Stroheim, o las crueldades
Director Erich von Stroheim. Con Erich von Stroheim, Maude George, Mae Busch, Rudolph Christians, Miss DuPont. Divisa.
"El esqueleto de mi hijo muerto", así calificó Erich von Stroheim lo que vio proyectado en la pantalla durante el estreno de Foolishwives (1922), la película que debía confirmar su ingenio y el status de autor respetado obtenido tras el éxito de Blindhusbands y que, al final, no fue sino el primer gran fracaso en su pulso contra la política de los estudios hollywoodienses, el inicio de su accidentada colección de obras maestras interrumpidas. Las cerca de siete horas del metraje original habían sido reducidas a poco más de tres después de la intervención de un jovencísimo Irving Thalberg, una poda que aumentaría con el tiempo -hasta hace bien poco sólo era posible ver una copia de setenta minutos, hasta que el American Film Institute la restauró recuperando otra hora más de metraje y la partitura original del compositor Sigmund Romberg- y que convirtió lo salvado, jeroglífico para el historiador y el cinéfilo, en un apasionante conjunto de ruinas, vestigios de un melodrama repleto de subtramas y cajón de sastre de los gestos naturalistas y abrasivos de Stroheim que escaparon a tanta poda.
Foolishwives reconstruyó en California la ciudad de Montecarlo, corte europea del despilfarro y las apariencias en la que residen sujetos de alta alcurnia y escasa moral y a donde llega un matrimonio norteamericano que tampoco sale bien parado tras pasar por el escalpelo stroheimiano: él un panoli con dinero y fascinación por la nobleza y ella la esposa frívola incapaz de descifrar la pragmática del coqueteo y advertir sus consecuencias (el "antiamericanismo" del director "inmigrante" fue otra de las razones esgrimidas para justificar el atropello que sufriría la película). A Stroheim, que se guardó el papel del conde Karamzin, infatigable torturador de mujeres y sagaz exprimidor de monederos, lo encontramos por primera vez en una serie de imágenes que son emblema de su proceder en tanto personaje de ficción y cineasta: practicando el tiro en las proximidades de su residencia -Villa Amorosa (sic)-, apuntando también al espectador, remedo del gesto pionero al principio y al final de The great train robbery, contra cuya escopofilia se propone atentar mediante un largometraje que tiene a su propio cuerpo como receptáculo de las bajezas de la carne y el espíritu.
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