. “Y ahora con todos mis cultivos ya en casi plena producción, espero poder seguir dedicándome al campo durante mucho, mucho tiempo”.