Una vida entera cosida a la piel
El jerezano Juan Vega, a sus 52 años, lleva dedicándose a la guarnicionería desde que nació: "Aprendí el oficio de mi padre, él ha sido mi gran maestro y mi fuente de inspiración"
Temple, paciencia y tenacidad son rasgos característicos de la personalidad de Juan Vega, con los que lidia día a día cuando se enfrenta a un nuevo trozo de piel de ternero. De oficio guarniciero, se encarga de dar forma al cuero con sus manos para la creación de sillas de montar, cabezados, zahones, polainas y guarniciones.
La artesanía se encuentra actualmente en pleno proceso de receso. Es obvia la desaparición de determinados oficios cuyo conocimiento se ha transmitido durante décadas, de generación en generación, siglo tras siglo. Son pocos los valientes que siguen cultivando con sus manos todo aquello que ya ha sido tocado por el proceso de la industrialización y el trabajo en serie. Juan está orgulloso de su oficio porque "la artesanía me libera, me deja más satisfecho, más realizado. A parte de trabajar en lo que te gusta es una profesión libre, es pura inspiración".
Este artesano de la piel hace una reflexión personal del momento que vive su oficio pues "mi trabajo es cien por cien artesanal, aunque lo he mecanizado un poquito porque la actualidad lo requiere y los que vivimos en el mundo del caballo así lo entendemos", aunque sabe que "siempre existirá el cliente que requiera la artesanía pura y dura. Al igual que evoluciona el mundo del caballo en la doma, la guarnicionería también avanza".
Su padre, José Vega, era muy conocido en el mundo del caballo. Fue el primer guarnicionero en abrir una escuela para enseñar este empleo y su hijo su primer aprendiz. Juan recuerda su infancia en el taller: "Desde que nací trabajaba con mi padre en el taller familiar en la calle Porvenir y luego nos trasladamos a la calle Pañuelos". Él es el único miembro de su familia que mantiene esta tradición artesanal, aunque su hermano aprendió también el oficio, "pero prefirió dedicarse a otra cosa".
La vinculación de esta ciudad con el caballo es indiscutible. La influencia de la época almohade en los siglos XI y XII y la creación del Monasterio de La Cartuja en el siglo XV han sido la piedra angular de la crianza del caballo jerezano. Este artesano lo sabe y cree que "en Jerez se respeta a este animal por cuestiones de tradición. La Feria del Caballo es muy conocida, de renombre. Aquí tenemos esta cultura".
En 1988 recibió el primer Premio Nacional de Artesanía y el Premio Galeón de la Junta de Andalucía al Diseño de Mercado. Considera que su trabajo es "de vertiente tradicional, aunque no tengo más remedio que dedicarme también a fabricar bolsos, maletas... Cosas más comerciales".
Como a todos, la crisis ha afectado a su negocio y le ha sido costoso mantenerlo "ya que la gente lo primero que se quita son los gastos extras".
Se considera a sí mismo como una persona con iniciativa "porque he abierto los caminos de mi profesión por toda España. Me he llevado catorce años en Castellón y he impartido cursos de formación en la Escuela Ecuestre Costa del Sol". Además, añade que "he viajado por Cataluña, Valencia... porque he querido recibir diferentes influencias, salir de lo que se hace siempre en Andalucía".
Piensa que tiene un oficio reconocido porque "los grandes jinetes y los que entienden del mundo del caballo admiten el importante papel que desempeñamos". Igualmente considera que "es un don manejar la piel de esta manera. Como en todos los grandes oficios hace falta tener arte, hasta para freír un huevo".
Es consciente de que los jóvenes no están dispuestos a mantener este tipo de oficios porque "prefieren dedicarse a otra cosa. El problema es que ya no existe la figura del aprendiz, como antiguamente, que desde pequeños aprendíamos a ser zapateros, carpinteros... Al perderse la figura del aprendiz la artesanía pierde. O lo conoces desde pequeñito o no sientes esa pasión por mantener la tradición".
La Junta de Andalucía, conocedora del incalculable valor de estos oficios, está llevando a cabo planes de formación gratuitos destinados a desempleados, para intentar mantener vivo este trabajo, propio de la cultura andaluza. "Con la escuela de mi padre empezamos a enseñar a gente que actualmente vive de esto. Todo gracias a sus enseñanzas", afirma orgulloso. Ahora le toca el turno a él de difundir sus conocimientos, algo que le satisface mucho "porque he obtenido muy buenos resultados con mis alumnos", aunque cree que la gente se inscribe "más por el dinero que reciben que por la pasión a esta profesión".
Respecto a toda la controversia que existe con las corridas de toro y las manifestaciones antitaurinas, Juan, que trabaja diariamente con la piel de estos animales, se muestra tajante ya que, en su opinión, "el toreo es una tradición muy española. Dentro de lo que cabe, el maltrato al animal no existe. El toro es un animal recio, duro, resiste. Sin el arte del toreo el toro bravo estaría abocado a la extinción".
Juan destaca la importancia de conjugar en su trabajo estética y práctica, porque no concibe su trabajo sin estos dos elementos.
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