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La feria de Jerez, desde el Medievo a la Feria del Caballo (I)

La ciudad de la historia por Fco. Antonio García Romero y Eugenio J. Vega Geán

Los más pequeños acceden a las chucherías del momento: vegetales, verduras y frutas frescas

16 de marzo 2010 - 05:00

LOS antecedentes de la feria de Jerez hay que buscarlos en los momentos siguientes a la conquista cristiana de la ciudad en 1264 por el rey castellano Alfonso X 'El Sabio'. Las ferias medievales tenían un claro objetivo de fomento de las actividades económicas, desarrollando el comercio franco, exento de impuestos, de artículos fundamentalmente agrícolas y ganaderos. En estas ferias bajomedievales se comercializaban mercancías que no se producían en la localidad y que se traían de lugares lejanos, como ganado, tejidos y productos del campo. Cualquier ciudad medieval que tuviese cierta importancia tenía su feria. Alfonso X, en años posteriores a la conquista, concedió a la villa de Jerez la facultad para realizar dos feria anuales. Una, el primer día de abril y otra a mediados del mes de agosto, con la condición de que ambas durasen diez días y que se realizasen en arrabales o barrios periféricos distintos. Al mismo tiempo, se otorgaba la facultad de realizar mercadillo cada lunes de cada semana (origen, sin duda y salvando las distancias, del mercadillo popular de los lunes).

Dicho privilegio real, del que Jerez gozó por su importancia militar al ser ciudad fronteriza con el reino nazarita de Granada, fue confirmado posteriormente en 1322 por el rey castellano Alfonso XI 'el justiciero' y tuvo que ser defendido por la ciudad en pleito a principios del siglo XVII, siendo renovado en 1619 tras el pago a la corona de un donativo de 12.000 ducados.

Se sabe que a estas ferias acudían mercaderes de Flandes, Bretania e Inglaterra, atraídos por la compra de nuestros vinos y caballos. Las ferias jerezanas fueron ocupando diversos lugares de celebración a lo largo de la historia. Uno de los primitivos emplazamientos de una de ellas fue en la antigua calle Feria, hoy calles de Consistorio y plaza de la Yerba, lugar donde radicó durante los siglos XIII y XIV, pasando al parecer en siglos posteriores a realizarse en la plaza del Arenal y arrabal del Alcázar. La otra feria, que se realizaba en agosto, se conoció desde lo más antiguo como 'feria de la Merced', por realizarse en los arrabales cercanos al mencionado convento, extendiéndose hasta el arrabal de Santiago. Dicha feria fue confirmada por el rey Sancho IV de Castilla mediante privilegio dado en Sevilla el 23 de Agosto de 1284. Ambas ferias, perduraron en dichos emplazamientos del Arenal y Alcázar por un lado, y La Merced por otro, al menos hasta el siglo XVIII.

El interés claramente económico de las ferias bajomedievales no impidió que desde un primer momento estos acontecimientos fuesen centros de atracción y diversión para el pueblo. El carácter festivo y popular de las ferias está presente desde su primitiva implantación. A las ferias acudían trovadores y actores que entretenían al público presente. Se realizan espectáculos, torneos, luchas, carreras de caballos, etc. Los más pequeños acceden a las chucherías del momento: vegetales, verduras y frutas frescas (zanahorias crudas, altramuces, aceitunas, almendras, pan con miel, etc.). Las ferias desde un primer momento sirvieron de nexo social y ayudaron a confirmar la identidad de las nuevas comunidades que se iban asentando tras la expulsión de los musulmanes.

Sabemos por los escasos documentos que nos han llegado que durante el año 1700 aún se realizaba una feria en la plaza del Arenal y en el Egido (llano de las Angustias) durante los primeros días de abril. Es durante la época moderna de la ciudad (siglos XV al XVIII) cuando el caballo va tomando un especial protagonismo. Comienzan a tener desarrollo en las ferias jerezanas las carreras de caballos con gran rivalidad entre los distintos bandos nobiliarios que dominan la ciudad y que rivalizan correteando sus corceles por la hoy céntrica calle Corredera, que conserva aún el nombre de aquellos acontecimientos. Los juegos de cañas se consolidan. Los monjes de la Cartuja desarrollan la cría del caballo hispano-árabe, cuya raza adquiere gran fama por su docilidad. La plaza del Arenal sirve de plaza de toros y la nobleza jerezana alquila los balcones del edificio de la balconería (actual sede de la GMU), para contemplar los espectáculos ecuestres y taurinos que se realizaban. Este céntrico edificio sería remozado por el arquitecto Balbino Marrón en el siglo XIX conservando sus arcos bajos. Posteriormente la lidia de toros, espectáculo intrínseco de las ferias, pasaría a desarrollarse en el Egido, llamado así por constituir la salida de la ciudad.

Otras noticias dispersas nos han llegado sobre la celebración de ferias esporádicas en Jerez, como por ejemplo la creación de una feria en enero de 1782 al Convento de San Agustín con la finalidad de recaudar fondos para la finalización de su iglesia. Sobre el mercadillo o feria de los lunes sabemos que ocupó diferentes lugares de la ciudad como la calle de Alquiladores (hoy, calle San Agustín), El Egido o la Plaza del Progreso ya en el siglo XIX.

Durante el siglo XIX llegaron a existir hasta 3 ferias en Jerez. La más importante, que se celebraba los primeros días de Mayo, se realizó desde comienzos de este siglo en la remozada Alameda Vieja hasta que en 1868 se trasladó a los llanos de Caulina. En la citada alameda se habilitó un paseo de caballos y carruajes, moda esta última implantada por los burgueses extranjeros, sobre todo franceses e ingleses, instalados en la ciudad por el pujante negocio vinatero. Ya en esta feria existían atracciones para niños como los carruajes decorados por Manuel Díaz donde se paseaba a los niños y que eran tirados a mano o por animales. También se instalaban todo tipo de atracciones ambulantes de curiosidades que iban de feria en feria, como el famoso salón de figuras de cera que el modelista parisino Alejandro Herant instaló en el recinto en 1860 con 60 personajes del siglo. También era común ver a los primeros fotógrafos ambulantes que montaban sus tenderetes y barracones con vistas estereoscópicas que eran contempladas con sensación de relieve.

Es probable que en los dos primeros tercios del siglo XIX las exposiciones de ganado se realizaran en el entorno de la plaza de toros (antiguo Pago de la Mulata), aunque en número reducido en cuanto al número de cabezas, pues ese fue el sitio elegido por la sociedad económica jerezana para realizar las exposiciones de ganado en los años 1856 y 1858.

Durante los años en que la Alameda Vieja sufrió de reformas, la feria se trasladaba a la Hoyanca de San Telmo, en cuyas playas llegaría a perpetuarse otra feria durante el siglo XIX que se realizaba durante los días 14, 15 y 16 de Septiembre. A partir de 1868 se creó la feria de Caulina que se realizaba a primeros de mayo, aunque siguió existiendo la feria de la Alameda Vieja que desde 1868 hasta final de siglo se extendía desde la víspera del Corpus hasta el día de Santiago.

Jesús Caballero Ragel

CEHJ

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