Yacimiento de Asta Regia: crónica de un paseo
Habitantes de Mesas de Asta hablan de su 'nuevo vecino', la Junta de Andalucía, flamante propietario de las parcelas del yacimiento que albergan tanto los vestigios del núcleo principal de la ciudad como su área de necrópolis
Imágenes de los vecinos de Mesas de Asta en los terrenos de Asta Regia
"¿Lo veremos?". Mesas de Asta tiene un 'nuevo vecino'. Ha llegado por Navidad, como el turrón, pero ha venido para quedarse. "Estamos todos muy contentos, la verdad", aseguran dos moradoras, de toda la vida, de la barriada rural jerezana, con casi 600 habitantes.
En la puerta del conocido Restaurante 'Casa Carmelo y Paqui', un grupo de vecinos liderados por la delegada de alcaldía, Rosa María Pedraza, se disponen a dar un paseo por el yacimiento de Asta Regia, donde la Consejería de Cultura ha adquirido cuatro parcelas, con una superficie de 90 hectáreas, que albergan tanto los vestigios del núcleo principal de la ciudad como su área de necrópolis. La Junta, el 'nuevo vecino', ha venido para cambiar la historia de la localidad. Le toca hoy hablar a los residentes. Los protagonistas que viven piel con piel este acontecimiento. Pero antes, unos posados en el mural dedicado al yacimiento que se está desarrollando en una zona de la barriada.
Tras varios días de lluvia, elegimos una tarde soleada para subir al yacimiento. Es un trayecto agradable, plena campiña. Gallos, gallinas, un parque entrañable, huertos, aire puro, algunas nubes y nada de frío. Cada uno a su ritmo, conversando entre risas, analizando el terreno. "Esto es algo", señala un vecino en referencia a una piedra, un vestigio del pasado, una caracola, un trozo de vasija... "Lo que queremos es que esto avance. Que ahora sea público permitirá que se conozcan todas las civilizaciones que han pasado por aquí", apunta el miembro de la Plataforma Asta Regia Paco Núñez.
Hay que recordar que Mesas de Asta es uno de los yacimientos no excavados más relevantes del país. Su datación se remonta al Bronce Final atlántico y pudo ser ocupado tanto por la cultura tartésica como por fenicios, turdetanos, romanos y árabes hasta su abandono en torno al siglo X.
Pasamos la verja de entrada. Un cartel ya desvencijado anuncia que entramos en el 'yacimiento arqueológico de Mesas de Asta, propiedad privada, prohibido el paso'. Lo que proclama ha agotado su tiempo. Ya es pasado. Las cosas han cambiado de forma radical en unos días, y lo que era privado, ahora es público. Lo que nunca se pensó que pasaría, ya está aquí: la puesta en valor del yacimiento en paralelo a un nuevo futuro para Mesas de Asta. Una realidad que parecía lejana.
Traspasamos la entrada (con el permiso, claro está, de la nueva propiedad) y el grupo encara el camino. Los vecinos tocan diferentes edades. Cristina está operada del corazón, pero su ímpetu e ilusión le dan más fuerza si cabe y se suma a la caminata.
"Perdone, ¿ustedes creen que veremos esto? Mientras excavan y tal...", se preguntan. "Esto, en diez años está el pueblo cambiao, con lucecitas y todo", ríen. "Por lo menos, el terreno está comprado. Llevamos tantos años que ya nos los vamos creyendo un poquito más. Aquí todavía no hay nada, está bajo tierra. Dicen que hay siete civilizaciones, ¿no? Ahora, lo siguiente será que vallen bien la zona y que renueven la guardería de los terrenos. Llevamos muchos años luchando para sacar a flote todo esto y ver qué beneficios económicos y culturales traerá".
El yacimiento está ahí "de toda la vida". Los vecinos han convivido con él, han visto pasar los años, las décadas, se han realizado investigaciones por parte de entidades como la Universidad de Cádiz (UCA) que han arrojado información crucial de lo que hay bajo tierra, que se suma a la descubierta por el arqueólogo Manuel Esteve, que dirigió campañas de excavaciones entre 1942 y 1958. Aunque ya con anterioridad, en 1934, se crea el primer plan de intervención de la mano del profesor José Chocomeli, que se vio truncado por la Guerra Civil.
En el discurrir, apoyado en una valla, Manuel vigila a sus ovejas. Son 100. Antes tenía cabras. Nos saluda. Lleva en el oficio desde los 12 años, que heredó de su padre, "pero se está poniendo la cosa que vamos a tener que comer pollitos de plástico. Se lo están cargando todo. Aquí estamos. Intentando jubilarme. Soy autónomo, pero no me dejan". Manuel se conoce el terreno del yacimiento de memoria. "Nunca me he encontrado nada. Esto lo ha comprado la Junta, pero necesita una buena inversión, más de lo que han pagado. Y habrá o no habrá. Esto es como todo. Aquí dicen que hay una cueva que llega a Lebrija, ¿eso es verdad?", suelta al aire la pregunta. "No se sabe, seguramente", concluimos.
Rosa María Pedraza fue elegida hace un año delegada de alcaldía, tras el fallecimiento de su homólogo, José Antonio Fernández Bustillo, a quien la barriada rural le dedicó un monolito. "En general, la gente está contenta. La idea es que se vea algo ya de lo que hay bajo tierra y que se puedan hacer visitas, conocer nuestros orígenes, tocarlo, verlo... Esto es fruto de años de trabajo, en los que también la Plataforma ha luchado mucho y de la que José Antonio era miembro. La alcaldesa de Jerez, María José García-Pelayo, también nos ha respaldado mucho. Y yo continué la apuesta. Y lo hemos conseguido. Ya hemos brindado por la prosperidad y por la cultura".
Pedraza confiesa que al principio, "los vecinos se preguntaban por los beneficios que les iba a reportar el yacimiento, por sus casas, por qué tipo de transformaciones iba a suponer. Ya les he explicado que a las casas no les va a afectar, sólo al terreno del yacimiento y, en todo caso, cambiaría el entorno más cercano con una zona de venta de entradas, tienda de souvenirs... Esperemos que así la economía evolucione un poquito también. Una oportunidad además para la gente joven. Lo que está claro es que esto ha empezado ya".
Vamos ascendiendo. Se disfruta de la inmensidad del terreno y nos vamos imaginando qué habrá debajo. Dejamos a la derecha las excavaciones de Manuel Esteve. Tomamos dirección izquierda, camino al pueblo. Una gran gavia dirige el regreso. Una de las vecinas se emociona: "En 40 años no había cogido nunca por aquí. Impresionante", dice mientras observa atentamente el surco.
"¡Miguel Ángel, sácanos una foto aquí!", pide una vecina desde una bonita parte del sendero. Superado el ascenso, las vistas son espectaculares. Normal que los antepasados eligieran el lugar. Llano y abierto, sobre una 'mesa' dominante. Los paseantes debaten sobre el origen y material de las piedras que van encontrando.
Ya sobre calzada del siglo XXI, encontramos la calle Tartesos, donde vive, por ejemplo, Antonia. Nos despedimos. Es casi de noche. Empieza a hacer frío. "Hemos dado un buen paseo. Pensaba yo que no iba a poder", exclama feliz por haber superado el reto: "A la próxima me apunto al cross de Asta Regia", ríe. Nos emplazamos todos a buscar en las hemerotecas este reportaje dentro de una década y ver entonces qué ha salido de todo esto.
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