"Una vez lavé una camisa de lunares y salió de la máquina sin ellos"
-José María, la verdad es que no sé dónde encasillarle. Es usted tintorero, escaparatista, jerezano de pro...
-Yo soy tintorero y todo lo que has dicho. Mi vida de chavea ha sido buscarme dos pesetas y trabajar desde los ocho o nueve años. Yo iba al sanatorio de Santa Rosalía a hacer teatro para los niños. Ponían las camas fuera, en un patio, y yo hacía teatro para distraerlos. Me buscaba las papas de esa manera porque en casa éramos muy humildes y allí me daban de comer.
-La tintorería Pina forma parte de Jerez, de su gente, de la sociedad que la forma. ¿Qué siente?
-Yo me llamo José María Gutiérrez, pero a mi hijo y a mí nos dicen Pina. La tintorería es muy antigua y la conoce todo el mundo. La gente viene muchas veces de fuera y se hace fotos aquí dentro o al escaparate. Me siento muy orgulloso de eso y de que la gente nos conozca.
-¿Qué ve quien entra en la tintorería Pina?
-Que está todo perfectamente en orden. Aquí no se ve un pantalón y detrás una falda. Los vestidos van por colores, las corbatas igual, las chaquetas aparte. Así todo. Creo que es importante que sea así.
-¿Se distingue a través de la tintorería la forma de vestir del jerezano?
-Sí. Además, yo mismo soy un hombre que salgo a la calle y me gusta ir trajeado. Me críe en la tienda de Tomás García y aquello era de un lujo exquisito. Y lo mismo pasaba con la clientela. Ahí fue donde aprendí a estar con el público. Y sí, el vestir de la gente de Jerez se nota por la ropa que llega a la tintorería.
-¿Y esto, cómo empezó?
-En la calle Lucena, una callecita sin salida que hay en la calle Higueras. Ahí empezó el fundador, que era un francés, y que limpiaba con un pañito porque todo era en seco y se hacía de forma manual. Después se instaló aquí hasta que llegué yo en 1980.
-¿Hay muchos clientes ilustres?
-Los hay. Ya van quedando menos, pero de madre a hijos siguen viniendo. López de Carrizosa, Domecq, o sea, clientes que siguen confiando en nosotros. Tenemos un público que viene de siempre.
-¿Qué es lo que más le gusta de esto que es su casa?
-El trato con el público. El contacto humano en las tiendas se ha perdido. Uno va a unos grandes almacenes y nadie te atiende, y si lo hace siempre van con prisa. No sé por qué, pero es así. No atienden como en un servicio tradicional como es éste y otros muchos que todavía existen.
-Imagino que tendrá anécdotas por doquier para contar.
-Sí, (se ríe). Recuerdo una muy graciosa. Resulta que me trajeron una camisa de lunares y la metí en la máquina que trabaja en seco. Era al principio y todavía no sabía qué se podía meter y qué no. La cuestión es que cuando saqué la camisa ya no tenía lunares. Estaban todos despegados y los tuve que sacar del filtro. Menos mal que se pudo arreglar pegándole lunares nuevos.
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