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Enfoque de Domingo. Las corbetas de Navantia

El amigo malvado

  • Arabia ha distinguido a España como “socio preferente” en su plan Visión 2030 con el que quiere salir del medievo

Cospedal saluda a Mohamed Bin Salman (MBS) ante la mirada de Rajoy tras firmar el acuerdo de las corbetas para la Bahía.

Cospedal saluda a Mohamed Bin Salman (MBS) ante la mirada de Rajoy tras firmar el acuerdo de las corbetas para la Bahía.

La teocracia wahabista saudí juega en el teatro de operaciones de las relaciones internacionales un papel diplomático particular. Consiste en que hace lo que le da la gana. Y no es nada sutil. Por ejemplo, pongamos presuntamente, matar y despiezar en su consulado en Estambul a un periodista incómodo. Tampoco es tan extraño. En los últimos treinta años Arabia ha decapitado en público a más de 2.200 personas. A quienes osan opinar les puede pasar como a Raif Badawi, al que cada semana sacan de prisión para endilgarle los 50 latigazos a los que ha sido condenado durante diez años. Aún le quedan cuatro años de latigazos y de nada sirven los llamamientos de Reporteros sin Fronteras para que sea liberado. Ahí sigue Badawi con la espalda hecha un trapo. Y aunque esta vez Arabia parece haber traspasado una línea roja por la torpeza de haber cometido el crimen en Turquía, donde el presidente Erdogan es un tipo hábil ya sea para montarse un autogolpe de estado o para darse golpes de pecho por el asesinato de un periodista, él, que tiene a 73 periodistas encarcelados, todo apunta a que la tormenta amainará. “Es Arabia Saudí quien produce, exporta y financia el terorismo”, manifestaba el embajador de Qatar en España, Mohamed Jaham Al Kuwari en una entrevista con este periódico. Todo el mundo sabe que el wahabismo es el germen de AlQaeda y del Isis y que el ataque de las Torres Gemelas fue ideado y ejecutado por saudíes. Pero nada va a impedir a la que está considerada por el Índice de Democracia Global de The Economist como la séptima tiranía del planeta y mayor exportadora de petróleo del mundo seguir haciendo lo que le dé su santa gana en el único país de la península arábiga que tiene la desgracia de no tener una gota de crudo, Yemen. 15.000 muertos contemplan ya una de las guerras más invisibles de nuestro tiempo. “Era como el juicio final. Cuerpos y cabezas por todas partes, envueltos en llamas y cenizas”, explica un testigo para un informe de Amnistía Internacional tras el bombardeo saudí a una escuela el pasado agosto, que dejó 63 muertos.

Irán

La política exterior de Arabia no es muy compleja. Lo básico es que tiene un enemigo número uno, Irán, y un aliado número uno, Estados Unidos, al que le compra el 80% de su armamento. Sobre eso se construye todo lo demás. Porque todo lo demás son negocios. Esto incluye que las relaciones entre Arabia e Israel sean secretamente cordiales. Entre los dos convencieron a Trump para que rompiera el pacto nuclear con Irán que tanto trabajo le había costado sacar adelante a Obama.El problema que tenemos con Arabia e Irán, al que podríamos considerar un régimen de esplendor democrático en comparación con el saudí, es que arreglan sus diferencias religiosas en el culo de los demás. Porque si el protector de Arabia es Estados Unidos, el de Irán es Rusia. Esto sucede pese a la fraternidad que reina entre Trump y Putin. Yemen y Siria son sólo dos de las víctimas de esta rivalidad acerca de si es más Islam un sunita o un chiíta. Este asuntillo convirtió a Arabia en el benefactor de Sadam Husein en Iraq, que pagólos platos rotos del 11-S que habían montado un grupo de súbditos del que entonces era rey saudí, Fahd bin Abdulaziz, muy recordado en Marbella. Y ahora Turquía también quiere meter baza, de ahí el ataque de humanismo de Erdogan y sus Hermanos Musulmanes, de los que los saudíes no quieren ni oír hablar. Turquía también es un magnífico cliente de nuestra industria armamentística. Según Datacomex, donde se recogen los datos de comercio exterior español, en 2016 Arabia era nuestro segundo cliente (646 millones) y Turquía el cuarto (543 millones).Devolver al aislamiento a Irán es el gran triunfo del hombre fuerte del régimen, el príncipe Mohamed Bin Salman (MBS), un joven de 33 años del que todo el mundo sospecha que ordenó la ejecución de Kashoggi. Una pena porque Bin Salman pretendía ir de guay. Fue él el que convenció a su padre, el rey Salman, para que las mujeres pudieran conducir e ir al fútbol. Todo un logro del ojo derecho de Salman, su hijo favorito de la camada con su tercera esposa. MBS se estrenó como príncipe heredero en noviembte de 2017: arrestó a 200 funcionarios, 60 empresarios, 11 príncipes (en Arabia hay muchos), cuatro ministros y docenas de ex ministros. Desde entonces todo va como la seda.A este hombre le debe la Bahía las corbetas por las que parece que los gaditanos se hubieran convertido en colaboradores necesarios del crimen de Kashoggi. MBS, que firmó la construcción de los barcos de guerra con Cospedal cuando era ministro de Defensa, ha seguido la estela de sus mayores en lo que se refiere a las amistosas relaciones con España. En la visita que realizó el pasado abril, recibido con todos los honores y alojado en ElPardo, colocó a nuestro país como socio preferente en su plan Visión 2030, con el que pretende sacar a su país de la era medieval. Navantia y SAMI, la sociedad de industrias militares saudí, constituyen una sociedad conjunta para el desarrollo de programas navales. A ese punto llega la vinculación. Amigos para siempre.Un año antes el Rey Felipe VI había realizado una visita oficial a Arabia. Le acompañó la plana mayor de una decena de grandes empresas con intereses en Arabia. Allí conocieron a MBS. Quizá haya que buscar ahí y no en el empleo en la Bahía el por qué España calla y, como dicen los árabes, espera que el viento pase.

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