Cultura

El Festival de la Guitarra Flamenca progresa adecuadamente

  • La segunda edición del festival culmina con un nuevo éxito

  • Gómez y Valencia ponen los quilates a un año que ha destacado por el crecimiento del concurso con la peña Buena Gente

A pesar de las dificultades que supone arrancar con una iniciativa de este calibre, sobre todo en los primeros años, el Festival Internacional de la Guitarra Flamenca de Jerez, que este año ha cumplido su segunda edición, progresa adecuadamente. Lo ha hecho sin alardes, superando adversidades y demostrando que por encima de todo el objetivo fundamental de sus organizadores, Mario González y Santiago Lara, no es otro que dar su sitio a la guitarra flamenca el valor que merece.

En este segundo año de vida ha destacado la incorporación al equipo de colaboradores de la Peña Flamenca Buena Gente, que se ha implicado apoyando el Concurso de Guitarra Javier Molina, ya no sólo respaldando económicamente el certamen, con casi dos mil euros en premios, sino que poniendo a disposición de la organización la Nave del Aceite, que se llenó en la gran final del jueves.

Con este equipo, el Festival Internacional de la Guitarra Flamenca de Jerez prosigue su etapa de crecimiento y desarrollo, la etapa más difícil pero que por ahora está superando con creces, sobre todo por las ganas y la inquietud de sus organizadores, y el apoyo del Ayuntamiento.

Tres pilares han cimentado esta segunda edición, por un lado el concurso, que se ha consolidado con más de treinta inscripciones, y que a nivel de público y calidad interpretativa de sus aspirantes no estuvo mal. El ganador, el joven guitarrista chipionero Manuel Cerpa recibió el sábado, antes del concierto de Manuel Valencia en los Claustros, y de manos del presidente de la Peña Flamenca Buena Gente, Nicolás Sosa, la placa acreditativa y los 1.200 euros que se ha embolsado, junto con una guitarra del lutier Javier Mejías valorada en 4.000 euros y un estuche de Prieto Música. El colofón a un fin de semana mágico lo cerró el jovencísimo tocaor, de sólo 16 años, interpretando la minera, ‘Herencia’, con la que ganó el concurso, llevándose el calor del público de Los Claustros.

Previamente, Santiago Lara y Mario González entregaron la Mención de honor al Mejor Toque por bulerías a otro joven guitarrista, el almeriense Antonio García, de sólo 15 años, y que el jueves encandiló al jurado, compuesto por el propio Lara, Bolita, Manuel Valencia y Paco Cepero, por sus maneras tocando por bulerías, con aire de Jerez (prueba de sus clases con Miguel Salado) y con un desparpajo y una naturalidad impropia para un guitarrista de su edad.

En cuanto los conciertos, el viernes, José Carlos Gómez deleitó al público de Los Claustros con una propuesta íntima y en la que demostró que todo lo que hablan de él no es casualidad. Preciso y muy musical, el guitarrista algecireño desglosó la mayor parte de los temas de ‘Origen’, un disco editado en 2016.

Empezó por seguiriyas, ‘De José y Ana’, y fue desplegando su ese manto sonoro a veces en solitario y otras arropado por las palmas de Carlos Grilo, Manuel Peralta, que hizo las veces de cantaor y segundo guitarra, la percusión de Marote y el baile de Abel Harana. Ellos le respaldaron en los tangos ‘La reconquista’, con un claro sabor a Paco de Lucía, y en la rumba ‘Paseo del mar’, un tema especialmente pegadizo y que lleva intrínsecamente la naturaleza tocaora de José Carlos Gómez.

El cambio de registro llegó con el primer movimiento de su último disco ‘Pasaje andaluz’, que acaba de lanzar al mercado tras un año de trabajo con la Orquesta Sinfónica de Bratislava. “Es el único movimiento que puedo hacer en solitario, y se llama Algeciras”, comentó. En su intervención pidió además “que se siga apostando por festivales como éste, que a los guitarristas nos dan la vida”.

Antes del final, Abel Harana puso el baile a ‘Café Piñero’, la bulería por soleá con la que Gómez rescata los sonidos más clásicos, para terminar por alegrías llevando el éxtasis al público, que disfrutó de una noche completa a todos los niveles.

La del sábado no fue menos. Con amplia presencia de guitarristas entre el público, como en la jornada anterior (Javier Patino, Javier Ibáñez, Alfredo Lagos, Alberto San Miguel...) Manuel Valencia volvía a su tierra para exponer ‘Entre mis manos’, su primer disco, editado también en 2016. El jerezano ha explotado desde entonces convirtiéndose en un guitarrista total, capaz de tocar en solitario con la misma garantía que cuando acompaña al cante o toca para el baile, algo donde ha crecido notablemente en el último año de la mano de Manuel Liñán.

Precisamente de este apego se pudo escuchar el zapateado ‘El árbol de las palabras’, una obra hecha para el espectáculo ‘Baile de autor’, del bailaor granadino pero que Manuel ha adaptado para convertirlo en una de las piezas que conformarán su segundo disco, con el que comenzará a trabajar a final de año.

Pero dentro de su repertorio, bien escoltado por un Carlos Merino extraordinario a la percusión, y el bajo de Ricardo Piñero, sutil y pegador cuando llegó el momento, Manuel Valencia caminó por su anterior disco con una naturalidad impecable. Abrió la noche con la bulería por soleá ‘Gandinga’ para caminar con posterioridad por la minera-fandango ‘Velo de flor’.

Respiró entonces Manuel, como él mismo confesó, para adentrarse en el zapateado anteriormente comentado y en la bulería ‘Báilame’, la antesala, de la pincelada de cante, que llegó gracias a la voz “de mi compadre David Carpio”, dijo. La imponente garganta de David Carpio fue como un refresco para la sonanta, que navega igual de cómoda por estos lares. El cantaor interpretó malagueñas, cantiñas y alegrías, donde expuso una amalgama de estilos y variantes que ponen de manifiesto su excelso conocimiento del cante, y martinetes.

Su broche llegó por bulerías donde la guitarra de Manuel volvió a emerger llevando el soniquete y la maestría a unos Claustros entregados.

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