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Señales para detectar casos de acoso: "El bullying no sólo es la acción, sino también la indiferencia"

La psicóloga infantil Raquel Vega aborda claves para actuar ante situaciones de riesgo, tras el caso de Sandra Peña y la denuncia reciente de una familia de Jerez

La madre de la menor acosada en el IES Romero Vargas de Jerez: "O hacían algo desde el centro o yo me metía"

El 12,3% de los alumnos afirma que él o uno de sus compañeros está sufriendo acoso escolar. / Manuel Aranda

En España, el 12,3% de los alumnos afirma que él o uno de sus compañeros está sufriendo acoso escolar (presencial, ciberbullying o ambos). El 6,5% de los alumnos conoce un caso de acoso escolar presencial en su aula y el 2,2% afirma saber de la existencia de casos de ciberbullying en su clase. Son datos del VII estudio ‘La opinión de los/as estudiantes’ de la Fundación Mutua Madrileña y la Fundación ANAR, organización Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo.

La muerte de la sevillana Sandra Peña ha sacudido al país y en Jerez han saltado las alarmas tras la denuncia de una familia que acusa a varios compañeros del instituto de su hija de presunto acoso escolar.

¿Cuáles son las señales que pueden indicar que algo ocurre con nuestros hijos? ¿Qué se puede hacer? ¿Son conscientes de que pueden estar siendo mal tratados? La psicóloga infantil Raquel Vega da algunas claves sobre este escenario.

“Las señales son bastante heterogéneas, pero es cierto que hay muchas a nivel emocional: cambios de estado de ánimo, mucha irritabilidad, mucho enfado, tristeza, aislamiento... También podemos ver que el niño tiene nerviosismo antes de ir al colegio y en muchas ocasiones no se manifiesta a nivel de activación, sino de somatización. Es decir, el niño empieza a señalar que tiene dolor de estómago, de cabeza... Situaciones que permiten que no vaya al cole”, declara la profesional.

Vega subraya que a veces el menor no tiene las palabras para expresar lo que le ocurre y de ahí que se traduzcan en síntomas físicos. “El cuerpo ante tanta tensión y tanto malestar empieza a expresarlo de otra manera. También hay algunas señales como evitar amigos o actividades que antes disfrutaba, dificultad para dormir, pesadillas... Son señales que podemos ver para empezar a pensar que algo está pasando”, añade.

“Un niño cuando está sufriendo bullying sabe que lo están maltratando, que se está sintiendo mal. Quizás no es capaz depende de la edad o del momento vital, de nombrarlo como bullying, pero sí es capaz de decir que se encuentra mal porque no me dejan jugar, me dejan fuera...”, explica Vega.

El bullying “no sólo es la acción, sino también la indiferencia, el vacío. Todas estas situaciones influyen mucho en cómo un niño se puede sentir, pero a veces no puede dar el nombre de bullying como tal”.

Para la profesional un paso fundamental es escuchar al menor: “Tenemos que coordinarnos con el equipo de Orientación, Dirección... para poner en conocimiento de todos que esto es un problema de acoso. Sobre todo hay que dar espacio al niño y validar que es algo que está sufriendo, que es víctima y que lo vamos a acompañar y dar servicio de protección y amparo. Decirle que vamos a estar aquí y vamos a buscar soluciones, que no vamos a dejarle en esta situación”.

Hay menores que ante el acoso deciden acabar con su vida. Ha sido el caso reciente de Sandra Peña. La psicóloga jerezana explica que “un niño, como cualquier persona que tiene ideación de muerte o suicida, lo que quiere es dejar de sufrir. Nadie que se encuentra bien piensa en la muerte de esa manera”.

“Tenemos que entender que cuando un niño toma esta decisión no es de cobarde ni de valiente. Es una persona que está sufriendo, que está desesperanzada, que cree que la situación no puede cambiar y solamente ve que la muerte es la única forma de aliviar ese sufrimiento”, describe Vega.

¿Qué está fallando para que aumenten estos casos?: “Están fallando muchas cosas y a veces con un efecto dominó. Creo que partimos de un momento social en el que las redes sociales son la principal fuente de comunicación entre los adolescentes. Esto está provocando a su vez que haya más sensación de descontrol y otras formas de acoso que requieren intervenciones mucho más afuera de la escuela o del propio contexto de la clase. A veces en el colegio hay un limbo de responsabilidad, de quién debe encargarse si este acoso continúa fuera de la escuela”.

“Creo que tenemos por delante mucho trabajo por parte de los profesionales dentro de los colegios para detectar señales y entender cuáles son los cambios dentro de los adolescentes. A veces estas situaciones ocurren porque entendemos que o son ‘cosas de niños’ o cosas que pasarán, pero no podemos llegar a comprender el sufrimiento y la gravedad que esto provoca en la identidad de una persona. Hay una falta de conciencia de la real repercusión que tiene en una víctima sufrir bullying y más en un momento tan delicado como la adolescencia”, subraya Vega.

En cuanto a los acosadores, la psicóloga reconoce que se debe hacer un trabajo de “responsabilización”. “Necesitamos hacer a los niños conscientes de que su comportamiento tiene consecuencia. Ellos pueden tener la necesidad de pertenecer, pero eso no justifica que para ello tengamos que hacer sentirse mal a otra persona, ridiculizar, humillar...”, declara. Para la profesional el castigo es “a corto plazo”, por lo que el acosador no llega a entender las consecuencias. Ante esto, Vega cree en la “justicia restaurativa, que intente reparar el daño. Así como el trabajo en la familia, para que puedan encajar que sus hijos han sido acosadores”. El reto está en poner colegio, familia y sociedad en sincronía.

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