El flamenco. Próxima parada y correspondencia
Diario de las Artes
AGUSTÍN ISRAEL Espacio Santa Clara MORÓN
El pintor jerezano Antonio Lara, premio en la Bienal de Albacete
NO me duelen prendas en afirmar que siento un especial aprecio por el trabajo de Agustín Israel. Es un artista total, sin ambages; creador de los pies a la cabeza; con un lenguaje particularísimo y una visión creativa personal y única. Es un pintor culto; investigador nato de las infinitas imágenes que componen el imaginario de la cultura andaluza, sobre todo, las que están relacionadas con las fiestas populares: la feria, la semana santa, el flamenco y todo el amplio argumentario de una Andalucía con muchísimos registros. Es, además, autor de una Tesis Doctoral de absoluta referencia para saber de las imágenes de las fiestas populares. Agustín Israel es artista de Morón, la localidad sevillana donde nació el gran Fernando Villalón, aquel ganadero y poeta de la Generación del 27 que quería criar toros con los ojos verdes. Su producción es muy amplia, desde una esclarecedora pintura hasta el diseño de imágenes icónicas, pasando por comics, instalaciones y todo tipo de manifestaciones que sirven para entrever un arte que no deja indiferente; todo lo contrario, crea estados de opinión.
Hace poco, lo traíamos a estas páginas porque exponía una importante muestra en la galería sevillana MAGASE; dentro de unos días va a ser protagonista porque es artista del proyecto ART/ON, Arte y Tonelería y ha intervenido una media bota jerezana que será presentada el próximo jueves veintiuno. Ahora llega a las páginas del DIARIO por su gran exposición en el Espacio Santa Clara de su ciudad. Se trata de algo más que una muestra al uso. Es una intervención espacial donde se sitúa un regalo visual con el flamenco en todo su esplendor; desde su historia y sus amplísimos límites hasta sus efectismos creativos, sus vastísimos parámetros iconográficos y sus, también amplios, desarrollos artísticos.
Agustín Israel sitúa la acción en una hipotética línea de metro. Para ello, en el suelo del gran espacio del antiguo convento, sitúa las referencias puntuales de las estaciones, los palos tangibles del flamenco. Además, ha intervenido la estancia con todos los motivos de su vasto desarrollo iconográfico: el capirote, los lunares, los vestidos de gitana especialmente, como centros de interés de una amalgama icónica de muy amplio espectro. Se trata de una especie de viaje a través de los cantes flamencos; cada uno de sus palos es una estación de una ideal línea principal, los cantes primitivos, representado en la toná hasta el flamenco-fusión, con paradas intermitentes que son correspondencias con otras líneas representativas de otros cantes. Así, la seguirilla, el martinete, el fandango, los cantes de levante, la soleá, la saeta, las cantiñas, la alboreá, los tangos o los cantes de ida y vuelta, con sus correspondencias de acusada trascendencia, son elementos de una realidad artística configurada con esa especial iconografía de Agustín Israel, llena de personajes capirotados, lunares, trajes de flamenca, volantes y todo un dispendio de fortaleza plástica donde se pone de manifestó esa inteligentísima manifestación de una nueva estética pop que es la realidad de un artista que jamás te va a dejar indiferente.
La exposición se localiza dentro de las actividades de la celebración del festival flamenco Gazpacho Andaluz de Morón; en ella Agustín Israel se nos presenta en su más absoluto esplendor creativo. El flamenco, que ha sido uno de los estamentos en los que el artista ha contribuido tanto de forma teórica como práctica, es el poderoso centro de la obra del artista. Todos los palos constitutivos de esa abismal expresión artística son estructurados desde los ejes iconográficos de la estética del artista. Así, las formas expresionistas de la realidad flamenca se llenan de los elementos icónicos de su obra. Gitanas que bailan en todo su bello y colorista esplendor cubiertas con el sempiterno capirote que les concede, a la par que absoluta intimidad, una suprema potestad identitaria. De esta manera nos encontramos con todo el imaginario creativo de Agustín Israel al servicio de unas formas que él concede nueva situación expresiva. En la muestra aparece su amplio ideario estético; desde aquella pintura de género, con sus interiores barrocos, a los acumulativos paisajes donde lo interior y exterior llevan recorridos tangentes a lo Keith Haring. Siempre con esa nota especial de originalidad transgresora en forma de capirote con todos sus avíos de expectación e inquietud extrema. En definitiva, Agustín Israel en estado puro. Una exposición gozosa y que hace gozar.
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