Coronavirus en Cádiz

La muerte llegaba en furgón

  • Durante los meses de estado de alarma los servicios funerarios tuvieron que multiplicarse y encargarse de los cuerpos que llegaban de Madrid

Contenedor frigorífico instalado en el tanatorio de Jerez para acoger los cuerpos que llegaban de fuera.

Contenedor frigorífico instalado en el tanatorio de Jerez para acoger los cuerpos que llegaban de fuera. / Pascual

“Desde el mes de enero observamos un incremento inesperado de servicios, que se prolongó en febrero y en marzo. Enero siempre es un mes fuerte, al igual que las épocas con pico de calor, pero no fue un enero normal. Eran personas que morían de neumonías. Si era coronavirus o no nunca lo sabremos. Lo cierto es que en esos tres meses de 2020 enterramos a las mismas personas que en 2019 habíamos enterrado entre enero y julio”. Habla Julio Ortega, propietario de Servicios Funerarios Virgen de los Remedios, una pequeña funeraria que atiende en sus tanatorios a los municipios de Puerto Serrano y Espera. Es un pequeño termómetro de lo que, vivido a gran escala, ha sido algo insólito. Un país entero se vio colapsado por la muerte y no pudo velar a sus muertos. En muchas ocasiones ni siquiera pudo enterrarlos.

Las estadísticas sitúan el incremento de fallecimientos en la provincia en lo que llevamos de 2020 en algo más de un 4%, muy poco si se tiene en cuenta que la media nacional, arrastrada por las salvajes cifras de Madrid y Barcelona, se sitúan en un 21%. La frase de los funerarios fue acuñada luego por la oposición: cada día se nos caía un avión. Un dato como ese también afectó en los peores días de la epidemia a la provincia. En Jerez se llegó a habilitar un contenedor frigorífico para albergar los cuerpos que llegaban de Madrid ante el colapso de los servicios funerarios en la capital.

Ortega hace sus propios cálculos. Entre enero y marzo el incremento de servicios pudo ser de un 50%. “En Puerto Serrano ofrecemos una media de 90 servicios al año , que vienen a ser los mismos que en Espera, que tiene una menor población, pero más mayor. Esto supone unos siete servicios por tanatorio al mes. Durante esos meses esa media subió a nueve o diez. Compañeros de otras funerarias notaron incrementos similares”. Este empresario agradece el apoyo que ha tenido en los pueblos tanto de los alcaldes como de la población, que ha entendido la situación crítica que se vivía. “Hemos tenido un caso de un fallecido que tenía siete hermanos, pero sólo podían acudir tres a despedirle. El 99% de la las familias se han portado de diez y los alcaldes nos decían que para cualquier problema si la cosa se desmadraba que avisáramos para que nos enviaran a la policía, pero no ha sido necesario”.

En los crematorios de Algeciras, Chiclana y Jerez se ha trabajado a destajo, cuentan en el sector. Sob re todo lo que fueron los meses de marzo y abril, hasta llegada la semana Santa, cuando todo se fue calmando. “Venían furgones en neveras con cuerpos enviados desde Madrid , se quemaban y se devolvían las cenizas. En ese sentido se ha actuado con diligencia y las cenizas que se devolvían a Madrid correspondían en todos los casos con el finado. Las funerarias de Madrid nos llamaban desesperadas para ver si teníamos más furgones. Pero teníamos un problema añadido y era que el trabajo se triplicaba, pero no lográbamos encontrar personal para realizar este trabajo. Nadie se atrevía a trabajar en pleno meollo de la infección, muchos se daban de baja por el estrés, ha habido muchas bajas psicológicas y resultaba que no terminabas de atender a uno y ya tenías tres en espera. Pero hemos estado al pie del cañón porque si abandonábamos nosotros, figúrate tú”.

Ortega, que conoce un oficio en el que lleva más de veinte años, se puede suponer lo que ha sido para sus compañeros de Madrid y no se extraña que en determinado momento se pudieran encontrar cadáveres en las residencias porque no daba tiempo material para certificar esas muertes. “Siempre puede haber momentos en que haya picos de muertes y entonces utilizas la cámara mientras las salas están llenas. Se puede dar el caso de que tengas dos cuerpos en espera para estar en sala. Pero ¿qué haces cuándo no tienes dos, si no que tienes 60?”

La protección de los trabajadores era otro problema. “Todo el material que llegaba, sobre todo al principio del estado de alarma, era para los sanitarios. Llamábamos a la administración y el Gobierno nos enviaba a la junta y la junta al Gobierno, pero no conseguíamos nada. Pedíamos que se hicieran test a nuestros trabajadores y la respuesta era el silencio. Nos hemos tenido que abastecer de material por fuera y pagándolo a precio de oro”. Las medidas tomadas por el sector han dado su resultado y no ha habido mucho contagio en estos trabajadores.

Ahora Ortega y sus compañeros cruzan los dedos ante el casi seguro brote del otoño, en el que el covid entre al tiempo que la gripe. “Queremos pensar que hemos aprendido de lo que ha pasado y no volveremos a encontrarnos situaciones parecidas. Estaremos abastecidos y preparados para un nuevo repunte y esperemos que los familiares puedan despedir a sus seres queridos como es debido”.

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