El cineasta español Pere Portabella recupera sus característicos silencios y apuesta por el fetichismo en su filme Mudanza, una cinta que presentó este sábado en el Festival Internacional de Cine de Venecia y que supone un claro homenaje al poeta Federico García Lorca.

"Los autores lo primero que tenemos que hacer es decidir no ir al psiquiatra, es decir, convivir con nuestras contradicciones y con nuestros propios fantasmas. Yo siempre tengo tendencia al vacío y al silencio como un propio sonido. Siempre lo he tenido", comenta Portabella (Figueras, 1927) en una entrevista con Efe en Venecia.

En esta película "repito otra vez. El silencio, cuando se muestra la casa vacía, es una nota, es mucho más elocuente. Esto es una idea que creo que estuvo muy bien", añade.

El cineasta está presente estos días en el Festival de Venecia como jurado de la sección Orizzonti, en cuyos eventos paralelos presentó este sábado su Mudanza, una película de 20 minutos de duración con la que quiere honrar la memoria del poeta granadino, fusilado durante los primeros meses de la Guerra Civil española (1936-1939).

La cinta, en la que los objetos adquieren un importante contenido simbólico, retrata el traslado de los muebles de la casa de la Huerta de San Vicente de Granada a un almacén para así dejar espacio a la exposición temporal "Everstill/Siempre todavía" en el lugar que es hoy la Casa-Museo de Federico García Lorca.

La película "está cargada de fetichismo. La aproximación a un autor se consigue quitando la barrera de los objetos. Después los espacios se llenan otra vez de simbolismo, según los mires, con tu propia carga emocional, con tu experiencia personal", explica Portabella.

"A esto le llamamos ausencias significativas. La insinuación, la imprecisión, el hecho de saber que está, pero no está, es de una carga enorme, es mucho más eficaz, es una experiencia mucho mejor toda esa barrera del fetichismo", añade.

Todo se convierte en simbolismo en esta cinta que revive la figura de Federico García Lorca (1898-1936) en la Mostra de Venecia: desde el retrato del poeta que colgaba en una de las paredes, hasta el piano de cola o una de las camas, pasando por los silencios y, sobre todo, los escasos sonidos que pueden escucharse.

Esos sonidos que preceden al gran silencio final son los de niños y pájaros, elementos que, según Portabella, "encajan muy bien con esta parte poética, directa, apasionada de Federico" García Lorca.

El cineasta destaca además el momento del embalaje del retrato del poeta como otro de los grandes momentos simbólicos de su obra, pues con él quería transmitir la sensación de un entierro formal para García Lorca.

"Esta secuencia es una secuencia limpia, pero está rodada de tal manera que el espectador evoca esto, de una manera con la que el espectador, automáticamente, lo ha asociado a un entierro formal, de la cultura, de todo lo que significa una persona que culturalmente es tanto y representa tanto internacionalmente", incide Portabella.

"Es que un golpe de Estado militar -agrega- significa no sólo que llega la intransigencia y la falta de libertades, sino la violencia y la crueldad. Y la muerte de Federico reúne esas dos cosas y por eso hice este embalaje".

El almacén que albergará los objetos de la Huerta de San Vicente se convierte en el último escenario de la cinta y en él, una cama pasa a ser la protagonista.

"El final es la cama porque es que hay también en ella un contexto poético. No quise dejar de lado una especie de sugerencia poética que viene dada por una especie de hipérbole que es que se lo cargaron. Lo durmieron de verdad, le pegaron dos balazos", comenta el cineasta.

Portabella asegura que si está en Venecia como jurado de la sección "Orizzonti" es por Lorca, pues aceptó la invitación de la organización del festival después de saber que habían decidido incluir su homenaje al poeta.